Las siete maravillas del mundo antiguo eran un conjunto de monumentos diferentes entre sí. De época diversa, que tenían en común el hecho de ser una maravilla. Capaces de inspirar respeto y admiración ante cuantos los contemplasen. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos todo sobre estas construcciones asombrosas de la antigüedad.
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Cuáles son las 7 maravillas
En este punto te preguntarás: ¿Cuáles son las 7 maravillas del mundo antiguo? ¿Quién elaboró esta lista? Tal distinción respondía a un criterio basado en diversos aspectos. Esto es:
- Lo imponente de las dimensiones (la mayor edificación en piedra).
- La magnificencia (las esculturas más ricamente decoradas).
- El reto técnico (la construcción más alta en bronce).
- O bien una suma de todo ello.
La idea de reunir en una lista definitiva las mayores maravillas surgidas jamás de las manos del hombre se remonta, en el mundo occidental, hasta como mínimo los antiguos griegos. Ya el propio Herodoto, historiador del siglo V a. C., menciona “las tres mayores obras existentes en tierras griegas”, a saber: el acueducto túnel, el muelle del puerto y el gran templo de Hera, todas ellas en la isla de Samos. Por lo tanto, el listado de las siete maravillas del mundo antiguo es:
- Las impresionantes pirámides de Guiza.
- Los bellos jardines colgantes de Babilonia.
- El gran templo de Artemisa.
- La bella estatua de Zeus en Olimpia.
- El mausoleo de Halicarnaso.
- El enorme coloso de Rodas.
- El faro de Alejandría.
De hecho, el motivo tradicional de las siete maravillas no es más que una extensión de esta idea ya formulada por el gran historiador griego.
En realidad, la primera referencia a las siete maravillas data del periodo helenístico, justo después de las campañas del rey Alejandro Magno, oriundo de Macedonia, con las que anexionó a un imperio cada vez más políglota y helenizado. Tierras pertenecientes a civilizaciones anteriores a la griega, como fue el caso de la egipcia, la babilónica y la persa. Veamos con detalle cada una de las 7 maravillas del mundo antiguo:
Historia de las 7 maravillas del mundo antiguo
Lo más probable es que el número siete procediese de Oriente Próximo, de donde también vendría (un poco más tarde) la noción de la semana de siete días.
Las siete maravillas pertenecían, en su totalidad, a los confines del nuevo Imperio creado por Alejandro Magno. Si bien no todas respondían a una tradición estrictamente griega, como las propias pirámides egipcias, muy anteriores en el tiempo, o los jardines colgantes (o murallas, según las versiones) de Babilonia, que nada debían a los griegos. Pero al colocar sus propios monumentos junto a aquéllos, éstos podían comparar sus logros con los del resto de los territorios sobre los que ahora ejercían su dominio los sucesores de Alejandro.
Como era de esperar, los monumentos griegos acabaron imponiéndose en número sobre los del resto de los territorios. En concreto, cinco de las siete maravillas clásicas fueron esculpidas, fundidas o construidas por artistas y arquitectos griegos o helenísticos. La versión más primitiva de la lista de las siete maravillas se remonta al siglo III o II a. C., si bien no coincide del todo con la que conocemos nosotros.
Una de las primeras referencias escritas de que disponemos es un breve poema de Antípatro de Sidón (hacia el 125 antes de Cristo) o Antípatro de Tesalónica (entre el 20 a. C. y el 20 d. C.). En el que el poeta alaba la estatua de Zeus en Olimpia, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia, las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso y el templo de Artemisa en Éfeso.
Sin embargo, en lugar de mencionar el faro de Alejandría cita las murallas de Babilonia, tan amplias como para que pudiese circular un carro por ellas sin problemas.
Así pues, parece claro que el marco general de la clasificación, así como el número siete, quedaron ya establecidos por estas fechas. No así en cambio los monumentos seleccionados, que experimentarían ciertos cambios en la época romana a medida que diversos autores realizaban sus propias aportaciones. Así, el poeta Marcial, de finales del siglo I d. C., decidió incluir el célebre Coliseo de Roma, mientras que Gregorio de Tours, ya en pleno siglo VI, incluyó el arca de Noé y el templo de Salomón.
Curiosamente, no se ha conservado ningún listado de la época romana en el que se mencione el faro de Alejandría. Siendo ésta sin duda, una de las referencias indiscutibles de las siete maravillas que recuperaron para la posteridad los renacentistas.
Cada una de las siete maravillas simbolizaba la máxima expresión del dominio del hombre sobre la técnica en sus diferentes manifestaciones. De ese modo, las pirámides de Egipto constituían la perfección de las construcciones en piedra. Mientras que los jardines colgantes y el coloso de Rodas encarnaban el dominio del hombre sobre el agua y el bronce, respectivamente.
Y lo cierto es que, en realidad, dicha clasificación no era más que pura ficción. Un simple motivo literario, pues ni el propio Antípatro pudo jamás contemplar los jardines colgantes. Destruidos varios siglos antes, ni siquiera el coloso de Rodas, del que tan solo eran visibles las ruinas por las fechas en que escribió su célebre poema.
De todos modos, eso es lo de menos, tanto más cuando los arqueólogos han demostrado el carácter irrepetible de cada una de las siete maravillas, para cuya construcción hubo de recurrirse a técnicas tan primitivas como eficaces.
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