Gracias a los espejos hoy en día somos perfectamente conscientes del aspecto que tenemos, gracias a su fiel reflejo. Conocemos nuestra cara y hemos visto cómo íbamos creciendo y cambiando, pero este hecho tan habitual ha sido excepcional durante mucho tiempo. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del espejo, su inventor, cuál es su origen y cómo su evolución con el paso de los años.
Qué vas a encontrar aquí
Origen del espejo
Para conocer los orígenes de los espejos debes saber que un espejo bien hecho es algo relativamente difícil de conseguir, por lo que al principio se tenían que contentar con el reflejo obtenido de una capa de algún metal bien aplanado. Hemos encontrado espejos en el antiguo Egipto hechos con láminas de cobre o de algún otro metal bruñido. No eran perfectos, pero iban mejor que mirar sobre la superficie del agua.
En todo caso, se trata de espejos de tocador, como puedes ver en la imagen superior, y no de los grandes espejos de que actualmente podemos disfrutar. Y lo mismo sucedió en la civilización griega y en el gran imperio romano, hasta que llegó el siglo XVI.
Quién inventó el espejo
Se puede afirmar que los inventores del espejo fueron los venecianos (Italia) en el siglo XVI. En esta ciudad existían verdaderos maestros en el arte de trabajar el vidrio. Descubrieron la manera de hacer espejos de vidrio de tamaños más grandes y de mucha mejor calidad.
Con estos nuevos espejos más grandes y hechos de metal cubierto con vidrio el invento se fue extendiendo rápidamente por toda Europa primero, y posteriormente a Asia y América. Actualmente, los espejos de las casas tienen una capa muy fina de metal y una cubierta de vidrio encima. Este vidrio protege el metal y evita en parte la oxidación.
Evolución del espejo
Pero, de espejos, hay otros tipos aparte de los que tenemos en el lavabo. Muchas tecnologías dependen de la luz y, por tanto, disponer de buenos espejos resulta imprescindible. Por ejemplo, cuando hablamos de telescopios, solemos pensar en grandes lentes de cristal, pero ahora la mayoría de los telescopios trabajan con espejos.
Podemos conseguir una imagen ampliada desviando los rayos de luz con una lente, pero también podemos hacerlo con un espejo. Y el espejo ofrece más calidad y menos problemas. Otros espejos con una historia curiosa son los que dejaron los astronautas de las misiones Apolo cuando fueron a la Luna. Ahora podemos medir exactamente la distancia entre la Tierra y la Luna gracias a aquellos espejos.
Se envían haces de luz láser que se reflejan en los espejos. Como conocemos la velocidad de la luz, podemos medir con mucha precisión cuánto tarda la luz a devolver, y con este dato es fácil calcular la distancia. Algo muy similar sucede con los radares.
Y también hay espejos de gran calidad. Los que tenemos en casa parecen muy buenos, pero en realidad pierden mucha luz al reflejar los rayos. En un espejo perfecto, toda la luz que llegara saldría reflejada. De hecho, no sólo la luz, sino todas las radiaciones electromagnéticas. Y es que a menudo no recordamos que la luz no es más que una radiación de determinada longitud de onda.
En la práctica, esto es muy complicado. De todos modos, sí se han conseguido materiales que reflejan un porcentaje muy alto de la luz que les llega, y también materiales que lo hacen aún mejor, pero sólo para algunas longitudes de onda.
Cada tipo de espejo de estos tiene sus aplicaciones, que no son precisamente mirarnos la cara por la mañana. Las aplicaciones de estos “superespejos” van desde las comunicaciones hasta los sistemas de guía de misiles o las técnicas de microcirugía con láser.
En realidad, hay días que de buena mañana se agradece que el espejo de toda la vida no sea perfecto. De hecho, tal vez podría absorber un poco más la luz y ahorrarnos algún disgusto.
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