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Necrópolis de Banditaccia en Cerveteri

El término “necrópolis” significa “ciudad muerta” o, dicho de otro modo más agradable, “ciu­dad de los muertos”. Y eso es precisamente lo que es la necrópolis etrusca de Cerveteri (Italia), un complejo concebido para la vida en el más allá. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia de la necrópolis de Banditaccia, así como su construcción, función y arquitectura.

Ver el origen de las Tumbas de Newgrange

Origen de la Necrópolis etrusca de Banditaccia

Ubicada en la provincia de Roma, a 42 kilómetros de la capital de Italia, se encuentra este milenario cementerio. Sus construcciones, destartaladas unas, impecables otras, rebosan de ese carácter acogedor tan propio de cualquier edificación construida para ser habitada largo tiempo. Cuando, en realidad, lo cierto es que la necrópolis no llegó a estar nunca propiamente “habitada”, de ahí el nombre con que se conoce popularmente la zona, Banditaccia, de térra bandita (“tierra prohibida”).

origen de la necrópolis de Banditaccia

En la Banditaccia (como todavía se la suele conocer hoy), los habitantes de la población etrusca de Cervete­ri, situada en una llanura al otro lado de la necrópolis, eri­gieron esta última a imagen y semejanza del entramado de casas y calles en el que habitaban. Ello explica ese aspecto como de ciudad perdida de los vivos que posee en la actualidad, tallada y construida en piedra volcánica para disfrute y asombro de las generaciones venideras.

Pues no cabe duda de que todas esas tumbas se construyeron para perdurar. A pesar de que la inmensa mayoría fueron saqueadas (hace ya mucho tiempo) y despojadas de los ajuares funerarios contenidos en su interior, la necró­polis conserva su inconfundible sello etrusco. Para los turistas que la visitan hoy en día, es una maravilla, pero para aquellos que la crearon, la Banditaccia no era más que una prolongación de su universo más cotidiano y familiar.

Características de la Necrópolis de Cerveteri

La necrópolis cuenta con una calle principal a modo de eje longitudinal, de la que salen unos carriles para carros. Se conoce con el nombre de Via degli Inferi (“vía de los espíritus”) y servía también para unir la Cerve­teri de los muertos con la de los vivos a través de la puer­ta norte de la población.

cómo es la necrópolis Banditaccia en Cerveteri

Irreconocible en la actualidad, en su origen estaba flanqueada por una sucesión interminable de tumbas, y era el trayecto que seguía cualquier cortejo fúnebre de la época, acompañado de su correspondiente séquito de plañideras y músicos. Una vez depositados los restos del fallecido, era costumbre celebrar una fiesta justo en el exterior de la entrada de la tumba.

El aspecto que presenta hoy en día la Via degli Inferí y el resto de la necrópolis dista mucho del original, ya que los arqueólogos han dejado al descubierto gran parte de las estructuras y puertas de acceso de las tumbas, antaño discretamente disimuladas.

Arquitectura de la Necrópolis de Cerveteri

Durante todo el tiempo en que estuvo en funcionamiento (en concreto hasta el siglo I a. C., cuando Cerveteri pasó a ser gestionada por la administración romana), la Banditaccia albergó tumbas como si de personas vivas se tratara.

Esto explica por qué en los techos de un gran número de las tumbas excavadas en la roca se colocaron falsas vigas, cuando en realidad no había techo alguno que soportar, o bien por qué se sombreaban con un cin­cel como si estuvieran recubiertos de paja.

Asimismo, se tallaban réplicas en piedra de sillas y canapés a imagen y semejanza de los originales en madera de uso cotidiano. Había, además, muchos otros elementos que subrayaban ese mismo aire doméstico.

Así, la Tumba de las Dolia, por poner un ejemplo, toma su nombre de las once vasijas de enormes proporciones que alojaba en el interior de sus cámaras. Pero también había algunos elementos que deno­taban cierto exceso o voluntad de artificio.

El perímetro redondeado o cuadrangular de las tumbas de planta circular más grandes no parece que tomara como modelo el de las cabañas de madera de por entonces.

Y lo mismo ocu­rría con la disposición de las columnas de piedra con relie­ves del interior, remontadas con diversos capiteles (algunos de clara influencia eolia, como los de la Tumba de los Capiteles, de mediados del siglo VI a. C., más propios de un templo que de una casa. No obstante, es posible que en estos casos sus moradores hubieran sido sacerdotes en vida. En cualquier caso, no conviene olvidar que para los etruscos los antepasados tenían condición de semi- dioses.

Construcción de la Banditaccia

En la actualidad, aún se pue­den distinguir a simple vista las dos fases principales de construcción del cementerio de Banditaccia:

Primera fase de construcción

La primera fase se realiza entre los siglos VII y VI a. C. Se caracteriza por toda una serie de imponentes túmulos de planta circular que, en algunos casos, contienen varías tumbas separadas entre sí.

quién construyó la necrópolis de Banditaccia

Cada uno de estos túmulos de grandes dimensiones suele ir acompañado de otras tumbas satélites más pequeñas pero de forma similar. Las cámaras funerarias que albergan en su interior están excavadas en toba y se accede a ellas desde puertas independientes situadas en el perímetro del túmulo. Para dar volumen a la obra, se solía amontonar tierra en la parte superior. Parece razonable suponer que las tumbas de las clases aristocráticas del Cerveteri arcai­co seguían más o menos esta pauta de construcción.

Segunda fase de construcción

La segunda fase se inició hacia el 500 a. C. Está protagonizada por las tumbas a distintos “niveles”. En ella, las secuencias ortogonales de tumbas con formas cúbicas regulares acaban imponiéndose como resultado de una distribución mucho más estudiada, cuya explicación hay que buscarla tal vez en una concepción más “igualitaria” del modelo urbano.

Con el tiempo, a medida que la necrópolis estaba cada vez más poblada, hubo de recurrirse a los hipogeos subterráneos, que parecen competir entre sí en extravagancia. El ejemplo más nota­ble es la Tumba de los Relieves, de finales del siglo IV a. C., cuyas paredes están decoradas con esculturas de estuco policromadas.

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