Este elemento decorativo del hogar, vuelve a estar de moda, pero ¿sabes que la historia del papel pintado tiene varios siglos de antigüedad? Pintado a mano o impreso, desde oriente hasta occidente, ha decorado multitud de estancias. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos su origen, quién inventó el papel pintado y su evolución en el tiempo.
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Quién inventó el papel pintado
El inventor del papel pintado fue el General de la corte china Ts’ai Lun en año 105. Tuvo la ocurrencia de fabricar anchas tiras de papel con restos de tela. Este es el comienzo del papel pintado que hoy en día conocemos.
Tras la invención del papel, los chinos comenzaron a empapelar las paredes con papel de arroz blanco. Algo que gustaba mucho pero quedaban las paredes muy monótonas al ser del mismo color. No fue hasta la brillante creación de Ts’ai Lun, que las paredes de los palacios chinos comenzaron a tener colorido. Algo que nunca antes se había visto en la historia, era motivo de profundo orgullo de los emperadores chinos de la época.
Origen del papel pintado
En la antigua Roma, empezó a no estar bien considerado que el salón mostrara la piedra o el ladrillo visto, era necesario recubrirlo con tapices. De hecho, ya era uso vigente entre los romanos adornar las paredes con colgaduras decorativas, como tapices, alfombras y cuadros, para paliar en alguna medida los efectos del frío en invierno. Pero era un lujo costoso que pocos podían permitirse.
Por lo general, las grandes familias del patriciado, la nobleza medieval y la burguesía renacentista llevaban consigo sus tapices. Los colgaban en muros y paredes en las mansiones donde recalaban.
Para encontrar un sustituto a tan costosa práctica, se ensayaron alternativas y sucedáneos: cuero repujado y sobredorado a la usanza de costumbres introducidas por los árabes españoles en el siglo XI, rejería, biombos altos, telas y banderas. Pero todo resultaba casi tan caro como los tapices, excesivo, habida cuenta de las dimensiones de habitaciones y salones, pasillos y corredores de los palacios, las mansiones, las abadías y los castillos.
Las paredes de las casas no empezaron a pintarse hasta el siglo XVI, y el hórror vacui u horror a la superficie desolada de los grandes paramentos hacía que quien podía recurriera a llenarlas de cuadros y cortinajes, de telas con rebordes trabajados con encajes y de tapices.
El papel pintado empezaría pronto a satisfacer este tipo de necesidades, ya que suponía una solución razonablemente económica. Fueron precisamente los árabes quienes aprendieron la técnica de la fabricación del papel pintado en el siglo VIII, gracias a los conocimientos de varios prisioneros chinos. Además, los árabes mejoraron el proceso sustituyendo el lino por fibras de madera y bambú en el siglo X.
En la Francia del siglo XV, el papel pintado comenzó a sustituir a los tapices como medio de llenar el vacío y paramentos de salones. Se trataba de un papel pintado a mano, aunque también lo hubo estampado e impreso.
En 1509, ya se fabricaba en Francia papel pintado de calidad; encolado a la pared, aquel papel grueso con dibujos de colores daba la impresión de algo hermoso, artístico, logrado. La moda se extendió y a finales del siglo XVI, los había ya de muchas clases, precio y factura.
En la madrileña Quinta del duque del Arco, junto a El Pardo, hay un excelente museo del papel pintado entre cuyas muestras se hallan auténticas obras de arte del siglo XVII, momento en el que Francia ostentó la supremacía en este arte o industria novedosa del papel mural.
Evolución del papel pintado
En el siglo XVII, la naturaleza de los dibujos y ambientes era variada: paisajes rurales, mundo de la arquitectura grecolatina, jarrones y floreros. En 1680, se puso de moda el llamado “papel de la India” que John Evelyn llegó a convertir a finales de aquel siglo en obras de arte.
A pesar de su nombre, aquel papel era de elaboración china y muy novedoso por los motivos de sus dibujos: pájaros exóticos, aves y flores que parecían salir de un fondo rojo o de brillantes colores. Lo sorprendente de los paisajes estribó en que no se repetía ningún dibujo, ningún detalle.
La norma era sorprender por la variedad y viveza de paisajes y motivos; cada tira pegada a la pared era única. Por ello gozó de gran favor y acogida entre nobles y burgueses, tanto que se siguió utilizando hasta muy entrado el siglo XIX. Franceses e ingleses se repartían el negocio del papel pintado.
Al principio se hicieron a mano, de ahí su alto precio. Era un labrado muy minucioso que se ayudaba de algún procedimiento mecánico rudimentario, como la prensa para moldear madera. Ya en el siglo XIX, en el año 1839, una empresa inglesa de estampados de la ciudad de Lancashire habilitó y patentó una máquina para fijar sobre algodón dibujos lisos o en relieve; se utilizaba una serie de rodillos con dibujos realzados.
A mediados de aquel siglo el papel pintado bajó tanto de precio que se popularizó hasta el punto de que el periódico británico Economic Library decía en 1851, que resultaba casi tan barato empapelar una habitación como blanquearla o pintarla, a pesar de que empapelada la habitación cobra apariencia más agradable, siendo la colocación del papel tarea menos tediosa y molesta que el encalado.
Llegado el siglo XX, el papel pintado se estableció como un elemento más de la decoración doméstica, dejando de ser algo solo al alcance de la aristocracia o de gran poder adquisitivo. De este modo se convirtió en un producto accesible para el público general.
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