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Historia de las velas

La historia de la vela de alumbrado nos indica que el hombre, desde sus orígenes, ha tenido la necesidad de conseguir luz artificial. Necesidad básica desde la prehistoria hasta nuestros días, que las velas han solucionado durante milenios. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de la vela de alumbrado, cuál es su origen y su evolución con el paso del tiempo.

Ver el origen de la bombilla

Origen de las velas

Hace unos cincuenta mil años nuestro antepasado, el hombre de Cromañón, descubrió que una mecha se podía mantener ardiendo si se la alimentaba con grasa animal, y que así podía iluminar su cueva durante la noche. Fue la luz de la vela una de las primeras que iluminaron la Edad de Piedra.

Un paso adelante supuso el uso el empleo del aceite, pero su aplicación al alumbrado tuvo lugar muy tardíamente: hacia el siglo XV a. C. La cultura egipcia iluminaba casas, templos y lugares públicos con lámparas de barro de mecha de papiro empapada en aceite vegetal, que sustituyó a la grasa y sus desagradables vapores.

También la civilización griega y el Imperio romano emplearon asimismo este sistema, aunque sustituyeron la lámpara de barro por otras de bronce con mechas de estopa o de tela.

Historia de las velas en la Antigüedad

Poco antes del siglo I ya se utilizaba la vela de sebo, casi incolora, a menudo de grasa vegetal o animal. Hacia el año 160 de la era cristiana el escritor Lucio Apuleyo habla de las velas de cera y sebo como elementos religiosos de iluminación en los templos, ya que para la iluminación doméstica seguía siendo la tea la solución natural.

Pero la vela de sebo tenía la ventaja de que servía tanto para iluminar recintos como para llenar el estómago, ya que era comestible. Los soldados hincaban el diente a las velas de sebo cuando se vaciaban las despensas.

Hasta el siglo XVIII, en la marina británica, una de las más famélicas y castigadas de la Historia, completaba la pobre dieta comiéndose velas y velones de sebo, con lo que dejaban el barco a oscuras.

La vela de sebo era de escasa duración, y no sólo porque se la comieran los marineros, sino porque daba poco de sí y exigía la atención constante de alguien, ya que cada media hora era necesario despabilar el extremo quemado de la mecha porque de lo contrario se apagaba.

Así, una mansión iluminada con velas de sebo requería un ejército de sirvientes entregados a esta labor de vigilancia especial. Se quemaba cualquier materia combustible a mano: grasa animal maloliente, aceite de pescado de olor nauseabundo, aceites vegetales, etcétera.

Todas estas fuentes de luz tenían el problema de que las mechas no se autoconsumían y era necesario estirarlas hacia afuera con unas pinzas, recortando lo quemado. Así fue desde los romanos hasta el siglo XVII.

Leonardo da Vinci prolongaba su tiempo de trabajo durante la noche con un invento suyo: una lámpara de alta intensidad consistente en un cilindro de vidrio que contenía aceite de oliva y mecha de cáñamo, artilugio que encajó en un globo de cristal lleno de agua, lo que ampliaba el resplandor de la llama. Pero como era un procedimiento caro la gente siguió conformándose con las velas.

Uno de los problemas de la iluminación interior fue el encendido. No existían las cerillas, y cuando una vela se apagaba resultaba difícil volverla a encender si no había quedado otra ardiendo.

Hasta el siglo XVIII hubo compañías de teatro que pagaban a un muchacho para que se dedicara exclusivamente a cuidar de que las velas no se apagaran. A ese fin salía de vez en cuando a escena durante la representación y recortaba las mechas carbonizadas para evitar que las velas se apagaran. El público, que era sabedor de esta tarea, le aplaudía como si de un actor más se tratara cuando remataba la faena con galanura.

Evolución de las velas

A partir del siglo XVII la aparición de las velas de cera de abeja hizo innecesario este trabajo, ya que aquella vela se consumía a la vez que el pabilo (mecha). El único inconveniente de la vela de cera estribaba en su precio elevado. Los ricos las preferían porque daban una llama más brillante, y como era una luz de lujo estaba mal visto usar otras en las casas importantes, donde se consumían cincuenta kilos de cera al mes. Las velas de cera parecían el futuro.

En el siglo XVIII se puso de moda la cera blanca y reluciente procedente de China. También la cera verde perfumada con laurel, que en Europa se importaba de la costa nordeste de Estados Unidos.  Pero la aparición del gas en el siglo XIX desterró aquellos usos. La cera fue relegada a las iglesias y para ocasiones especiales. En 1860 el gas proporcionaba ya a los hogares una iluminación real, limpia y eficaz.

historia de las velas de cera

Parecía el sistema definitivo; era imposible pensar en algo mejor, pero el hombre discurrió algo más adecuado: la luz eléctrica. El milagro surgió al unísono en Inglaterra y Estados Unidos en el último tercio del siglo XIX. Con el hallazgo de la fabulosa bombilla o lámpara incandescente.

En la actualidad existen incluso híbridos. Objetos que tienen la forma de una vela o cirio, un plástico o vidrio que simula la llama que se ilumina en su interior gracias a la electricidad que proporciona una pila. Tanta importancia ha tenido la vela en la historia de la humanidad, y la sigue teniendo, que incluso se pueden ver museos únicamente a la luz de las velas. Una experiencia, sin duda, diferente que nos retrae a tiempos remotos.

Otros inventos relacionados con el hogar

Origen del incienso Origen de la lámpara o candil Origen del grifo

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Fuentes y bibliografía

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– DUNCAN, B. (2005). Cien cosas que debes saber sobre inventos. México DF. Signo Editorial.
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– WULFFSON, D. (1981). Extraordinary Stories Behind the Inventions od Ordinary Things (en inglés). Nueva York. Lothrop Lee & Shepard.
AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
FECHA DE PUBLICACIÓN: MARZO DE 2020

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Comentarios (2)

interesante lindo

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soy estudiante de 9.no (GRACIAS BUENA INFORMACION)

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