Bélgica es un país con una historia convulsa y centenaria. Es una nación de cultura y costumbres que se remontan a muchos siglos en el tiempo. Este territorio ha atravesado diversas etapas, guerras y períodos históricos a lo largo de los años que deben ser conocidos. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de Bélgica y su origen.
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Origen de Bélgica
Para conocer bien la historia y origen de Bélgica, primero es necesario primero saber cómo es y dónde está situada geográficamente. Esto es importante, ya que siempre ha sido fundamental en toda su historia. Bélgica (Belgique, Belgié) es una entidad política nacida de la confrontación. Ubicada en Europa occidental, limita con Francia al sur, Luxemburgo y Alemania al este, y los Países Bajos al norte.
Fue conquistada por los romanos y cuando éstos la abandonaron en el siglo V, la ocuparon los francos. Formó parte del imperio de Carlomagno y luego fue borgoñona. Estuvo en manos de España y fue dominada por los austríacos y por los neerlandeses hasta que, en 1830 se convirtió en monarquía independiente.
Bajo tantos amos, sin embargo, no dejaron de florecer sus ciudades como emporios mercantiles, y sus poderosos burgueses medievales sembraron el país de maravillas de la arquitectura gótica. Desde tiempos inmemoriales, un campesinado cuidadoso de sus tierras ha diseñado amorosamente un puzzle de llanuras cultivadas que se encuentran entre las más ricas del mundo.
Estratégicamente está situada en el centro del conjunto de llanuras europeas que facilita la comunicación entre el Mediterráneo y los países del centro y del norte del continente. Bélgica ha sido, de forma natural, elegida para que allí se asentaran las instituciones de la Unión Europea.
- Continente: Europa.
- Superficie: 30.525 km².
- Capital: Bruselas.
- Población: 10.2643256 habitantes.
- Moneda: Euro.
- Lenguas oficiales: alemán, francés y neerlandés.
Antigüedad y Edad Media
La prehistoria de Bélgica ofrece los mismos caracteres que la de la mayor parte del Occidente europeo y de modo particular del noroeste de Francia. En el 57 a. C fue conquistada por César y se convirtió en provincia romana, aunque la romanización sólo arraigó en las regiones centrales y meridionales.
Su situación fronteriza facilitó las constantes incursiones de los pueblos germánicos. En el siglo V fue ocupada por los francos. Incluida ya en el imperio de Carlomagno, fue dividida por el Tratado de Verdún (843): la parte sur pasó a Francia y la parte norte a Lotaringia y más tarde al imperio germánico.
Esta división, así como sus antecedentes (romanización efectiva sólo del sector “francés”), constituyen el origen histórico del tradicional conflicto belga entre el norte germánico y el sur latino. Durante la Edad Media, Bélgica estuvo dividida en diversos estados feudales, algunos de ellos bajo la dominación del imperio germánico.
Edad Moderna
En el siglo XV Bélgica formó parte del ducado de Borgoña y en 1477, por el matrimonio de María de Borgoña con el archiduque Maximiliano de Austria, pasó a la casa de Habsburgo.
Carlos V heredó estas posesiones en 1528, con lo que se inició la era de las dominaciones extranjeras. La ocupación española (hasta 1714) fue especialmente dura bajo el reinado de Felipe II. En 1581 las provincias nórdicas de Bélgica, convertidas al protestantismo, se unieron a los Países Bajos y se declararon independientes.
A fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI Amberes constituyó el primer mercado mundial, la primera bolsa de capitales de Europa y uno de los centros neurálgicos del comercio colonial. Atrajo a comerciantes y negociantes de todos los países y dio lugar a unas de las primeras experiencias del capitalismo comercial en Europa, al iniciarse, aunque tímidamente, un sistema de libres relaciones mercantiles.
A principios del siglo XVII las guerras de religión, que empobrecieron el país, y el bloqueo inglés originaron la decadencia de Amberes, que paulatinamente fue sustituida por Ámsterdam.
Dominio austríaco y francés
De 1714 a 1795 el país pasó a depender de Austria y desde esta fecha hasta 1815 de Francia (Revolución e imperio napoleónico). Las ideas del despotismo ilustrado y de la Revolución francesa tuvieron gran influencia en Bélgica e impulsaron los sentimientos nacionalistas, que fueron apoyados por la naciente burguesía industrial.
El centralismo napoleónico realizó la unificación del país y acabó con los restos del feudalismo. En el Congreso de Viena (1815) se decidió la creación del reino de los Países Bajos, y Bélgica quedó bajo dominio neerlandés. Esta unión se puso a prueba inmediatamente en la batalla de Waterloo contra Napoleón Bonaparte.
Independencia de Bélgica
El 25 de agosto de 1830 estalló una sangrienta revuelta el Bélgica. Esta revolución estaba inspirada en la obra El silencio de Portici, una ópera que representaba la sublevación de los napolitanos contra los franceses. Tras una sangrienta revolución, la independencia de Bélgica fue proclamada el 30 de octubre de 1830 por un gobierno provisional.
Se aprobó una Constitución belga en 1831 que estableció en el país una monarquía constitucional hereditaria con sistema legislativo bicameral y sufragio restringido. La corona fue ofrecida a Leopoldo de Sajonia-Coburgo.
Desarrollo y revolución industrial
La revolución industrial belga fue de las primeras de Europa. Ya en el siglo XVIII el desarrollo de la industria lanera de Vesdre y del algodón de Gante significó la recuperación económica belga, tras casi dos siglos de parálisis, y el antecedente del capitalismo industrial decimonónico.
En 1829 se construyó el primer alto horno de coque del continente, después de Gran Bretaña, y en 1835 la primera locomotora. En 1850 trabajaba en la industria el 25 % de la población activa. Durante el siglo XIX dos partidos se turnaron en el poder: católico (conservador e intransigente) y liberal (laico). El principal campo de lucha entre ambos residió en el problema de la confesionalidad y la enseñanza religiosa.
En 1885 se fundó el Partido Obrero Belga, de tendencia socialista, que en 1894 consiguió su primera representación parlamentaria y que siguió luchando por la implantación del sufragio universal, que no llegaría hasta 1919.
Colonialismo y guerras mundiales
La Conferencia de Berlín de 1885, en la que se decidió el reparto de África entre las potencias europeas, hizo del Congo un estado libre bajo la soberanía de Leopoldo II de Bélgica.
En 1908, debido a las presiones internas originadas por la necesidad de expansión del capitalismo belga y de materias primas baratas, la corona tuvo que ceder el Congo a Bélgica, reservándose sólo el monopolio del marfil y del caucho. En 1914 Alemania invadió el país; al finalizar la contienda Bélgica aumentó sus posesiones con la anexión de dos distritos alemanes y el dominio sobre Ruanda-Urundi.
Hasta 1939 el país fue gobernado por diversas coaliciones de partidos, al no conseguir ninguno de ellos la mayoría absoluta. Durante la II Guerra Mundial Leopoldo III se rindió a los alemanes, que lo hicieron prisionero. Mientras tanto, el Gobierno belga organizaba la resistencia desde Londres. Al finalizar la contienda el rey se exilió en Suiza, y aunque el plebiscito de 1950 decidió su reposición en el trono, las graves manifestaciones populares de protesta que se produjeron a continuación hicieron que cediera la corona a su hijo Balduino I (1951).
Historia contemporánea
La política exterior belga de posguerra se caracterizó por el apoyo a la unificación europea, con la integración en el Benelux, la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y la precipitación con que resolvió la descolonización del Congo (1960).
En el interior, el desarrollo económico tomó el signo de la oposición entre el despegue y progreso del Norte, flamenco, y la postración de Valonia, de manera que los flamencos, de lengua neerlandesa, lograron cambiar su anterior situación de inferioridad por la de predominio, en detrimento de la comunidad valona.
Los problemas económicos y sociales, agravados en cierto modo tras la pérdida de las riquezas del Congo, aparecieron cada vez más vinculados a las oposiciones lingüísticas y culturales. Así, ya el vasto movimiento huelguístico de 1960 sirvió, a la vez, para revelar la grave división lingüística y cultural en el seno de la comunidad nacional.
El Gobierno de Gaston Eyskens (1958-61) no pudo resolver ninguno de los problemas planteados, y las elecciones de 1961 tampoco aportaron nada nuevo. Los Gobiernos que siguieron, encabezados por T. Lefevre (1961-65), R Harmel (1965-66), P. V. Boeynants (1966-68) y Eyskens, otra vez (1968), no llegaron a modificar el agrio panorama.
Convocadas de nuevo elecciones (marzo 1968), en ellas retrocedieron los partidos tradicionales y progresaron los movimientos extremistas flamenco y valón. La hostilidad entre las dos comunidades continuó y a ella vino a sumarse, con más fuerza cada vez, la particularízación de Bruselas como zona especial de bilingüismo.
El Gobierno que formó Eyskens en junio de 1968, coalición de socialcristianos y socialistas, se mantuvo en el poder hasta 1972, y durante su mandato promovió el estudio de diversos proyectos de regionalización y realizó una reforma constitucional que consagró la autonomía de las regiones y la igualdad lingüística (1970).
Al romperse la coalición, Eyskens convocó nuevas elecciones. En ellas (noviembre 1971) los partidos socialcristiano y socialista mantuvieron sus posiciones y el liberal sufrió fuertes pérdidas en beneficio de los movimientos federalistas valón, flamenco y bruselense. Como resultado, Eyskens formó un nuevo Gobierno de coalición con socialcristianos y socialistas, que duró de enero a diciembre de 1972.
En enero de 1973 el socialista E. Leburton formó otro Gabinete de coalición, ampliado en esta ocasión con los liberales, pero pronto hubo que recurrir a nuevas elecciones (marzo 1974), en las que triunfaron los socialcristianos y, por primera vez en los últimos años, retrocedieron los movimientos federalistas. Las elecciones generales de abril de 1977 dieron el triunfo a los social-cristianos y el líder de su ala flamenca, L. Tindemans, formó Gobierno.
Historia reciente: El estado federal
La problemática lingüístico-regional puso en crisis al Gobierno de Tindemans, que dimitió en octubre de 1978. En las elecciones sucesivas no varió la distribución de escaños en el Parlamento, y este hecho repercutió en la estabilidad gubernamental con varios Gobiernos de coalición presididos por Wilfried Martens.
Llegado el año 1980 el Parlamento aprobó una ley sobre la regionalización del país, que otorgó poderes autónomos a Flandes y a Valonia. En octubre de 1991 Martens presentó su dimisión ante las diferencias entre los partidos flamencos y francófonos de la coalición gobernante.
A partir de 1991, el avance de la extrema derecha xenófoba y de los ecologistas provocó que los cuatro principales partidos (socialistas y socialcristianos de las dos comunidades) pactaran para formar un Gobierno de coalición presidido por el socialcristiano J.L. Dehaene.
Bajo su mandato, la Cámara de Representantes reformó la Constitución y proclamó el Estado federal, el 14 de julio de 1993, compuesto por tres regiones (Flandes, Valona y Bruselas), y tres comunidades culturales (francesa, flamenca y alemana). Ese mismo año, el rey Balduino falleció, y su hermano Alberto II le sucedió en el trono el 9 de agosto.
Las revelaciones sobre los secuestros y asesinatos de menores por una red especializada en la práctica de perversiones sexuales conmocionó a la opinión pública en 1996, que reaccionó con una manifestación de más de 300.000 personas en Bruselas, la más importante desde 1945, tras lo cual el Gobierno se comprometió a reformar el sistema judicial.
En 1997 el equilibrio constitucional quedó en entredicho por las constantes exigencias del gobierno de Flandes, que reclamó la federalización de la seguridad social. Durante mayo de 1999 se desencadenó la llamada “crisis de las dioxinas” provocada por el uso indebido de aceites industriales en la fabricación de piensos.
Esto motivó una nueva crisis de Gobierno que acabó con los 40 años de hegemonía socialcristiana. El resultado fue un Gobierno belga formado por liberales, socialistas y ecologistas. En 1999 Bélgica se incorporó en la moneda única europea, y en enero de 2002 el euro pasó a ser la moneda oficial.
Historia de la bandera de Bélgica
La actual bandera de Bélgica es el resultado de su intenso pasado. Este país vivió períodos de dominación borgoñona (1348-1477), española (1506-1713), austríaca (1713-1795), francesa (1795-1814) y holandesa (1815-1830). Por fin, en 1830, se convirtió en un estado independiente, y Leopoldo I fue su primer soberano.
Pero los colores de la bandera belga provienen del león de oro de las armas del ducado de Brabante (siglo XII), con sus garras y su lengua rojas, y el fondo negro del escudo. Las bandas negra, roja y amarilla estaban colocadas de forma horizontal. Pero en 1831, con la proclamación oficial del reino de Bélgica, se dispusieron en vertical, según el modelo francés.
En 1993 la reforma estatal, iniciada en 1989, desembocó en la creación de un Estado federal integrado por Valonia, Flandes y la región de Bruselas. Cada una de ellas con su propia lengua. Aunque el neerlandés, el francés y el alemán sean las lenguas oficiales, existen notables variantes dialectales, como el flamenco o el valón, que conviven también en uno de los estados más densamente poblados del mundo.
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