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CurioSfera Historia

Saladino

Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, más conocido en Occidente como Saladino (1137 – 1193), fue sultán de Síria y Egipto, y uno de los más grandes gobernantes del mundo islámico. Excelente estratega militar, muy diplomático y benevolente, combatió con éxito contra los ejércitos cristianos en las cruzadas hasta conquistar Jerusalén. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la biografía de Saladino.

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Nacimiento y familia

Saladino nació el 2 de febrero de 1138 en Tikrit (actual Irak). Se desconoce el nombre de su madre. Pero su padre fue Najm-ad-Din Ayyūb, el gobernador de la ciudad. Precisamente, la vida de su padre y de su tío Asad al-Din Shirkuh, marcaría en gran manera la vida de Saladino.

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Ilustración de Saladino de 1162

Ayyūb y Shirkuh eran hijos del jefe de una tribu nómada originaría de la montañas del Kurdistán. Salvajes y duros, estos montañeses se habían convertido a la doctrina de Mahoma tras la caída del Imperio Persa, como tantos otros pueblos asiáticos y africanos. Era usual entre los kurdos que los jóvenes fueran enviados a servir a los diferentes caudillos árabes para que hiciesen fortuna. Así fue como los dos hermanos se trasladaron a Bagdad para entrar en la guardia mercenaria del califa.

Su rectitud, su fuerza y su inteligencia llamaron la atención de los ministros, que les confiaron delicadas misiones. Bien pagados y en contacto con la civilización, los jóvenes ya no quisieron regresar con su padre. Ayyūb, el mayor, fue nombrado gobernador de la pequeña ciudad de Tekrit. Allí tuvo, en el año 1138, producto de una efímera aventura, un hijo al que llamó Saladino.

Poco después, Shirkuh sostuvo un altercado con un oficial, al que mató. A consecuencia de este hecho, los dos hermanos fueron destituidos de sus cargos y se refugiaron junto a Zenquis, rey de Alepo, quien no tardó en apreciar las cualidades de los nuevos reclutas.

Zenquis era uno de los más encarnizados enemigos de los cruzados, establecidos en Jerusalén y bastiones de la Cristiandad en el Oriente Medio. Para entonces, la guerra entre los reinos musulmanes y los Estados cristianos incrustados en sus territorios era ya permanente.

En 1146, dos años después de que Zenquis arrebatara a los occidentales la ciudad de Edesa, San Bernardo propuso acometer una Segunda Cruzada. La inminencia de un huracán europeo más terrible que el de 1099 aterrorizó al mundo árabe. Sin embargo, los príncipes cristianos malgastaron sus fuerzas en vanas disputas y la empresa fue un fracaso.

Juventud

Saladino tenía nueve años cuando Zenquis fue asesinado. Su hijo Nur-ed-Din le sucedió, siguiendo sus pasos y renovando el espíritu de la djihad, la guerra santa coránica, entre sus súbditos. Inmerso en este espíritu, entre proclamas y desfiles militares, iba a crecer Saladino.

En 1154, cuando Nur-ed-Din se apoderó de Damasco. Saladino acababa de cumplir los dieciséis años de edad. Era un joven silencioso y nervudo, ágil y ya extraordinariamente diestro en el manejo de las armas. De entre todos sus rasgos sobresalían sus ojos profundamente negros, en los que se adivinaba una energía interior arrolladora y una inteligencia sutil y refinada. De ambas cualidades iba a dar prueba a lo largo de su vida.

Carrera militar

Saladino no tardó en incorporarse a las huestes de Nur-ed-Din como lugarteniente de su tío Shirkuh. La primera gran campaña en la que participó Saladino fue también el inicio de su fulgurante ascenso.

Nur-ed-Din envió en 1164 un ejército comandado por Shirkuh y Saladino (tío y sobrino) a Egipto, con objeto de apoderarse de un valioso territorio que no se había visto envuelto en los disturbios de la reconquista cristiana. El sultán de Egipto, incapaz de ofrecerles resistencia, pidió auxilio a Amaury, rey cristiano de Jerusalén, que acudió inmediatamente con sus soldados.

Durante cinco años, ambos bandos guerrearon y pactaron armisticios sucesivamente, llegando en ocasiones a confraternizar mostrándose sus armas y contándose sus proezas. Saladino, excelente consejero de Shirkuh, consiguió alternar victorias y tratados según le convenía.

Ascenso al poder

Tras la muerte de su tío Shirkuh, en 1169 Saladino se convirtió en visir de Egipto bajo la lejana soberanía de Nur-ed-Din. Todo gracias a que convenció a Amaury de la necesidad de mantener relaciones de buena vecindad con el nuevo soberano de la tierra de los faraones.

Qué pasó con Saladino

Fue entonces cuando la fortuna le sonrió de nuevo: Nur-ed-Din murió el 15 de mayo de 1174, dejando como heredero a un hijo menor de edad, y Amaury Falleció también el 11 de julio del mismo año, siendo sucedido por un muchacho de trece años, Balduino IV, que padecía lepra.

Actuando con tanta rapidez como sentido de la realidad, Saladino se apoderó de Damasco y de todas las plazas fuertes de Siria. persiguió al hijo de su antiguo soberano hasta Alepo, convirtiéndose en emperador de Siria y Egipto; era el nuevo azote de los cristianos.

Saladino, Balduino y Reinaldo

Una figura de la talla de Saladino había de tener un antagonista poco corriente. Balduino IV, el nuevo rey de Jerusalén, era casi un niño y estaba enfermo de lepra desde los cinco años. Poseía, sin embargo, una voluntad férrea, y era tan hábil como su oponente.

Mientras reinó, su principal preocupación después de Saladino iba a ser uno de sus vasallos, Reinaldo o Renaud de Châtillon, un aventurero incorregible que poseía un castillo en el desierto. Renaud atacó en más de una ocasión a Saladino, violando los armisticios suscritos por los dos soberanos y obligándoles a emprender las hostilidades muy a su pesar, pues ambos se respetaban y profesaban mutua admiración.

Hasta después de la muerte del rey leproso, las batallas que Saladino y Balduino IV libraron en Palestina nunca se decidieron claramente a favor de ninguno de los dos bandos.

En agosto de 1183, Saladino reunió en Damasco un poderoso ejército con el fin de descargar sobre Jerusalén el golpe definitivo. A los cuarenta y seis años, había atesorado una larga experiencia, estaba en el apogeo de sus cualidades y gozaba de la absoluta confianza de sus hombres.

Su objetivo era la unificación de Oriente Medio bajo su mando, constriñendo así a los cristianos a abandonar el país. Balduino IV, que en aquella época ya estaba casi ciego, montó a caballo, se puso al frente de sus hombres y obligó a Saladino a esperar mejor ocasión.

Entretanto, Châtillon organizó una flotilla corsaria en el Mar Rojo y saqueó los puertos árabes, insuficientemente guarnecidos. Harto de sus desmanes, Saladino puso sitio al castillo del imprudente Renaud. Pero el rey leproso, transportado sobre una camilla, tomó el mando de una expedición de socorro y libró al aventurero.

El 16 de marzo de 1185 murió Balduino IV a los veinticuatro años. Lo hizo lamentando no continuar vivo para conocer lo que la posteridad deparaba a su digno enemigo.

La batalla de Hattin

Guy de Lusignan fue designado rey de Jerusalén. Todo lo que Lusignan tenía de apuesto, le faltaba en inteligencia: el rey leproso le había llegado a expulsar solemnemente del Consejo de la ciudad por su notoria ineptitud.

Quién derrotó a Saladino
Rendición de los cristianos en la Batalla de Hattin

Cuando Saladino sitió la ciudad de Tiberíades, los cruzados decidieron correr alocadamente en ayuda de la plaza y, tras una marcha interminable a través del desierto, hicieron alto sobre la colina de Hattin sin haber podido aplacar la sed que los abrasaba. Saladino había dispuesto su ejército de manera que la colina quedaba cercada, impidiendo a sus ocupantes aprovisionarse de agua. Al rayar el día, mandó incendiar a contraviento las hierbas secas, cuyo humo vino a hacer más insostenible la posición de los cristianos.

Guy de Lusignan y los principales barones se lanzaron a una carga desesperada para llegar a los pozos, logrando por un instante que los batallones musulmanes se replegaran, aunque sin romper sus filas. Empleando una táctica móvil y echando mano de monturas de refresco, los árabes prefirieron dispersarse para volver de nuevo al ataque a galope tendido.

Algunos cristianos lograron traspasar la línea enemiga y huir hacia la costa. El resto del ejército fue aniquilado. Los soldados de Saladino, cansados de tanto matar, agruparon a los prisioneros, desnudos bajo un sol de plomo con las manos atadas a la espalda, junto a las armas y armaduras apiladas sobre las rocas.

Ante Saladino fueron conducidos el rey Guy de Lusignan y Renaud de Châtillon. Ganada la batalla de Hattin, el sultán, siguiendo su costumbre, quiso mostrarse amable. Hizo entrar a los vencidos en su tienda y ofreció a Guy de Lusignan un sorbete de agua de rosas hecho con nieve traída expresamente del Líbano.

Después de beber, Guy tendió la copa a Renaud, pero Saladino se la arrebató y cubrió de insultos al oportunista, reprochándole todos sus incumplimientos y rapiñas. La espada del sultán se abatió sobre él. Luego los guardias le cortaron la cabeza y se la presentaron a su amo. Todos los caballeros prisioneros fueron igualmente ejecutados.

La conquista de Jerusalén

Una vez derrotado y deshecho el ejército cristiano. Saladino acabó de conquistar el país con toda tranquilidad y se encaminó a Jerusalén. Allí entabló negociaciones para rendir la plaza, actuando con moderación para no alentar con una innecesaria crueldad una nueva cruzada.

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Estatua en honor a Saladino

Después de arduas y largas discusiones, se acordó que los cristianos se retirarían de Jerusalén con sus armas a un lugar desde el que serían embarcados con plenas garantías. El día señalado en los acuerdos, Saladino hizo su entrada solemne en Jerusalén (la Ciudad Santa). Al mismo tiempo se abatía la cruz cristiana que había ordenado colocar Godofredo de Bouillon sobre el templo el Señor.

La Tercera Cruzada

Saladino era un político demasiado sutil como para ignorar que la caída de Jerusalén provocaría violentas reacciones en el bando cristiano. En efecto, las peticiones de ayuda que llegaron a Occidente suscitaron tal emoción y entusiasmo entre numerosos prelados y caballeros, que inmediatamente se organizó una nueva Cruzada. En ella iban a intervenir los principales soberanos europeos.

El primero fue el emperador alemán Federico Barbarroja, que partió de Ratisbona el 11 de mayo de 1189 con destino al Asia Menor. Pero una vez allí, cuando se disponía a descender hacía Siria con sus tropas para atacar a Saladino por retaguardia, tuvo un percance marítimo y se ahogó en Cilicia, provocando la desbandada completa de la cruzada alemana.

El rey de Francia Felipe Augusto y el rey de Inglaterra Ricardo I Corazón de León se pusieron de acuerdo pura partir en julio de 1190. Un año después, ambos se encontraban ante San Juan de Acre, pusieron sitio a la guarnición y la tomaron a los pocos días.

imperio de Saladino

Las tornas habían cambiado para los príncipes occidentales. Jerusalén volvía a estar muy cerca. Pero afortunadamente para el Islam, no tardaron en estallar las disputas en el campo cristiano. Más preocupado por los asuntos de Francia que por la Cruzada, Felipe Augusto se retiró pretextando una enfermedad.

En cuanto a Ricardo Corazón de León, jefe único ya de los cruzados, empezó por mandar degollar a tres mil prisioneros musulmanes. Tuvo algunos éxitos espectaculares que le convirtieron en ídolo de la caballería occidental y terror de los sarracenos.

Ante la fortaleza del rey de Inglaterra, Saladino decidió cambiar de táctica, replegándose hacia el interior y dejando tras de sí ciudades destruidas y campos asolados por el fuego, con objeto de que no pudieran ser ocupados por los cristianos.

A pesar de que Ricardo I estaba ya cansado y nervioso por las disputas entre franceses e ingleses, se encaminó bruscamente hacia Jerusalén. El día de Navidad de 1191 se encontraba a sólo veinte kilómetros de la Ciudad Santa. Sin embargo, inquieto por los movimientos de Saladino, que le seguía paso a paso dispuesto a aprovecharse del menor error, decidió prudentemente volver a la costa para allí reagrupar sus fuerzas.

El sultán, siempre dispuesto a combinar batallas y diplomacia, le envió inmediatamente a sus emisarios, proponiendo la paz y comprometiéndose a permitir la peregrinación a los Santos Lugares. Ricardo atendió estos mensajes, pero las negociaciones se prolongaron a lo largo de varios meses sin que se vislumbrara un final feliz. Además, los cristianos siguieron realizando incursiones por los territorios de Saladino, como la que les llevó de nuevo ante las puertas de Jerusalén en junio de 1192.

Sin embargo, temerosos de verse atacados por la retaguardia, los ejércitos de las cruzadas nunca osaron poner sitio a la ciudad. Saladino continuó dando muestras de preferir una solución negociada. En una ocasión, enterado de que Ricardo se encontraba pasajeramente enfermo le envió con un mensajero especial melocotones y sorbetes. Esta vigilante y cortés diplomacia acabó por producir sus frutos.

El 3 de septiembre de 1192, el monarca inglés, que recibía alarmantes noticias de su reino, accedió a firmar un armisticio en virtud del cual los cristianos conservaban el litoral, pero Saladino se quedaba con la gran apuesta de la lucha: Jerusalén.

El hecho de haber podido conservar la ciudad de Jerusalén fue un inmenso triunfo para el paciente sultán, y su satisfacción fue completa cuando supo que Ricardo había reembarcado el 9 de octubre, abandonando a los colonos a sus propias fuerzas en los territorios conquistados.

La tensión bélica por ambas partes había sido demasiado fuerte y, tanto humana como financieramente todos deseaban la paz y una vida que les alejara del espectro de la guerra. Era evidente que Saladino podía haber roto el pacto y recuperado lo perdido sin gran esfuerzo. Sin embargo, prefirió cumplir su palabra, organizando y consolidando el estado de cosas emanado del armisticio, reprimiendo los abusos y tratando a todos con suma benevolencia.

Esta conducta le hizo enormemente popular entre los latinos, que dejaron de ver en él al terrible enemigo y empezaron a considerarle un verdadero aliado, incluso no pocas leyendas lo hacían como un verdadero caballero cristiano.

Muerte

Durante el invierno de 1192, Saladino se encomiaba cabalgando al frente de una caravana, de regreso de La Meca, cuando la temperatura descendió bruscamente. El sultán enfermó de pulmonía y sintió que había llegado su hora. Los médicos intentaron curarle ensayando toda clase de remedios. En las mezquitas, la muchedumbre se agolpaba para suplicar su curación.

También en algunas iglesias, grupos de cristianos rezaban por él. Pero Saladino, clarividente como era, no se engañó respecto a su destino. Consciente de que la muerte estaba a punto de cerrar sus ojos con su negro velo, dedicó sus últimos días a aleccionar a su hijo mayor sobre las cuestiones de gobierno. Finalmente, Saladino murió el 27 de febrero de 1193 en Damasco, ciudad en la que fue enterrado.

cómo y dónde murió Saladino
Tumba de Saladino en Damasco

Cronología de la vida de Saladino

A continuación puedes encontrar un resumen de la biografía de Saladino en forma de cronología o línea del tiempo (timeline). Así no te perderás ningún acontecimiento o hito importante de la vida de Saladino:

  • Año 1138: Saladino nace en la ciudad de Tekrit.
  • Año 1145: Se inicia la Segunda Cruzada.
  • Año 1158: Saladino se incorpora al ejército de Nur-ed-Din.
  • Año 1164: Se dirige a Egipto como lugarteniente de su tío Shirkuh.
  • Año 1169: Saladino es visir de Egipto.
  • Año 1174: Emprende la ocupación de la Siria musulmana.
  • Año 1182: Se proclama emperador de Siria y Egipto.
  • Año 1187: Vence a los cristianos en Hattin y toma Jerusalén, con lo que se inicia la conquista de Palestina.
  • Año 1189: Comienza la Tercera Cruzada.
  • Año 1191: Los cruzados recuperan San Juan de Acre. Ricardo Corazón de León llega a las puertas de Jerusalén.
  • Año 1192: Armisticio entre Saladino y los cruzados.
  • Año 1193: El 27 de febrero muere Saladino en Damasco.

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Fuentes y bibliografía

– CHAUVEL, G. (2001). Saladino – El Unificador del islam. Barcelona. EDHASA.
– GABRIELI, F. (1984). Arab Historians of the Crusades (en inglés). Los Ángeles. University of California Press.
– HINDLEY, G. (2007). Saladin: Hero of Islam (en inglés). London. Pen & Sword.
– MAN, J. (2022). Saladin: The Life, the Legend and the Islamic Empire (en inglés). Londres. Trasworld Publishers LTD.
– MÖHRING, H. (2010). Saladino: El sultán de su época. Valencia. Universidad de Valencia publicaciones.
– NICOLE, D. (2010). La victoria de Saladino. Barcelona. RBA.
– PHILLIPS, J. (2021). Vida y leyenda del sultán Saladino. Barcelona. Editorial Ático de los libros.
– TARIQ, A. (2004). El libro de Saladino. Madrid. Alianza Editorial.
AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
FECHA DE PUBLICACIÓN: JULIO DE 2022

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