Juana de Arco (1412 – 1431), también conocida como la Doncella de Orleans o Santa Juana de Arco, fue una campesina francesa. Muy religiosa, es considerada una heroína nacional en Francia por su implicación en la fase final de la Guerra de los Cien Años. Afirmaba tener visiones con el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, que le ordenaron ayudar a Carlos VII a librar al país de la dominación inglesa. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la biografía de Juana de Arco.
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Contexto histórico
Los reyes de Inglaterra reclamaban la corona de Francia y desde hacía tres cuartos de siglo ambos países estaban empeñados en una contienda que habría de llamarse la guerra de los Cien Años. Gran parte del territorio francés se encontraba bajo el dominio del duque de Borgoña, Juan Sin Miedo, que había renegado de su sangre aliándose con los ingleses y reconociendo a Enrique V de Inglaterra como rey de Francia.
El descalabro francés se había iniciado en 1415 con la batalla de Azincourt, quizás la más sanguinaria de la época. En ella pereció la flor y la nata de la caballería gala, dejando diez mil hombres sobre el campo. Los ingleses resultaron vencedores y obligaron a firmar a los derrotados el tratado de Troyes, que equivalía a la muerte de la corona francesa.
Catalina, hija del rey de Francia Carlos VI, se había casado con el monarca inglés Enrique V. En 1422 los dos reyes murieron. El heredero inglés, Enrique VI, era un niño de diez meses que asumió también la corona de Francia, siendo representado en París por un regente, el duque de Bedford.
Por su parte. Carlos VI, el rey demente, dejaba el trono a su hijo Carlos, enclenque, enfermizo y declarado ilegítimo por su propia madre, Isabel de Baviera. El delfín, detestado por los borgoñeses, parecía condenado a no ceñir nunca la corona de su país y a presenciar impotente cómo su reino pasaba a manos de los ingleses.
Entretanto, no había moneda, ni justicia, ni policía. Los habitantes de los pueblos habían de protegerse a sí mismos y tener preparados refugios en los bosques. Bandas de soldados hambrientos erraban por los caminos exigiendo rescates y saqueándolo todo. Sólo un milagro podía resolver la situación en favor de los franceses, y ese milagro iba a producirse en la pequeña aldea de Domrémy.
Nacimiento y familia
Juana de Arco nació el 6 de enero de 1412 en Domrémy, en la región francesa de Lorena. Su padre se llamaba Jacques d’Arc. Posiblemente de este apellido derivó tiempo después a “de Arco”. Sus padres, campesinos de modesta condición, tuvieron cinco hijos, la penúltima de los cuales era Juana, a la que llamaban Jehanne.
Desde muy pequeña se ocupó de las labores del campo y de los menesteres caseros, de modo que no tuvo tiempo de ir a la escuela, ni aprender a leer ni escribir. Su madre se encargó de iniciarla en las reglas del comportamiento honesto y le enseñó el padrenuestro, el avemaría y el credo. Con esto dio por terminada su instrucción. El fruto fue una joven analfabeta, pero profundamente devota y propensa a arrodillarse y rezar en todo lugar y ocasión propicios.
Los caóticos tiempos que sacudían Francia eran también perceptibles en Domrémy, pues junto a la aldea discurría el antiguo camino romano que cruzaba el río Mosa uniendo las tierras de Bélgica, Borgoña y Renania. Las bandas de hombres armados y frailes peregrinos que transitaban esa ruta se detenían con frecuencia y hablaban de los crímenes y saqueos que habían presenciado.
Las primeras apariciones
Al cumplir trece años, Juana comienza a oír las famosas «voces y apariciones» de las que tanto se hablará posteriormente en su juicio. Un soleado día de junio, encontrándose en el jardín de su casa, una intensísima luz la envuelve y el arcángel San Miguel, patrón del delfín Carlos, se aparece ante ella vestido de caballero. Anunció que Santa Catalina y Santa Margarita le acompañarán en próximas apariciones para darle instrucciones según la voluntad de Dios.
En efecto, en los tres años siguientes las dos santas conversarán con ella a menudo. La invitaban a comportarse honestamente y la aleccionaban en temas religiosos. Por fin, cuando Juana acaba de cumplir diecisiete años, el arcángel comparece de nuevo para ordenarle ir en auxilio del delfín (Carlos VII) y liberar la ciudad de Orleans, sitiada por los ingleses. Sus palabras fueron:
“Ve a buscar a Robert de Baudricourt, jefe de la fortaleza de Vaucouleurs. Él te proporcionará soldados para cumplir tu misión. Se negará al principio, pero cederá a la tercera tentativa. Yo te protegeré y te conduciré a la victoria.”
Visita a Baudricourt
Sin decir nada a sus padres, Juana se dirigió a Vaucouleurs, lugar situado a dieciséis kilómetros de su aldea, en compañía de un tío suyo. Una vez allí se presentó a Baudricourt, que la tomó por loca, le propinó dos sonoras bofetadas y ordenó a su acompañante que la llevara de regreso a casa. Pero en Domrémy las voces y las apariciones se repitieron insistentemente.
Tras una segunda intentona fallida en la que también fue despedida, aunque esta vez más cortésmente. Juana repitió la visita el 12 de febrero de 1429. El señor de Vaucouleurs había escrito a Chinon, en cuyo castillo residía el delfín, anunciando que una muchacha de su feudo tenía visiones celestiales y pretendía ser capaz de liberar Orleans y hacer coronar al heredero en Reims.
La respuesta fue clara: en aquellos momentos angustiosos era preciso escuchar a todo aquel que hablase de valor y de resistencia. Así pues en su tercera visita Juana fue atendida. Primero, como medida preventiva, fue sometida a una sesión de exorcismo en presencia de varios testigos.
Como quiera que la muchacha no se moviera ni pronunciara palabra sacrílega alguna, el oficiante concluyó que su alma estaba limpia y que las voces que oía no eran diabólicas. Impresionado por la firmeza de Juana y deslumbrado por el aura milagrosa que la rodeaba, Baudricourt accedió a proporcionarle la guardia militar solicitada.
Entrevista con el príncipe
Juana de Arco se hizo cortar el cabello como un varón y, animada por las voces que le repetían «jAvanza sin temor!» emprendió camino hacia Chinon. El delfín Carlos, un joven tímido y vacilante marcado por la traición de su madre y la locura de su padre, y acosado por sus poderosos enemigos, la recibió recurriendo a una treta para desconcertarla.
Cuando Juana la campesina entró en el salón de honor, magníficamente iluminado por antorchas y lleno de cortesanos, el delfín se hallaba oculto entre éstos, modestamente vestido. Juana, sin titubear, se dirigió hacia él y se arrodilló. Entonces, Carlos señaló a otro de los presentes y dijo: «Aquel es el rey.» Juana no se dejó engañar y repuso: «En el nombre de Dios, noble príncipe, el rey sois vos y nadie más.»
Juana expuso sin rodeos la misión que estaba llamada a cumplir: derrotar a los ingleses y con seguir que el delfín fuese coronado en la catedral de Reims. Carlos habló largamente con la joven y su rostro resplandeció ante sus respuestas. Sin embargo, indeciso como era, temió que Juana fuese instrumento de alguna potencia diabólica y la hizo interrogar por ciertos clérigos eruditos de Poitiers. Días después, impacientada por tantas precauciones y demoras, Juana se dirigió al delfín con palabras reveladoras de una extraña y previsora sabiduría:
«Sólo viviré un año y un poco más. En este tiempo debemos realizar una gran obra. Los guerreros lucharán y Dios dará la victoria.»
Carlos, por una vez diligente, reunió un ejército e hizo confeccionar para Juana una armadura de acero bruñido hecha a su medida. Luego, ella pidió que fuesen a buscar una espada de la que nadie había oído hablar en una capilla consagrada a Santa Catalina. Sobre la hoja debían encontrarse grabadas cinco cruces.
La espada fue encontrada y era en efecto tal como ella la había descrito. Vieja y completamente herrumbrosa, bastó que el armero del rey la limpiase ligeramente y que Juana la tomase en su mano para que volviera a brillar como si fuese nueva.
La liberación de Orleans
A partir de ese momento, Juana de Arco desempeñó su misión divina con sorprendente celebridad y prodigiosa eficacia. Primero fue la liberación de Orleans, plaza decisiva en los planes ingleses de abrirse paso hacia el valle del Loira.
Los ingleses habían construido alrededor de la ciudad una docena de baluartes inexpugnables para proceder al asedio, que duraba ya seis meses. Uno de esos bastiones estaba defendido por una gran muralla de piedra reforzada con poderosas torres. Juana dictó una carta e hizo que la lanzaran por encima de la muralla. En ella se decía:
«El Rey de los Cielos os envía por mí, Juana la Doncella, orden y aviso de que abandonéis los fuertes y regreséis a vuestro país. Si no lo hacéis, lanzaré contra vosotros un grito de guerra que será recordado eternamente.»
Luego, la batalla dio comienzo y se prolongó por espacio de varios días. Arengados por los gritos de la Doncella, los soldados lucharon como posesos. En cuanto a los capitanes franceses, descontentos al principio con aquella mujer que pretendía enseñarles a ellos, maestros del oficio, el modo de hacer la guerra, acabaron por rendirse a la evidencia: aquel menudo ser era capaz de proezas que ellos ni siquiera soñaban.
Durante una de las escaramuzas, Juana fue alcanzada en el pecho por la flecha de un arquero. Cuando la retiraron del campo de batalla, ella misma se arrancó la saeta. Las trompetas empezaron a tocar retirada, pero la Doncella se incorporó como arrebatada por una energía sobrenatural y volvió a lanzarse al combate.
Ese día, todos los bastiones cayeron y Orleans fue liberada del cerco. Sólo después de recorrer las calles de la ciudad entre el repicar de campanas, Juana se hizo vendar su herida y tomó alimento: cinco rebanadas de pan mojadas en vino viejo y agua. Así fue como una niña de diecisiete años cambió el curso de la guerra de los Cien Años.
Reims y París
Tras la victoria, Carlos volvió a sus vacilaciones. Aunque le obsesionaba el sueño de la coronación, no se decidía a realizarlo y demoraba su decisión reuniéndose una y otra vez con sus consejeros. De nuevo, Juana intervino persuadiéndole de que sólo si ceñía la corona en Reims se consolidaría la unidad de Francia y quedarían burladas las pretensiones de Inglaterra.
Al fin, el 17 de julio de 1429, Carlos se dirigió a la catedral de Reims al frente de un espléndido cortejo. Junto al trono estaba Juana. Cinco meses después de salir de Domrémy, su misión estaba cumplida.
En los días siguientes, Juana de Arco intervino en una serie de campañas para el recién estrenado rey. Sin embargo, su estrella pareció declinar y abandonarle: fue derrotada a las puertas de París. Carlos VII empezó a retirarle su apoyo y sus ya familiares voces sobrenaturales le anunciaron que iba a ser apresada por el enemigo.
Captura
En mayo de 1430 Juana cayó prisionera cuando se disponía a defender Compiègne, amenazada por el duque de Borgoña. Su rey no movió un dedo para ayudarla. Los clérigos de la Universidad de París, simpatizantes de los borgoñones, solicitaron que Juana fuese entregada al obispo de Beauvais, Pierre Cauchon, hombre astuto y ambicioso vendido a los ingleses.
De esta forma, el proceso inquisitorial que se preparó contra ella en Rouen tendría un carácter religioso y no político. Cauchon eligió con habilidad entre sus amigos los jueces eclesiásticos que formaron el tribunal.
Además, nadie osó enfrentarse a la autoridad del obispo aceptando defender a Juana, con lo que aquella campesina analfabeta de diecinueve años se encontró sola frente a un impresionante tribunal formado por eruditos en leyes humanas y divinas.
La celda en que fue encerrada era oscura y húmeda. Para impedir cualquier intento de evasión se la sujetó con pesadas cadenas por el cuello, tobillos y muñecas. Primero se la sometió a un examen para verificar su virginidad, que de resultar negativo habría sido una prueba concluyente de brujería. Al comprobarse la doncellez de Juana, se pensó en entregarla a la soldadesca, lo que fue evitado en última instancia por la duquesa de Bedford, esposa del regente inglés.
El juicio
Los interrogatorios se iniciaron el 21 de febrero de 1431. Preguntas y respuestas fueron consignadas por escrito. Juana, llena de paciencia, juventud, ingenuidad y fe, empezó a impacientar a sus jueces sin contradecirse jamás ni contestar al margen de la más pura ortodoxia. Había oído voces y nadie tenía la obligación de creerla.
A las preguntas sucedieron las amenazas y a éstas las humillaciones. Se le privó de los sacramentos y fue conducida a la sala de tortura, en un intento de que la visión de potros, embudos, ganchos y tenazas quebrasen su resistencia. Pero Juana no se desdijo de sus declaraciones ni negó que hubiera conversado con los santos.
El 23 de mayo, en sesión solemne, se leyó a la prisionera una nueva amonestación para que reconociese sus errores. Juana respondió: «Aunque viera la leña encendida y al verdugo al lado, no diría otra cosa que la que ya he dicho y sostendré hasta la muerte.» «¡Responsio superba!» (Una respuesta orgullosa), anotó el escribano al margen de la página.
De vuelta a la celda. Juana fue entregada a tres hombres que la torturaron, le pegaron hasta hacerla derramar abundante sangre y probablemente abusaron de ella. Cuando Cauchon volvió a verla, apenas pudo reconocerla. La Doncella tenía el rostro tumefacto y un constante temblor agitaba su cuerpo. Ante la pregunta de si había vuelvo a oír las voces, Juana contestó:
«Las he oído. Me han dicho: «Serás condenada en la hoguera pero salvarás tu alma». Es cierto que Dios me ha enviado. Si dijera, como vos queréis, que Dios no me ha enviado, mentiría.» «¡Responsio mortífera!» (Respuesta mortal), anotó el escribano.
El 29 de mayo de 1431 el tribunal la condenó a ser quemada viva por reincidir en la herejía. La sentencia se haría efectiva al día siguiente.
Muerte
Juana de Arco murió el 30 de mayo de 1431 en Ruan (noroeste de Francia). Con tan solo diecinueve años, fue quemada en una hoguera acusada de herejía. Por la mañana fue llevada al Vieux-Marché (Mercado viejo) de Ruan en una carreta. Una vez leída públicamente su sentencia, en lugar de ser entregada al alguacil de Ruan, fue entregada a los ingleses.
La multitud esperaba. Juana pidió una cruz, pero nadie tenía ninguna. Un soldado improvisó una pequeña cruz que ella besó y colocó junto a su pecho. Fue atada en una alta columna de yeso y comenzó a rezar en voz alta entre sollozos. El capellán leyó la oración de los agonizantes. El fuego prendió en los haces de leña y se elevó de golpe. El humo ocultó el cuerpo de Juana a los ojos de la muchedumbre. Se oyó entonces un grito desgarrador.
El verdugo, súbitamente enloquecido y temeroso de ser maldito por haber matado a una santa, echó a correr despavorido. Con la antorcha humeante en la mano, y saltando sobre la baranda del puente, se arrojó al río Sena.
Nuevo juicio, beatificación y canonización
El 15 de febrero de 1450, el rey Carlos VII ordenó a Guillaume Bouilléque, antiguo rector de la Universidad de París y teólogo, que realizara una investigación sobre el proceso inquisitorio que se había realizado a Juana de Arco. La conclusión fue que el juicio fue injusto y arbitrario.
En 1452, el cardenal Guillaume d’Estouteville realizó una nueva investigación. Tras numerosas indagaciones y entrevistas con testigos del juicio, se dictaminó que el juicio no había sido imparcial. El 7 de noviembre de 1455, gracias a nuevo Papa Calixto III, se inició un nuevo juicio en la Catedral de Notre Dame. Se le llamaría “juicio de rehabilitación” o “juicio de anulación”.
El juicio finalizó el 7 de julio de 1456 en la catedral de Ruan. El tribunal expuso que el juicio original a Juana de Arco había sido engañoso e injusto. La acusación de Juana, su ejecución y sus consecuencias fueron declaradas nulas. También se decretó que en el lugar donde fue quemada se levantara una cruz en su memoria.
Finalmente, en 1909 la Doncella de Orleans fue beatificada y el 16 de mayo de 1920, fue canonizada por el Papa Benedicto XV como santa de la Iglesia Católica. Desde ese momento sería Santa Juana de Arco.
Legado
La vida de Juana de Arco bien pudiera ser una ficción imaginada por el desconocido autor de un poema épico en el que una humilde pastorcilla oye voces sobrenaturales y, guiada por ellas, decide salvar a su patria para acabar ignominiosamente procesada y quemada en la hoguera.
Sin embargo, los franceses saben mejor que nadie que aquella simple campesina fue real y obró prodigios tales que acabaron por convertirla en heroína oficial de Francia. Aun aquellos que vieron en ella una neurótica víctima de las alucinaciones o una joven ingenua engañada por los curas, no pudieron ocultar la admiración que les suscitaba la Doncella.
Por ejemplo, el escritor Anatole Frunce, librepensador y anticlerical, escribió: «Dio su vida por una idea, sobrevivió a su causa y su devoción permanece como ejemplo imperecedero. Sufrió el martirio, sin el cual nada de grande ni de útil han fundado los hombres en el mundo. Ciudades, imperios y repúblicas se basan en el sacrificio. No carece, pues, de motivo ni de justicia que Juana haya llegado a ser el símbolo de la patria en armas.»
Cronología de la vida de Juana de Arco
A continuación puedes encontrar un resumen de la biografía de Juana de Arco en forma de cronología o línea del tiempo (timeline). Así no te perderás ningún acontecimiento o hito importante de la vida de Santa Juana de Arco:
- Año 1412: Nace Juana de Arco en Domrémy, pueblecito de la Lorena francesa.
- Año 1425: Comienzan a aparecérsele San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita.
- Año 1428: El arcángel San Miguel le ordena socorrer al delfín y liberar la ciudad de Orleans.
- Año 1429: Juana visita por tres veces a Roben de Baudricourt para pedirle ayuda. Por fin es recibida por el delfín en el castillo de Chinon. En mayo libera Orleáns. En junio derrota a los ingleses en Palay. El 17 de julio coronación de Carlos VII en Reims. En septiembre es derrotada tras asediar París.
- Año 1430: En mayo Juana cae prisionera de los ingleses.
- Año 1431: El 21 de febrero se inicia su proceso por herejía, presidido por el obispo Cauchon. El 29 de mayo es condenada a la hoguera. El 30 de mayo se cumple la sentencia.
- Año 1450: Carlos VII revisa el proceso para rehabilitar su memoria.
- Año 1456: El papa Calixto III anula la sentencia de Cauchon.
- Año 1909: Juana de Arco es beatificada.
- Año 1920: Juana de Arco es canonizada.
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Fuentes y bibliografía
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– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: JULIO DE 2022