La historia de Austria ha sido siempre muy convulsa debido a su situación geográfica. Austria (Ósterreich) está situada en el centro de Europa. Allí donde se encuentran la gran ruta comercial, que cruza el Danubio de oeste a este. Y, los caminos que unen el corazón europeo con el Mediterráneo, a través de los pasos alpinos. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia de Austria.
Qué vas a encontrar aquí
- 1 Origen de Austria
- 2 Prehistoria y formación
- 3 Austria medieval
- 4 Advenimiento de los Habsburgo
- 5 Hegemonía europea de la casa de Austria
- 6 Contrarreforma de Austria
- 7 Época de reformas: Siglo XVIII
- 8 Decadencia del Imperio: Gobierno de Metternich
- 9 Revolución austriaca de 1848
- 10 Pérdida de Alemania e Italia
- 11 Monarquía austro-húngara
- 12 Primera República austríaca y el Anschluss
- 13 Segunda República
- 14 Historia de la bandera de Austria
Origen de Austria
Para comprender los orígenes de Austria, primero es necesario entender su situación geográfica. La joven república austríaca limita al norte con Alemania y la República Checa, al este con Eslovaquia y Hungría, al sur con Italia y Eslovenia, y al oeste con Suiza.
Austria es un antiquísimo lugar de asentamiento de hombres y culturas. Como puedes comprobar, está rodeada por muchos países, lo que en la Antigüedad provocaba mucho comercio y el paso de muchos invasores.
Su historia es turbulenta, pues durante siglos sus habitantes, de origen germánico, se opusieron con vigor al dominio del Imperio romano y el Imperio turco. A partir de un pequeño archiducado, se convirtió en el centro de un Imperio que dominó media Europa y que pervivió hasta los comienzos del siglo XX. Quizá porque han heredado la memoria histórica de sus antepasados, expertos en relaciones con muy diversos pueblos, los austríacos de hoy son amables y acogedores.
Sus pueblos, integrados en el magnífico paisaje de sus montañas y lagos, son un remanso de paz para el viajero. Sus ciudades derraman la belleza de sus edificios y de sus jardines con la misma generosidad con que ofrecen la obra de los grandes músicos que, como Mozart, vieron la luz en esta tierra.
- Continente: Europa.
- Superficie: 83.859 km².
- Capital: Viena.
- Población: 8.832.124 habitantes.
- Moneda: euro.
- Lengua oficial: alemán.
Prehistoria y formación
Los territorios austríacos han estado habitados desde la prehistoria (civilización de Hallstatt). Hacia el siglo IV, tribus celtas ocuparon la zona, y en el siglo I los romanos conquistaron los territorios del sur del Danubio. Creando las provincias de Retía, Nórico y Panonia. También fundaron Vindobona (Viena) y Hadriana (Salzburgo).
Por su situación geográfica, fue zona de paso en las invasiones de los pueblos bárbaros. Hacia la segunda mitad del siglo VI, varios pueblos de distinto origen, bávaros, checos y ávaros, se establecieron en el territorio ocupado actualmente por Austria.
Austria medieval
En 803 Carlomagno, tras destruir el imperio ávaro, crea la Marca del Este en esta región. Austria desempeñará por espacio de largo tiempo ese papel de baluarte frente a las oleadas de asaltantes venidas de Asia. No obstante, en 894 aparecieron en el Danubio los magiares, que derrotaron a los germanos en el año 907 y ocuparon Austria hasta el 955, en que Otón I el Grande los derrotó en la batalla de Lechfeld. En 976 Otón II la cedió a los Babenberg, que la conservaron durante tres siglos.
La Marca de Austria fue convertida en ducado por Federico Barbarroja en 1156, y su primer duque fue Enrique Jasomirgov (1141-1177). Sus sucesores fueron engrandeciendo el territorio con la conquista de Estiria y Camiola, lo cual les permitió controlar el comercio con Italia y el Oriente.
Advenimiento de los Habsburgo
A la muerte del último Babenberg en el año 1246, Federico II, el rey de Bohemia, Ottokar II, se apoderó temporalmente del país, pero fue derrotado por Rodolfo de Habsburgo en la batalla de Marchfeld del año 1278.
Desde entonces Austria fue regida por la casa de Habsburgo. Una hábil política matrimonial contribuyó a su expansión territorial y Alberto V, casado con la hija del emperador Segismundo, incorporó a sus estados Bohemia y Hungría
En 1438 fue elegido emperador de Alemania, y desde entonces esta dignidad quedó vinculada a la casa de Habsburgo. Los resultados de esta política se hicieron patentes en el reinado de Maximiliano I. Por su matrimonio con Mana de Borgoña, hija de Carlos el Temerario, incorporó a la corona en el año 1477 Borgoña, el Franco Condado y los Países Bajos.
En 1493 Maximiliano fue elegido emperador de Alemania. Casó a su hijo, en 1496, Felipe el Hermoso con doña Juana, hija de los Reyes Católicos. En 1506 murió Felipe el Hermoso, dejando tres hijos: Carlos, que fue emperador y casó con Isabel de Portugal, y Femando y Mana. Quienes casaron respectivamente con Ana y Luis, hijos del rey Ladislao de Bohemia y Hungría. De este modo la casa de Austria preparaba su hegemonía en Europa.
Hegemonía europea de la casa de Austria
En 1522 Carlos V dejó a su hermano Fernando los dominios patrimoniales de Austria, y en 1526, a la muerte de Luis II en la batalla de Mohács, en el curso de una guerra contra los turcos, Bohemia y Hungría también pasaron a sus manos.
Esta reunión de los tres estados constituyó una unión puramente dinástica, pero de momento fue sólo una situación de hecho, no una idea. La idea austríaca tomaría cuerpo en el curso de los siglos XVI y XVII, bajo la influencia de acontecimientos excepcionalmente graves para el porvenir de la Europa cristiana: la Reforma protestante y las invasiones musulmanas.
La victoria de Solimán el Magnífico sobre los húngaros (Mohács, 1526) llevó a los otomanos, en 1529, hasta los muros de Viena. Desde entonces ya no cesaron las invasiones. El reinado de Leopoldo I (1657- 1705) significó la reacción victoriosa contra el poder islámico. En 1644 una marcha de las tropas turcas sobre Presburgo fue detenida en San Gotardo y en 1683 un nuevo ataque otomano a Viena (batalla de Kahlenberg) fue rechazado por Juan Sobieski, rey de Polonia.
Inmediatamente se produjo la contraofensiva austríaca: en 1686 Carlos de Lorena recuperó Budapest y en 1697 el príncipe Eugenio de Saboya derrotó a los turcos en la batalla de Zenta y les obligó a firmar la paz de Karlowitz (1699) y a restituir Hungría y Transilvania.
Contrarreforma de Austria
A la par que Austria se defendía del peligro turco, el luterinismo proliferaba en el país merced a la indiferencia de los monarcas austríacos del siglo XVI. Sólo los jesuitas, establecidos en Viena en 1551, hicieron frente a la herejía; pero ya en el siglo XVII, Femando II, educado por ellos en la Universidad de Ingolstadt, secundó la Contrarreforma y se entregó a una persecución violenta contra los protestantes.
Entonces estalló la guerra de los Treinta Años, en la que Bohemia, sublevada en defensa de su fe, fue aplastada en Montaña Blanca (1620). A partir de entonces Bohemia perdió por completo sus libertades y la nobleza católica austro-alemana se convirtió en la clase dirigente. No obstante, la guerra de los Treinta Años terminó con la paz de Westfalia (1648), por la que Fernando III (1637-57) se vio obligado a renunciar a la unidad religiosa y al aumento de la autoridad imperial.
En adelante los soberanos austríacos, católicos y absolutistas, tendrían que hacer frente a los particularismos nacionales y al protestantismo. Austria participó contra Francia en las guerras de Holanda (1672-79), de la Liga de Augsburgo (1686-97) y de Sucesión de España (1701-14).
Época de reformas: Siglo XVIII
Por el tratado de Rastatt (1714), Carlos VI (1711 -40) obtuvo los Países Bajos, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña. Carlos VI se ocupó en los últimos años de su reinado de asegurar el trono para su hija Mª Teresa. Esto le obligó a hacer importantes concesiones económicas y políticas, que debilitaron de modo extraordinario la corona.
Inmediatamente después de su muerte, le fue disputado el trono a Mª Teresa (1740-80) y se desencadenó la guerra de Sucesión austríaca (1740-48). La emperatriz se vio cercada en sus dominios, y sólo con mucha habilidad consiguió encontrar el apoyo necesario de Hungría y los otros estados para vencer en la larga contienda sucesoria.
Con la esperanza de recuperar Silesia y de reducir a Federico II de Prusia, participó en la guerra de los Siete Años (1756-63), pero no consiguió ninguna de las dos cosas y tuvo que reconocer de hecho la supremacía de Prusia. A partir de este momento inició la reorganización de sus estados, especialmente dirigida a conseguir su unificación y centralización. Creó nuevos organismos, como el Consejo de Estado y el Tribunal Supremo, radicándolos en Viena. Redactó un Código único y preparó la realización de un catastro.
También, introdujo en la administración provincial la burocracia austríaca, que junto con el ejército, la policía y el clero constituyeron los elementos que garantizaron la centralización. Estas reformas, aplicadas por Mª Teresa con mucha prudencia y sin herir susceptibilidades, fueron proseguidas de forma más radical por su hijo José II, corregente desde 1765 y emperador (1780-90).
Este monarca, típico representante del despotismo ilustrado, muy influido por los enciclopedistas franceses, soñó con transformar el imperio en un paraíso de la razón. Su sistemático programa reformista abarcó todos los terrenos.
Proclamó la abolición de la servidumbre y entregó a los campesinos las tierras mediante el pago de censos. Prosiguió la labor centralizadora, dividiendo sus estados en 13 Gobiernos para controlarlos mejor y reforzando la policía y la burocracia estatal.
Su política eclesiástica fue más ambiciosa, ya que pretendió derrocar el poder material y espiritual de la Iglesia austríaca (edicto de tolerancia, supresión de los jesuitas y otras órdenes, creación de universidades y seminarios).
Pero estas reformas implantadas de forma precipitada, ignorando las tradiciones y los intereses lesionados, provocaron reacciones violentas. La mayor parte de ellas tuvieron que ser anuladas durante el reinado de su hermano Leopoldo II (1790-92). Lo único que perduró fue una consolidación del absolutismo monárquico.
Decadencia del Imperio: Gobierno de Metternich
Francisco II (1792-1835) abandonó definitivamente el programa de reformas y basó su política en la necesidad de mantener la monarquía autoritaria y la preponderancia de la nobleza. Frente a la Francia revolucionaria, sustituyó la actitud prudente de Leopoldo II por una actitud belicista de graves consecuencias para Austria.
Por el tratado de Campoformio (1797), resultado de su primera intervención, tuvo que ceder los Países Bajos, el Milanesado y los territorios de la orilla derecha del Rin. Su nueva participación en la contienda desembocó en la derrota de Austerlitz y la paz de Presburgo (1805), por la que perdió los territorios italianos y tuvo que admitir la desaparición del Sacro Imperio y aceptar el título de emperador de Austria con el nombre de Francisco I.
Después de un nuevo fracaso bélico (1809), encargó el Gobierno a Metternich, quien dirigió la política austríaca hasta 1848. Metternich consiguió superar esta crítica situación y en el Congreso de Viena (1814-15), celebrado al terminar las guerras napoleónicas, logró que su país tuviera una participación importante en la futura estructuración de Europa. Y, que recuperara todos sus territorios, excepto Países Bajos, Inn y Salzbach.
Bajo la dirección de Metternich el imperio austríaco se convirtió en el centro de la reacción europea. La base de su política fue la búsqueda de un equilibrio que sólo se podía obtener mediante el mantenimiento del orden. Garantizado por la monarquía y por el respeto a la jerarquía aristocrática.
Hostil al liberalismo y al régimen constitucional, sofocó con energía los movimientos nacionalistas y liberales que hacían tambalear la precaria estructura imperial. En la Confederación Germánica cada estado gozaba de mucha independencia, pero Austria tenía una posición predominante. Y, se opuso a los intentos unitarios, impulsados principalmente por Prusia.
En política exterior, para Metternich lo esencial era mantener el equilibrio, y esto sólo podía lograrse con la unión de todas las monarquías europeas, en un deseo común de oponerse al avance de las fuerzas disgregadoras: nacionalismo y liberalismo. Metternich encontró la plasmación de sus ideas en la Santa Alianza, instrumento que utilizó la reacción europea para mantener el Antiguo Régimen, mediante una serie de intervenciones (España, Nápoles, Piamonte).
Revolución austriaca de 1848
Al morir Francisco I lúe elegido Fernando I (1835-48), a pesar de su escasa capacidad, pues se consideró de gran importancia hacer valer los principios de herencia en un imperio en que el único elemento común era la monarquía.
Pero ninguna reforma importante se realizó y en el interior de la Confederación empezaron a surgir núcleos locales de oposición, basados sobre todo en reivindicaciones nacionalistas: en Hungría. Croacia, Serbia, Bohemia. Y, en Alemania a partir de 1840, empieza a manifestarse una fuerte oposición, que estallará abiertamente en la Revolución de 1848.
Los acontecimientos revolucionarios obligaron al emperador a abdicar en Francisco José (1848- 1916) y demostraron la escasa consistencia del imperio austríaco, que si logró recuperarse fue gracias al apoyo que le prestó el ejército, que reprimió duramente la insurrección.
Pérdida de Alemania e Italia
Restablecido nuevamente el orden, Francisco José volvió a cometer los mismos errores. A pesar de que consiguió implantar de nuevo la Confederación Germánica, en contra de los deseos unitarios de Prusia, no se preocupó de asociar en el gobierno a las minorías nacionales, sino que llevó a cabo un intenso programa de germanización y de fortalecimiento del absolutismo.
La pérdida de Lombardía (1859) le indujo a implantar un sistema federalista, pero, ante la oposición que provocó, lo sustituyó por un proyecto centralista (1861), que tampoco dio satisfacción a los grupos nacionales, que empezaron a mostrarse activos en Hungría y Bohemia.
Esta política acentuó la pugna entre Austria y Prusia, que desembocó en la guerra austro-prusiana. Después de la derrota en la batalla de Sadowa (1866), se vio obligada a reconocer la disolución de la Confederación y la segregación de los estados alemanes agrupados en tomo a Prusia; también tuvo que ceder Venecia a Italia.
Austria se encontró sin Alemania e Italia, con el ejército destruido, las finanzas arruinadas y enfrentada a húngaros y a eslavos. Sólo llegando a un acuerdo con Hungría podía sobrevivir el imperio. Las negociaciones con Hungría concluyeron con el compromiso de 1867. Francisco José reconocía la independencia de Hungría y aceptaba ser coronado rey. Y, ejercer el poder ejecutivo asistido por un ministro húngaro; política exterior, guerra y finanzas estarían a cargo de un Ministerio del Imperio.
Monarquía austro-húngara
El Estado dualista que surgió del compromiso de 1867 era en teoría una monarquía constitucional, pero en la práctica Francisco José gobernó casi siempre a base de decretos y apoyándose en la Iglesia, el ejército, la burocracia y la policía, puntos de apoyo tradicionales de los Habsburgo.
Francisco José I gobernó sucesivamente con el partido centralista alemán, representante de la burguesía de las grandes ciudades, y con el partido federalista católico, que representaba los intereses de la aristocracia. Ninguno de estos partidos logró resolver el arduo problema de las nacionalidades. En Bohemia surgió el partido nacional checo, que exigió un trato semejante al de Hungría, sin que se diera satisfacción a sus reivindicaciones.
El establecimiento del sufragio universal en el año 1906 no consiguió frenar las aspiraciones de estos grupos, y el antagonismo germano-eslavo fue acentuándose en los primeros años del siglo XX.
Para los húngaros el problema de las nacionalidades se planteó con la misma intensidad. Más reacia a concesiones que Austria, Hungría adoptó rigurosas medidas para eliminar los movimientos nacionalistas en los Balcanes, y en consecuencia la lucha de los serbocroatas fue adquiriendo tintes más violentos.
Pero incluso Hungría soportó difícilmente las restricciones que le imponía la monarquía dualista y el partido de la independencia húngaro exigió un ejército nacional. La guerra contra Serbia, principal potencia balcánica, y contra Rusia, su protectora, se ofreció a Francisco José como la mejor solución para salvar la monarquía.
El asesinato del archiduque Francisco Femando y de su esposa (28 junio 1914) fue el motivo esperado, y el 28 de julio siguiente, contando con el apoyo de Alemania, declaró la guerra a Serbia. Los esfuerzos de conciliación de Gran Bretaña fracasaron y el 3 de agosto la doble monarquía se hallaba en guerra con Rusia y Francia y sus aliados.
Primera República austríaca y el Anschluss
El 12 de noviembre de 1918 se proclamó en Austria la República; desmembrado el imperio a causa de la derrota, el territorio del país quedó limitado a las estrechas fronteras actuales. La vida política de la nueva República, que en 1920 se organizó bajo una Constitución federal, se vio dominada por el enfrentamiento entre el partido socialista (que tenía su baluarte en Viena) y el partido socialcristiano, de carácter conservador.
La crisis económica mundial repercutió gravemente en la frágil economía austríaca. Desde 1930 las posiciones políticas se radicalizaron y los socialcristianos se enfrentaron con los socialistas por un lado y con las nuevas formaciones nacionalistas por otro. El canciller Dollfuss prohibió el partido nazi (1933). Suprimió las milicias socialistas cuando éstas fueron acorraladas en los barrios rojos de Viena (1934). Y, trató de apoyarse exclusivamente en los socialcristianos y sus formaciones paramilitares.
Todo ello, para formar un Estado conservador y católico de organización corporativa, según la nueva Constitución promulgada el 1 de mayo de 1934, obra de Dollfuss y de Otto Ender. Austria era un “Estado corporativo, autoritario, cristiano-alemán”. Se produjo luego una conjura nazi (asesinato de Dollfuss, julio de 1934) destinada a unir Austria a la Alemania hitleriana (política del Anschluss). Que acabó en fracaso a causa de la oposición italiana.
En 1938 el canciller Schuschnigg (que en julio de 1936 había ya firmado un acuerdo con Hitler en el que reconocía que Austria era “un estado alemán”), abandonado por Italia y las democracias occidentales, carecía de fuerza para oponerse a las exigencias alemanas.
El 11-12 de marzo de 1938 las tropas del III Reich ocuparon Austria sin oposición. Consumando así el Anschluss, tradicionalmente deseado por un sector importante de la opinión austríaca. Desde 1939 a 1945, durante la II Guerra Mundial, Austria se constituyó, con el nombre de Ostmark, en una provincia alemana, y todas sus reservas económicas fueron utilizadas para sufragar las necesidades bélicas de Alemania.
Segunda República
Las tropas soviéticas ocuparon Viena en la primavera de 1945. Austria quedó sometida a la administración cuadripartita de las potencias vencedoras. Sin embargo, desde aquel mismo año, tras la celebración de unas elecciones, empezó a funcionar un régimen republicano controlado por los ocupantes.
Y, en 1955 un tratado, garantizado por la Unión Soviética y las potencias occidentales, consagraba la total independencia de la República Austríaca. Se comprometía por su parte a permanecer neutral y a renunciar a toda unión con Alemania. El país fue gobernado por una coalición del Partido Popular (de inspiración católica) y del Partido Socialista entre 1945 y 1966, año en que el primero, encabezado por Joseph Klaus, pasó a gobernar en solitario.
Entre 1970 y 1983 los socialdemócratas mantuvieron la hegemonía del poder. B. Kreisky estuvo al cargo del Gobierno; pero a partir de 1983 se formó un Gobierno de coalición entre los socialdemócratas y los conservadores.
En 1989 Austria solicitó el ingreso en la Comunidad Europea, que se hizo efectivo en 1995. El tradicional Gobierno de coalición que ha gobernado el país en los últimos decenios, y que ha conseguido que el país accediera a la moneda única europea, ha sucumbido en los últimos años ante el avance de la extrema derecha xenófoba. Logró entrar en el Gobierno en el año 2000, a pesar de la presión internacional.
Historia de la bandera de Austria
En el año 1191 Leopoldo V, duque de Babenberg, pugnaba heroicamente contra los musulmanes en la toma de Acre (actualmente Israel). Fue una batalla muy dura y la sangre se esparcía por doquier. La bella túnica blanca del duque estaba manchada de sangre, excepto la parte central protegida por un cinturón. Al final del combate, Leopoldo V agitó jubilosamente su túnica. Según la leyenda, este es el origen de los colores de la bandera austríaca.
En 1230 los colores blanco y rojo aparecieron sobre el sello del duque de Austria, Federico II de Babenberg. Desde 1786 la bandera bicolor es oficial en este territorio centroeuropeo denominado Ósterreich (“reino oriental”) desde el año 996. Bajo la dinastía de los Habsburgo, establecida en el siglo XIII un águila negra adornaba la bandera del gobierno y del ejército.
Con la llegada de la república en 1919, se adoptó de forma definitiva la bandera roja-blanca-roja. Pero entre 1938 y 1945 Austria, anexionada por el Tercer Reich alemán, se vio sometida a los designios de la cruz gamada nazi.
Historia de otros países
Origen de Malta Origen de Checoslovaquia Origen de Albania Origen de Malasia
¿Quieres saber más sobre historia de los países?
Desde CurioSfera-Historia.com, esperamos que esta reseña histórica titulada Historia de Austria, te haya sido de utilidad. Si quieres acceder a más artículos históricos, visita la categoría de historia. Y si te ha gustado, puedes dejarnos un comentario.