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Historia del Vaticano

El histórico Estado del Vaticano (Cittá del Vaticano), que está enclavado en el oeste de Roma, apenas ocupa lugar en el continente euro­peo, pero su influencia va más allá de la de cualquier otra enti­dad política. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia de la Ciudad del Vaticano.

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Origen del Vaticano

El soberano del Estado del Vaticano es el Papa. El Vaticano es el estado más pequeño del mundo, con un tamaño de 0,44 km² y una población de 1.000 habitantes. La moneda oficial es el Euro y el idioma oficial es el italiano.

El Papa ejerce su autoridad espiritual sobre las conciencias de cientos de millones de súbditos, los católicos. E influye en el desarrollo político de las naciones de medio mundo. Tras los pactos Lateranenses (1929), firmados por Pío XII y Mussolini, la Santa Sede reconoció a Roma como capital de Italia. Y, ésta reconoció a la Ciudad del Vaticano como Estado soberano bajo el poder del Papa.

origen del Vaticano

Las relaciones de Pío XI con el fascismo fueron muy difíciles, especialmente tras la encícli­ca Non abbiamo bisogno (1931), condenatoria de los regíme­nes totalitarios. Con la elección del secretario de Estado, Euge­nio Pacelli, como Pío XII (1939), se intensificó la diplomacia vaticana, que desplegó su actividad durante la II Guerra Mun­dial, lo cual creó diversos problemas, al intentar mantener una posición neutral.

Concluido el conflicto, el Vaticano apoyó a la Democracia Cristiana italiana y otros partidos similares en toda Europa. En 1953 firmó un concordato con el régimen de Franco (España).

Época de reforma del Estado Vaticano

Durante el pontificado de Juan XXIII (1958-63) se produjo un acercamiento al Tercer Mundo y una distensión con los países del Este, y disminuyó la influencia vaticana en la Democracia Cristiana. La reforma religiosa iniciada por Juan XXIII con el concilio Vaticano II, continuó en parte con Pablo VI (1963-78), y se agudizaron las tensiones entre refor­mistas y conservadores.

Juan Pablo I fue elegido en agosto de 1978, pero falleció en septiembre del mismo año, y en octubre el cónclave se decidió por el cardenal polaco Karol Wojtyla, que adoptó el nombre de Juan Pablo II, primer pontífice no ita­liano desde 1523. La multiplicación de sus contactos internacionales mediante numerosos viajes a Polonia, EE.UU., África, Francia, Brasil, Hispanoamérica, Oceanía, etc., ha pretendido una revitalización de la Iglesia sin concesiones a los sectores más progresistas.

En lo interior, el Vaticano tuvo que aceptar la constitución del primer sindicato en la historia del Estado Pon­tificio, originado por la demanda de mejores salarios. Con­tó con la adhesión de 1.500 trabajadores de la Santa Sede (noviembre 1979). También, tuvo que afrontar las posibles implicaciones en el escándalo financiero (junio 1982). Éste fue protagonizado por el Banco Ambrosiano (la primera banca privada de Italia).

Juan Pablo II sufrió un atentado en la plaza de San Pedro (13 mayo 1981), en el que resultó gravemente herido, y fue objeto de un intento de secuestro en Fátima (13 mayo 1982). En abril de 1984, el Papa delegó todos sus poderes en la administración del Estado en su secretario de Estado, a la sazón el cardenal Casaroli.

Relaciones diplomáticas

La política exterior vaticana obtuvo de Gran Bretaña la concesión de rango diplomático, a partir de 1979, a su delegado apostólico en Londres. Las relaciones diplomáticas con EE.UU., que estaban interrumpidas desde 1868, se reanudaron en enero de 1984. Y, el nuevo concordato con Italia, por el cual el catolicismo dejó de ser la religión del Estado italiano, fue firmado en febrero de 1984 y reempla­zó al de 1929.

Historia moderna del Vaticano

Aparte de la visita a España, el gran viaje de Juan Pablo II en 1982 fue el realizado a Gran Bretaña, en un esfuerzo por impulsar la unidad entre Roma y Canterbury. Durante su gira por Centroamérica, realizada en marzo de 1983, se deterioraron las relaciones con Nicaragua por la nega­tiva de los sacerdotes sandinistas que ocupaban cargos de ministros a abandonarlos, como les pidió el Vaticano.

Parecida situación afrontó con Polonia por la llamada “guerra de los crucifijos” (marzo 1984), cuando el Estado decidió retirar los crucifijos de las escuelas, y con el asesinato del padre Popieluszko a manos de tres funcionarios del Ministerio del Interior polaco (octubre 1984).

La solución de compromiso en el pri­mer caso y el castigo de los asesinos en el segundo, mostró una vez más el importante papel de la Iglesia en Polonia. La disten­sión entre el Vaticano y la URSS realizó grandes progresos y el Papa recibió con cordialidad al ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrei Gromiko (febrero 1985).

La Iglesia tuvo que afrontar el desafío de la teología de la liberación. Siendo esta representada principalmente por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez y el franciscano brasileño Leonardo Boff.

Derivada del espíritu del concilio Vaticano II, la teología de la liberación se proclamó en la Conferencia del Episcopado latinoamericano (Medellín, 1968). Asumiendo la “opción preferencial por los pobres”. La Congregación de la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) censu­ró a los obispos de Perú. También, a Leonardo Boff, quienes fueron convocados a Roma.

Historia contemporánea

En marzo de 1985, la Congregación sen­tenció que la obra Iglesia: cansina y poder, de Boff, ponía en peligro la doctrina de la fe. Y, en mayo de ese año el Vaticano condenó al teólogo al silencio, sanción levantada en abril de 1986.

En marzo de 1989, el cardenal Paul Marcinkus, presiden­te del Instituto para las Obras de Religión (IOR), abandonó el cargo. Fue tras su presunta implicación en el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano. El Papa persistió en su idea de recuperación espiritual de Europa. Respaldó la perestroika y ejerció una notable influen­cia en la evolución política de Polonia y otros países del blo­que soviético.

La apertura hacia el este y la normalización de relaciones con la URSS culminaron, poco después de la caída del muro de Berlín, con la visita a M. Gorbachov al Vaticano (1 diciembre 1989).

El Papa no pudo evitar la polémica deri­vada de su apoyo a la independencia de Eslovenia y la independencia de Croacia (1991), los dos países yugoslavos mayoritariamente cató­licos. El Vaticano estableció relaciones diplomáticas con México, tras 120 años de discordia (1992), y también con Israel (1993), Jordania y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1994.

Pese a una solemne declaración del Vaticano sobre el holocausto, reconociendo la responsabi­lidad de la Iglesia (17 marzo 1998), las relaciones del Vatica­no con el Estado hebreo se resintieron. Fue tras la canonización de Edith Stein, judía convertida y exterminada en Auschwitz, representantes de Juan Pablo II y de la Iglesia luterana fir­maron un compromiso teológico sobre la doctrina de la justi­ficación (Augsburgo, 31 octubre 1999).

El Papa prosiguió sus viajes pastorales, pese al deterioro de su salud, e inauguró el jubileo (2000) proponiendo un programa centrado en tres puntos. Siendo estos, el arrepentimiento por las faltas y los errores, la reconciliación entre los cristianos y el diálogo con las otras religiones.

Historia de la bandera del Vaticano

La bandera del Estado del Vaticano, con los colores papales amarillo y azul, utilizada desde 1808, en tiempos del papa Pío VII fue en arriada 1870. Esto fue después de la retirada de las tropas de Napoleón III (que habían acudido para defender a Roma), los piamonteses forzaron la Porta Pia y penetraron en la ciudad papal.

quién creó la Bandera del Vaticano

Pío IX ordenó cesar cualquier tipo de resistencia para evitar un baño de sangre. En 1871 Italia y el Vaticano rompieron sus relaciones diplomáticas. Hubo que esperar a los acuerdos de Letrán, firmados por Benito Mussolini y el papa Pío XI en 1929, para recuperar la bandera papal. Cuyos colores son los de las llaves de san Pedro, las del reino de los cielos.

La Ciudad del Vaticano, el estado más pequeño del mundo (cuya Capilla Sixtina está decorada con frescos de Botticelli y Miguel Ángel) era al fin reconocida como territorio independiente. Sobre su escudo de armas, la tiara adornada con tres coronas de oro, por encima de las llaves entrecruzadas, indica que la autoridad pontificia es tanto espiritual como material.

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