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Palacio de Persépolis

El Palacio de Persépolis se encuentra en la que fue la capital del primer imperio persa: Persépolis (“la ciudad de los persas”), en el centro del actual Irán. Éste, floreció entre los siglos VI y IV a. de C., y abarcó los territorios que median entre el Indo y el Nilo. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia y características del Palacio de Persépolis y cómo se construyó.

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Características del Palacio de Persépolis

Hoy en día, las ruinas de Persépolis se limitan a una terraza de altos muros de piedra sobre la que quedan en pie unas cuantas columnas y algún que otro pórtico monumental en piedra.

Todo ello sobre un fondo de fértiles llanuras y unas montañas al fondo. Las tumbas reales se excavaron en unas montañas próximas, y junto a ellas hay también un templo del fuego en piedra. En su origen, la terraza albergaba una serie de edificios que, en su mayor parte, se construyeron entre el 515 y el 450 a. C., esto es, en un lapso de unos sesenta o setenta años.

cómo era el Palacio de Persépolis

Si bien se da cierta evolución en el estilo arquitectónico, la presencia reiterada de ciertos elementos, como los canales de desagite, permite suponer que todos siguieron en mayor o menor medida el estilo creado por el fundador, Darío I. Los edificios más grandes eran unas salas hipós­tilas con muros exteriores de ladrillos de adobe, en la actualidad perdidos. Algunos contaban con su propia plataforma y disponían de una fachada con columnas y esca­linata.

El edificio más majestuoso, así como uno de los primeros que se construyó, fue la Apadana de Darío I, con columnas de piedra de 20 metros de altura y una planta cuadrangular de 110 m aproximadamente. Constaba de una única sala de enormes dimensiones rematada con torres esquineras y unas pocas dependencias para el servicio doméstico, lo que permite imaginar que tan sólo se empleaba para actos o recepciones solemnes.

La corte real residía en Per­sépolis tan sólo una parte del año, e incluso es probable que el mismo rey habitara en un palacio situado bajo la terra­za. Cabe la posibilidad de que la Apadana sirviera de esce­nario para realizar una ceremonia anual por todo lo alto en la que súbditos venidos de todo el imperio presentaban ante el rey sus tributos.

En la misma terraza de Persépolis había además varios almacenes y cámaras donde se guardaba el tesoro real, así como dependencias para la guardia. Es posible que hubiera otras salas hipóstilas de grandes dimensiones reservadas igualmente para actos de cierta solemnidad.

Los relieves que nos han llegado de los muros de las plataformas y las escalinatas reproducen precisamente la ceremonia de entrega de los tributos, aunque también se emplearon otros muchos motivos temáticos y artísticos propios de todo el imperio. Fiel reflejo del origen dispar de los artistas que los esculpieron, muchos de ellos procedentes incluso de fuera de sus fronteras, como Egipto, las islas jónicas de Grecia, Caria (al oeste de Turquía), Babi­lonia, Siria o el imperio hítita.

Ficha técnica del Palacio de Persépolis

  • Época de construcción: hacia 515-450 a. C.
  • Localización: Persépolis, Irán.
  • Dimensiones de la Apadana: 12 100 m².
  • Superficie de la sala hipóstila de la Apadana: 3.844 m².
  • Columnas de la sala hipóstila de la Apadana: 36.
  • Altura de las columnas de la sala hipóstila de la Apadana: 20 m.
  • Columnas en las fachadas de la Apadana: 36.
  • Altura de la terraza: 14 m.
  • Dimensiones de la terraza: 450 x 280 m.
  • Columnas en la terraza: 872.

Construcción del Palacio de Persépolis

Tan majestuosos palacio requirió una gran cantidad de mano de obra y de materias primas, al igual que en la construcción del Palacio de Senaquerib. Los mejores ingenieros, escultores y artistas de la época se dedicaron a la construcción de un lugar digno para el emperador de los persas.

Extracción de la piedra

Algunos de los bloques de piedra de la mejor calidad se extrajeron de canteras situadas a 40 km de distancia de la ciudad. Aunque en su gran parte ésta se construyó con piedra caliza de color gris procedente de canteras situadas en las inmediaciones.

cuándo se construyó el Palacio de Persépolis

Para extraer los bloques se utilizaron herramientas tales como picas, punzones y almádenas de hierro, así como cuñas de madera previamente humedecidas para que se clavaran en la piedra con más facilidad. Estas mismas cuñas se empleaban también para dividir los bloques más grandes, ya que la piedra de éstos era demasiado dura como para poderla serrar.

Una vez extraídos, se pulían de modo que pesaran menos, si bien se dejaban como una especie de refuerzos para facilitar su traslado y proteger al mismo tiempo los vértices duran­te su transporte y colocación. Finalmente, se elevaban hasta el emplazamiento definitivo tal vez por medio de cuerdas y plataformas.

La terraza

La base de la terraza descansa sobre un espolón rocoso en medio de la llanura que, si bien se cortó en parte, determinó la forma posterior de aquélla. A los lados hay unos muros de piedra que discurren en pendiente ligeramente hacia dentro y que descansan, bien directamente sobre la roca, o bien sobre un relleno compacto.

arquitecto Palacio de Persépolis

Aunque en algunas secciones de los muros se emplearon bloques uniformes de forma rectangular, en su mayor parte se compone de bloques rectangulares. También, trapezoidales y en forma de “L” ensamblados entre sí. La elección de este sistema de construcción se debió tal vez a su enorme solidez, no en vano se ha conservado intacto hasta nuestros días. Aunque sin duda respondió también a las peculiaridades de las vetas de las canteras, demasiado irregulares.

Por otro lado, los bloques se colocaron sin empleo alguno de mortero y sin pulir por la cara que quedaba oculta. No así la que daba al exterior, que se pulió hasta dejarla perfectamente lisa.

Una vez completado todo el edificio, se procedió al cincelado de la fachada en sentido descendente. Las hiladas superiores, así como las de las secciones de los muros más regulares, se ensamblaron con cola de milano de grapas de hierro sujetas con plomo. Esas mismas grapas se emplearon también para ensamblar los bloques defectuosos.

Para reparar las piedras moldeadas o esculpidas se recurrió a un sistema algo más disimulado, que consistía en tallar primero una réplica de la zona estropeada y pegarla con goma. Antes de fijarla por detrás con plomo fundido, introducido a través de diminutos agujeros perforados en la piedra original.

Decoración

Lo que más llama la atención de las ruinas de Persépolis hoy en día es la decoración de las plataformas sobre las que descansaban los edificios, compuesta de cerca de tres mil figuras en relieve que representan en su gran mayo­ría a funcionarios, soldados y súbditos portando tributos.

cómo estaba decorado el Palacio de Persépolis

Pero lo más impresionante de este conjunto escultórico no es la variedad de las figuras esculpidas, sino precisamente su similitud, tanto más si se tiene en cuenta que se esculpieron durante un período de tiempo más que considerable.

Curiosamente, esta estandarización de los motivos, con diferencias mínimas y no siempre fáciles de detectar, es todo lo contrario a lo que se estilaba por aquel entonces en la antigua Grecia. Con ella, lo que se pretendía era enfatizar la perfección y la continuidad del imperio persa, de ahí que los relieves de los frontales de todas las tumbas reales fueran literalmente idénticos entre sí.

El hecho de que algunos relieves quedasen inacabados ha servido de gran ayuda a la hora de estudiar las diferentes técnicas empleadas en su realización. Después de fijar las losas de piedra en su emplazamiento, los escultores realizaron un esbozo de los contornos de las figuras mediante unas pequeñas muescas.

Las herramientas que se utilizaban por aquel entonces iban desde las mazas con hoja y dientes a los cinceles de varios tamaños y picos, que se hacían más finos a medida que las obras avanzaban. Contaban, además, con cinceles curvos, ideales para cortes pequeños pero profundos. Así, como con una especie de brocas dentadas que se empleaban para ensamblar elementos de metal, como la corona de oro y joyas del rey.

Los relieves

Finalizada la obra de los escultores, la superficie del friso se pulió con una pasta abrasiva y agua y los arañazos se eliminaron frotando con una piedra, plomo o papel de lija. Por último, se procedió a pintar los relieves con vivos colores.

Para conseguir el mayor grado de uniformidad en los relieves de mayores dimensiones, como los de los capiteles de las columnas, se utilizaron compases de puntas. Delimitando ciertos puntos fijos que los escultores luego utilizaban como referencia.

Para ello, primero se definían y señalaban aquellos puntos donde se había de esculpir hacia lo más profundo del bloque. De manera que los escultores pudieran comprobar las medidas predeterminadas conforme tallaban, dejando pues el menor margen posible a su criterio personal.

No cabe duda de que los responsables máximos de las obras siguieron unas pautas perfectamente establecidas a la hora de determinar las formas y las posiciones de las figuras. Aunque lo cierto es que no se ha conseguido determinar ningún patrón de medidas.

En ese aspecto, lo más probable es que hubiera algún tipo de maqueta o plantilla, si bien los escultores más avezados no precisarían de tales ayudas. Trabajaban dos equipos de escultores a un mismo tiempo, que previamente se habían repartido el friso en secciones. De hecho, se han encontrado en varias de ellas marcas que dejaron algunos escultores para identificar los relieves de su autoría.

A pesar de la uniformidad que preside todas las figuras de una misma secuencia (una hilera de soldados, por ejemplo), el responsable de cada equipo tenía su estilo característico. De ahí que existan ciertas diferencias (mínimas) en detalles tales como los objetos del equipo o el tratamiento del cabello.

Las líneas de demarcación entre equipos se mantenían incluso si se partía por la mitad una figura, como un carro tirado por caballos. Por ello, se den casos en que un mismo animal esté esculpido por los dos equipos. No obstante, en esos casos la línea de unión se disimuló sin mayor problema.

La destrucción del Palacio de Persépolis

Una vez finalizadas las obras, Persépolis sufrió pocos cambios, a excepción de la construcción puntual de algún que otro edificio. Hasta que la ciudad cayó en manos de Alejandro Magno, allá por el año 330 a. C. Una noche, varias semanas después de la toma, un ateniense sugirió en medio de una orgía de alcohol la idea de destruir la ciudad. En represalia por el saqueo de Atenas llevado a cabo por los persas un siglo y medio atrás.

Parece ser que la idea gustó al macedonio. Éste no dudó en iniciar él mismo el incendio lanzando varias antorchas en los palacios. Para cuando cambió de opinión, ya era demasiado tarde. Por paradójico que pueda parecer, este incendio contribuyó sobremanera a preservar para la posteridad las ruinas de Persépolis. Se sepultaron bajo los escombros la parte baja de los edificios.

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