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Historia del incienso: origen y expansión

El incienso, al igual que la mirra, llegó de Arabia. El historiador y naturalista latino del siglo I Plinio, refiere que el control de su comercio había enriquecido a los habitantes del sur de la península arábiga, aunque también hubo incienso en África oriental y en la India. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia y origen del incienso y cuál es su procedencia.

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Origen del incienso

Incienso y mirra fueron la base de la riqueza de países como Omán y Yemen, donde gracias a la domesticación del camello fue posible organizar un entramado comercial y vías de transporte desde los remotos valles donde crecen los árboles de los que se saca estas valiosas resinas, hasta el Norte y Occidente.

Aquella resina aromática obtenida del árbol de boswelia crecía también en Somalia, además del sur de la península arábiga, y se obtenía practicando una incisión en el tronco, del que fluye un líquido lechoso que al entrar en contacto con el aire se solidifica.

Fueron los fenicios el pueblo el que introdujo el incienso en Occidente hace 3.000 mil años. Entre sus objetos de culto ocupó lugar destacado. Los quemadores de perfumes e incensarios indican que lo usaban profusamente, como muestran los hallazgos realizados.

En España a finales del siglo VII a. C., hubo quemadores de incienso (thymateria). De hecho en toda la península Ibérica, así como en Baleares: desde el Puig des Molins, en Ibiza, de hasta los del sur de Portugal y puntos equidistantes como Jaén.

En la Antigüedad, el incienso era una sustancia apetecida por los poderosos, los reyes y los sacerdotes. Se empleó siempre como elemento imprescindible en el culto, en los sacrificios y en las ceremonias que buscaban alejar a los malos espíritus.

Los egipcios empleaban el incienso en el culto a los muertos; también babilonios y persas. A partir del siglo VII a. C., los griegos hacían ofrendas de incienso a sus divinidades en la celebración de los Misterios. También en la Antigua Roma el incienso desempeñó un papel importante en fiestas, ritos funerarios y en el culto al emperador.

Historia del incienso en el cristianismo

Como los romanos lo utilizaban, fue causa de que los cristianos primitivos rechazaran al principio su uso. Aunque luego lo incorporaron a su liturgia asemejando el humo del incensario a la subida de las almas justas al cielo. A su aceptación contribuyó también una serie de hechos: los judíos lo ofrendaban a Dios como muestra de acatamiento sumo y adoración; además, los Reyes Magos obsequiaron al niño Dios en Belén con oro, incienso y mirra.

El cristianismo se impregnó de significado y de ceremonias donde el incienso tomaba protagonismo: la bendición del incienso antes de ser quemado lo convertía en objeto de sacramento y purificación. El balanceo en forma de cruz del incensario aludía al sacrificio de Cristo en la cruz.

Expansión y usos del incienso por el mundo

Durante la Edad Media, el incensario entró a formar parte de la vida diaria. Los entierros eran precedidos por él, tanto para mitigar la fetidez de los cadáveres como para suscitar un pensamiento piadoso y una esperanza en la resurrección, ya que el humo simbolizaba la permanencia del alma del difunto.

El incensario aparecía como símbolo parlante de muchos santos, como el protomártir Esteban, san Lorenzo o san Vicente. Asimismo, los grandes sacerdotes bíblicos como Melquisedec, Aarón o Samuel portaban incensarios en sus manos.

También culturas de América Central quemaban resinas aromáticas llamadas “copal”: bolas de resina elevaban su humo perfumado hasta el centro del cielo. Los chinos quemaban trozos de la aromática madera de sándalo en vasijas. Mucho después las cenizas procedentes de la combustión de las varitas de incienso, procedentes de la India, se tragaban o engullían como medio contra las enfermedades que se transmitían por el aire.

La etiqueta y protocolo profano hicieron uso del incienso aromático. Y en la magia ritual europea para conjurar los espíritus cósmicos se fumigaba con incienso, entre otras sustancias como las narcóticas para producir experiencias extrañas: incienso, áloe, sándalo, madera de acebuche, mástique o mirra.

Durante dos milenios el incienso fue la base de la prosperidad de un país desértico: Omán, de donde el mundo clásico grecorromano lo importaba en grandes cantidades. Era materia prima importante por su uso religioso, suntuario y en perfumería.

Cuando una mujer deseaba aparecer más atractiva y deseable encendía incienso cosmético cuyo penetrante perfume impregnaba su cuerpo, pelo y atuendo a través del humo: de ahí procede la voz per fume. En la actualidad, el aceite de incienso tiene uso en hospitales como estimulante del sistema inmunológico.

Etimología de la palabra incienso

En cuanto al nombre, los hebreos lo llamaron lebonah; los griegos, libanos, y los romanos tus. El castellano incienso es participio pasivo de incendere = quemar, a su vez derivado de candere = ser blanco, abrasarse. Es voz que aparece en el siglo XI: “encienso”.

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Fuentes y bibliografía

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– HOOPER, M. (2005). Everyday Inventions (en inglés). Nueva York. Crown.
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– ROLDÁN, G. (1970). Descubrimientos, inventos y adelantos científicos del siglo I al XVIII. Madrid. Sociedad Española de Historia de la Farmacia.
– SOLÍS, J.A. (2003). La verdadera historia de las cosas. La Coruña. El Arca de papel editores.
– SHOBHIT, M. (2008). Historia de los inventos desde la Antigüedad a nuestros días. Madrid. H. F. Ullmann.
– WULFFSON, D. (1981). Extraordinary Stories Behind the Inventions od Ordinary Things (en inglés). Nueva York. Lothrop Lee & Shepard.
AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
FECHA DE PUBLICACIÓN: ABRIL DE 2020

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