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Historia del suministro de agua potable

El abastecimiento humano de agua potable revistió dos aspectos según las épocas históricas. El abastecimiento propiamente dicho, hasta la Revolución Industrial, y tras el comienzo del siglo XX, el abastecimiento y la potabilidad del agua al mismo tiempo. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia del agua potable y cómo ha sido su evolución con el paso del tiempo.

Ver el origen de los primeros pueblos

Origen del suministro de agua potable

Los primeros inventos en este ámbito son muy antiguos y anónimos. Las civilizaciones del valle del Indo, y fundamentalmente la de Mohenjo-Daro, desde mediados del III milenio a. de C., se ocupó de abrir pozos (sin duda los más antiguos que se conocen) y de asegurar su higiene cubriendo sus paredes con ladrillos.

Dos milenios más tarde, los griegos instalaron redes de distribución de agua, de albañilería y de tierra cocida. La primera para depósitos de reserva, la segunda para las conducciones. Esta es otra invención que hay que apuntar al genio griego, incluso aunque hayan sido los romanos quienes hicieron el desarrollo técnico.

Historia del agua potable

Igualmente hay que apuntar al ingenio griego la invención del primer sistema conocido de distribución de agua por presión atmosférica, que se encuentra en Pérgamo y que data del siglo II a. C. Un acueducto conducía el agua desde una altura de 360 metros aproximadamente a un depósito de distribución, a una altura de unos 120 metros aproximadamente. Desde allí, el agua se conducía a través de una red de canales de tierra cocida hacia las fuentes públicas, los aljibes, los baños y las casas privadas.

Grandes precursores de las conducciones de agua

A los ro­manos les gustaba mucho el agua y los baños. Con­sumían unos 200 litros de agua por persona al día, lo que es más o menos equi­valente al consumo de agua en las civilizaciones industriales contemporáneas. Cifra que no se repitió en otras épocas.

Desde el año 312 a. de C., constru­yeron grandes acueductos para llevar agua a Roma desde los manantiales de las montañas cer­canas. En el año 305, esto es, seis si­glos más tarde, sólo a la ciudad de Roma la abastecían catorce acueductos. El resto del imperio también se beneficiaba de tales obras de arquitectura, que se extendieron también al resto de la ingeniería civil. La caída del imperio supu­so el fin de los trabajos de este tipo.

Suministro del agua potable en la Edad Media

Además de muchas otras miserias, la Edad Media sufrió también problemas de abasteci­miento de agua potable. Las gentes se procuraban agua allí donde podían, fundamental­mente en los ríos que, por otro lado, también servían de desa­gües. Así se dibujan claramente los dos aspectos críticos de abastecimiento de los centros urbanos de agua: la necesidad de un abastecimiento suficiente y regular y la potabilidad de agua.

El primero de ellos fue el que antes reclamó atención con urgencia, pero hasta 1582 no se decidió el abastecimiento. Este fue el año en el que el holandés Peter Monee instaló en Londres la primera turbina hidráulica para abastecer la ciudad con agua del Támesis.

Suministro de agua potable en la Edad Moderna

El ejemplo fue fértil, ya que, a principios del siglo XVIII, se construyó incluso un acueducto en México. La primera ciudad, tras las griegas, que fue dotada con un sistema de distribución de agua por canalizaciones fue también Londres (Inglaterra), donde una compañía privada construyó, en 1619, una red de abastecimiento de agua a casas particulares.

En 1761, la llegada del vapor permitió ampliar esa red no sólo en Londres, sino también en muchas otras ciudades, gracias a la energía que se acababa de conquistar. De todos modos, conviene señalar que hasta 1853 París no siguió el ejemplo de Londres, ni tuvo una compañía de distribución, la Compañía General de Aguas.

Primeras depuradoras de agua

La suma de la expansión industrial y el crecimiento de las poblaciones urbanas y el consumo de agua de río llevó a que las gentes bebieran agua contaminada. Esto tardó mucho tiempo en remediarse, porque aún no se había descubierto el papel de los gérmenes y los médicos que creían que las enfermedades se extendían por falta de “mias­mas”, se oponían a menudo con fuerza a los que sostenían que se transmitían por agentes físicos contagiosos.

De ahí el mérito del inglés James Simpson, que en 1829 instaló en Londres el primer sistema conocido de depuración de aguas. Simpson utilizó y reinventó el método de filtración lenta a través de bancos de arena.

Únicamente intentaba proporcionar un agua relativamente limpia, pero en 1854 su compatriota John Snow probó que la epidemia de cólera que arrasaba la capital tenía como punto de partida un pozo contaminado. Al año siguiente la ciudad de Londres, que era la más avanzada del mundo en materia de higiene, impuso el filtrado previo de todas las aguas de río.

Tras la demostración formal de Louis Pasteur de la responsabilidad de los mi­crobios en las enfermedades, se buscaron métodos activos de es­terilización del agua, cloración, nitrificación, denitrificación, ozonización, filtración con car­bón activo. Fue la cloración la que obtuvo los favores, por su simplicidad. La ozonización, descubierta en 1783 por el holan­dés Martinus van Marum, no fue adoptada hasta el siglo XX.

La filtra­ción activa sólo logró imponerse tardíamente, fundamentalmente tras una epidemia de cólera que estalló en Hamburgo, en 1892, cuando la ciudad ya disponía de métodos de filtración pasiva, que se mostraron incapaces de purificar el agua del río Elba, altamente contaminada. Sin embargo, hasta 1850, dieciséis ciudades americanas tenían únicamente cisternas municipales para abastecerse de agua potable. Hasta la mitad del siglo siguiente no se extendió el sistema de distribución.

La distribución de agua potable, esencial para la vida en sociedad, solamente se había beneficiado de una invención real, desde los trabajos de la Antigüe­dad e incluso de la alta Antigüe­dad: el filtrado pasivo de Simp­son. El resto de su evolución fue dictada por los trabajos de Pas­teur y por la adaptación de los métodos de purificación conocidos desde hacía cierto tiempo, así como su puesta a punto colectiva.

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