Este es un peculiar ingenio amado por muchos y odiado por otros, por no poder hacerlo funcionar correctamente. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia del abrelatas, quién fue su inventor, diseños y muchas curiosidades.
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Origen del abrelatas
Qué duda cabe que poder conservar en latas los alimentos durante mucho tiempo, fue un gran invento para la humanidad. Pero debes saber que antes del abrelatas tenían que abrirlas con machetes, navajas, cuchillos, e incluso… ¡a tiros!
Cuando a principios del XIX William Underwood estableció en Nueva Orleans, Lousiana, la primera fábrica de conservas no creyó importante crear un instrumento para abrir las latas, cosa que dejaba al arbitrio del consumidor, que podía recurrir a cualquier objeto que tuviera por casa.
Aunque era absurdo, tenía cierta explicación, ya que las primeras latas de conserva eran pesadas, de gruesas láminas de hierro. Era realmente una situación paradójica: aquellas latas, vacías, pesaban casi un kilo a veces sobrepasaban los tres con lo que llevaban dentro. No era fácil manipularlas, parecían cajas fuertes. Sólo cuando en 1850 se consiguió crear un envase más ligero con reborde en la parte superior se pudo pensar en la necesidad de tener algo parecido a un abrelatas.
Quién inventó el abrelatas
El primer abrelatas fue inventado por el norteamericano Ezra Warner, quien fabricó un artilugio o mezcla mecánica entre hoz y bayoneta, cuya gran hoja curva se introducía en el reborde de la lata y se deslizaba sobre la periferia del envase empleando la fuerza.
Entrañaba gran peligro su manejo, no sólo para quien lo utilizaba, sino para quienes observaban la operación. Por ello, la gente optó por ignorar tan peligroso invento y prefirió seguir con sus sistemas caseros. Pensaban que era mejor quedarse sin comer que morir en el intento.
He ahí la cuestión porque la gente consumió latas de conserva de manera creciente a lo largo del siglo XIX. Durante varias décadas el abrelatas era el mismo tendero, que abría los botes a sus clientes para que se lo llevaran a casa.
En el catálogo de los economatos del ejército y la marina norteamericana figura ya en 1885 un abrelatas de manejo tan complicado que no solucionaba bien el problema. Era una alternativa al abrelatas del neoyorquino J. Osterhoudt, de 1866: la llave incorporada a la lata. Todos pensaron que era un invento milagroso que hacía innecesario el abrelatas, pero no todas las fábricas de conservas podían adoptarlo y el abrelatas siguió pendiente de popularizarse.
Historia del abrelatas moderno
Tal como hoy lo conocemos, con su rueda alrededor del reborde de la lata y su uña cortante, el abrelatas es un artilugio patentado en 1870 por el norteamericano William W. Lyman con un éxito fulgurante.
Era el abrelatas de cabeza de buey, el primero que se fabricó. Luego vinieron los abrelatas de garfio y los abrelatas de palanca que, aunque solucionaron razonablemente el problema, crearon uno nuevo problema: la gente se cortaba dedos y manos, e incluso ocasionaba lesiones a quienes observaban la operación de cerca.
La prensa diaria se hacía eco de aquellos inconvenientes y circulaban chistes al respecto. Fue necesario perfeccionar el sistema. Y, en 1925 la empresa californiana Star Can Opener añadió, al abrelatas de Lyman, una medita dentada llamada rueda alimentadora. Hacía girar el envase, con lo que al ahorrar esfuerzo aumentaba la seguridad. Esta idea, dio lugar al abrelatas eléctrico, comercializado en diciembre de 1931. Poco antes circulaba el abrelatas manual de Manuel Edlund, de acero inoxidable con mordaza.
Por qué era necesario el abrelatas
Para hablar del abrelatas hay que hablar primero de las latas, y antes de la persona a quien se le ocurrió envasar comida previamente cocinada. El filósofo alemán Gottfried W. Leibniz habla en sus Pensamientos de Utrecht (1714) del extracto de carne, y entre las ideas manejadas toma algunas prestadas del científico francés Denis Papin.
En definitiva se alude a la posibilidad y conveniencia de dar respuesta a la necesidad militar de alimentar a las tropas durante marchas y desplazamientos. Sería idóneo inventar algún método para poder contar con alimentos comprimidos que ocupen poco espacio y tengan efecto vigorizante.
Para aquel fin inventó unos polvos de carne formados por caldo deshidratado, pero de valor nutritivo escaso. La idea de Leibniz rondó por la cabeza de Napoleón Bonaparte, a quien gustaba prevenir los problemas más que hacerlos frente.
Por eso premió con doce mil francos a Nicolás Appert, cocinero parisino que en 1809 tuvo la idea de calentar los alimentos dentro de un tarro de cristal del que extrajo el aire para crear el vacío. Tras lo cual lo cerró herméticamente con un corcho ajustado.
Así se inventó el tarro de conservas, y en efecto, las comidas tratadas de esa manera se usaban semanas después sin que perdieran su sabor. En 1810, el inglés Peter Durand, cambió el tarro de cristal por la lata. Este hecho, pasó sin ser notado.
Aunque en realidad, eso de pasar sin ser notadas fue un decir; hubo quien se dio perfecta cuenta del negocio: los británicos Bryan Donkin y John Hall. Fueron ellos quienes establecieron en Cornualles la primera planta de elaboración de alimentos en conserva en 1811 y compraron la patente de Peter Durand por mil libras.
La lata de hojalata para conserva de alimentos se utilizó por primera vez en una conservería de la localidad inglesa de Belmonsey en 1812, y aquel mismo año los soldados británicos las llevaban en su macuto. Poco después, el norteamericano William Underwood, montó en Nueva Orleans la primera fábrica de alimentos en conserva. Ya en 1817, no estaba siendo un artículo raro en Estados Unidos.
Las tiendas londinenses las vendían en 1830. Parecía que todo iba a ir sobre ruedas pero a la hora de la comida comenzaba el problema: las tenían que abrir a bayonetazos. Si ofrecía dificultades se recurría al fusil, y un tiro salvaba la situación.
Nadie había pensado realmente en cómo abrirlas, excepto el neoyorquino J. Osterhoudt, que inventó hacia 1866 la lata de conserva con llave incorporada para su apertura. Una llave fijada a la tapadera: bastaba despegarla y darle un ligero giro.
Se cayó en la cuenta de la necesidad del abrelatas en 1824 cuando el explorador inglés William Parry llevó al Ártico latas de conservas de carne de ternera en la que el fabricante recomendaba: “Para abrir las latas córtese alrededor i la parte superior con escoplo y martillo”. Muchos se cansaban y optaban por buscar cualquier otra cosa que llevarse a la boca. Se había inventado la lata de conserva, pero nadie sabía cómo abrirla.
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Fuentes y bibliografía
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– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: MARZO DE 2020