Todos los dentistas, recomiendan cepillarse los dientes tres veces al día, pero antiguamente no lo tenían tan fácil. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos quién inventó el cepillo de dientes, su historia y cómo ha sido su evolución con el paso de los años.
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Origen del cepillo de dientes
Para conocer el verdadero origen del cepillo dental debes saber, que el hombre antiguo prestaba atención a sus dientes. Era un asunto de importancia, tanto que en la antigua civilización egipcia una de las especialidades médicas más prestigiosas era la de dentista.
Hace 4.000 años los odontólogos de la refinada cultura del Nilo (Antiguo Egipto), conocían los efectos perniciosos de una mala dentadura. Sugerían remedios para conservarla, entre ellos el clíster o lavativa dental tras las comidas. Se cepillaban los dientes propios, pero también la dentadura postiza, en cuya fabricación eran expertos los etruscos del siglo VII a.C. Se servían para ello, de piezas de marfil o sustituyendo los dientes perdidos por otros de animal, con lo que sin saberlo realizaban el primer trasplante conocido.
Historia del cepillo de dientes en la Grecia Clásica
En la Antigua Grecia desarrollaron buenas técnicas dentales, incluida la fabricación de dentaduras para los casos perdidos. En el siglo VI a.C., los dentistas griegos eran muy solicitados por el pueblo etrusco, que como es sabido sobresalió en la Historia por la blancura de su sonrisa enigmática.
Historia del cepillo de dientes y los etruscos
Fue el pueblo etrusco el primero en crear hace dos mil trescientos años una facultad de odontología donde se hacían trasplantes de muelas y sustitución de dientes por piezas de oro.
Historia del cepillo de dientes en Iberia
El geógrafo e historiador griego Estrabón (que nunca estuvo en España) se hace eco en el libro tercero de su Geografía, en alusión a la rareza de algunas costumbres de los pobladores de Iberia, de cómo aquella gente se enjuagaba la boca con orina para preservar la firmeza de sus dientes: “Se lavan y limpian los dientes con orinas envejecidas en cisternas… los cántabros y sus vecinos; esto y dormir en el suelo es común a iberos y celtas”.
No era costumbre exclusiva de estos pueblos peninsulares. El uso de colutorios estaba extendido en los pueblos del norte de Europa e incluso llegaba a Siberia. Tanto unos como otros se dejaban llevar de la experiencia, y hacían lo correcto.
El amoniaco de la orina ayuda a conservar la dentadura, y fue práctica que perduró a lo largo de los siglos, ya que todavía en el XX, los pastores y curanderos seguían recomendándola. El padre de la Odontología moderna, el francés Pierre Fouchard, se mostraba en el siglo XVIII, favorable a aquella práctica. Dioscórides, del siglo I, habla en su Corpus Hipocraticumde cierto dentífrico hecho con leche de mujer.
Historia del cepillo de dientes en el Imperio Romano
También en la antigua Roma era habitual el cuidado de la dentadura, por ejemplo, el hispano romano Marcial habla con normalidad de su dentista Cascellius. Evidentemente, tan importante parte del cuerpo requería cuidados. El médico latino Escribonius Largus inventó la pasta de dientes con ese fin hace dos mil años.
Su fórmula magistral, secreta a la sazón, era una mezcla de vinagre, miel, sal y cristal machacado. Este Escribonius o Escriboniano era médico del emperador Claudio, a quien acompañaba en sus expediciones, y escribió un tratado, Sobre la composición de los medicamentos, donde daba más de trescientas fórmulas, muchas de ellas reproducidas más tarde por Galeno.
Antes que él los griegos utilizaban la orina humana como dentífrico, y Plinio, naturalista del siglo I, aseguraba que no había mejor remedio contra las caries, creencia sostenida hasta el siglo XIX.
Historia del cepillo de dientes y los pueblos árabes
La costumbre de limpiarse los dientes se remonta a la antigua Persia, donde el aseo de la boca no se veía como cosa separada del aseo del cuerpo. Se hacía un específico compuesto de tintura y agua boratada que se aplicaba a los dientes y demás ámbitos bucales con un cepillito o pincel, atendiéndose así todos los recovecos de la boca, incluidos los dientes uno a uno, y los espacios interdentales.
En el Islam medieval, era parte del ritual de un musulmán devoto limpiarse los dientes con el siwak antes de morir para que el espíritu o aliento se presentase limpio ante Alá.
Se cuenta que Mahoma, limpiaba sus dientes todas las noches, y que mantuvo aquel hábito hasta el final de sus días. A este respecto cuenta la tradición que estando en su lecho de muerte pidió a su sirviente Zayd ben Halid, nombrado por él “señor del mondadientes”, que le trajera un palillo de dientes, una especie de palito biselado llamado miswak, nombre árabe de la salvadora persica.
Acaso del cuidado puesto por el Profeta en el tratamiento de sus dientes, derive el interés de la Medicina islámica medieval por esta parte del cuerpo. El médico cordobés del siglo IX, Ibn Habib recomienda en su Compendio de Medicina: “Limpiar los dientes con un mondadientes para extirpar los restos de comida, y enjuagarse la boca, porque su cuidado es salud para las encías y las muelas.”
Muy parecido, se manifiesta otro médico musulmán andalusí, el sevillano Avenzoar, que en su Kitab al- Ikqtisad,o tratado de Medicina y cosmética, aconseja: “Conserva el vigor de tus dientes, conserva su blancura y su brillo; lava la boca con agua de llantén y de rosas.”
Y en su tratado sobre los alimentos o Kitab al-Agdiya, afirma: “Lo mejor que puede usarse para quitar de los dientes los restos que quedan después de comer es el siguiente dentífrico: se cogen cortezas de raíz de nogal y se ponen en una olla nueva de arcilla que se mete en el horno, y en la tapadera se abren pequeños orificios para que se vaya consumiendo poco a poco lo que hay en su interior hasta que se consuma del todo. Lo que queda, se machaca y se tamiza, y a esta mezcla se le añade una sexta parte de sandaraca triturada y tamizada y una décima de clavo y de cilantro machados; este polvo se aplica profusamente a los dientes y encías, y pasado un rato se frotan los dientes con el dedo índice suavemente, y a continuación se lavan con agua tibia.”
Hacia el siglo XI el toledano Ibn Wafid, conocido como Abenguefit por los cristianos, en su Libro de la Almohadao Kitab al-Wisad, escribe la siguiente receta para el dolor de dientes, la inflamación y molestias de la mandíbula: “Se hierve achicoria y manzanilla en agua dulce, se inclina el rostro sobre el vapor y se unta la boca con aceite de manzanilla tibio.”
También aconsejaba la ruda triturada con un cuarto de sal, que se debía aplicar a la encía una vez escarificada. En otro lugar de esa misma obra, Ibn Wafid aconseja elaborar los dentífricos de la siguiente manera: “Hojas de menta, de albahaca, de membrillo, de melocotón, con una cantidad doble de hojas de rosa, y tierra jabonera de Toledo más hojas de cidra: se pulveriza todo, se pasa por tamiz y se usa.”
Quién inventó el cepillo de dientes
Tal y como hoy lo conocemos, el cepillo de dientes lo inventaron los dentistas chinos en el año 1498. Es decir, el primer cepillo dental se creó en el siglo XV de nuestra era.
Con anterioridad a esa fecha los árabes usaban ramitas de areca, planta de palma cuya nuez era a su vez un excelente dentífrico, teniendo en un mismo producto cepillo y dentífrico juntos. La areca fue también aprovechada por los habitantes del Lejano Oriente con ese fin, aunque la mezclaban con la hoja del betel, y la cal resultante del molido de las conchas de moluscos. Con aquel útil mejunje se obtenía lo que ellos llamaban “buyo” o chicle masticable que mantenía los dientes limpios, blancos y relucientes, y alejaba el mal aliento.
Quién inventó el cepillo de dientes moderno
El cepillo de dientes moderno fue invento del siglo XVII, y desde entonces ha conocido pocas modificaciones. En la Corte francesa se utilizaba con buen resultado un cepillo de dientes de crin de caballo y otros animales.
Evolución del cepillo de dientes
En la Edad Media, los llamados maestros de curar dientes y sacar muelas contaban con instrumental adecuado: tenazas o tenalles, ferros, levadors, raspadores para eliminar el tártaro y aplicar polvos dentífricos.
Juan, duque de Gerona, heredero de la Corona de Aragón, ordenaba a su camarlengo lo siguiente: “Mandad enseguida al quexaler (dentista) del señor rey y que traiga toda todos los instrumentos y polvos precisos, por tener Nos necesidad de limpiarnos los dientes.” También las tribus negras del Alto Nilo emplearon y emplean un peculiar dentífrico. Las cenizas resultantes de la quema de excremento de vaca, con lo que obtienen la reluciente blancura de sus dientes.
Entre los primeros usos dados en Europa al azúcar de caña destaca el dentífrico: esa recomendación hacía el médico inglés del siglo XVIII, Frederick Slare.
La pasta de dientes actual es receta sencilla: polvo de tiza para pulir la dentadura; detergente espumoso para limpiarla; un producto químico, el fluoruro, para conservar los dientes; una sustancia gelatinosa hecha de algas para amalgamar a los demás ingredientes; esencias para dar sabor agradable al conjunto, y un desinfectante germicida.
Antaño, la intención era la misma: antes de que se inventara la actual pasta, se hacía un polvillo machacando cáscaras de huevo quemadas, o coral: ponían un poco de ese polvo en un pedacito de tela y se frotaban los dientes con ello. De hecho, el término «dentífrico» significa sencillamente «frotar los dientes, restregarlos«: del latín fricare= fregar, frotar.
Historia del cepillo de dientes en España
También en España había interés por la materia: el dentista de Felipe II, Francisco Martínez del Castillo, había escrito un Coloquio breve sobre la materia de la dentadura y maravillosa obra de la boca, publicado en Valladolid (1557). Pero no fue costumbre popular hasta más tarde.
A finales del XVIII, Fernando VII hacía llamar a su dentista, el señor Goriat “por haber menester de limpiarse los dientes”. Tarea por la que el dentista cobró de Palacio la suma de dos mil seiscientos veinte reales, importe de dieciséis sesiones de esta índole. El doctor Melchor Ibarrondo en 1841, presentó a la Real Casa una factura de trescientos reales “por diez cepillitos para los dientes”.
En cuanto a la pasta dentífrica, hay que decir que ha experimentado muchos cambios; en los años 1960 hubo una pasta de dientes de color rojo, conseguido con tintura de cochinilla, dentífrico que se llamó “El Torero”, porque su particularidad estribaba en que, al ser roja, contribuía a enrojecer las encías y a resaltar el blanco de la dentadura.
Una de las innovaciones del cepillo de dientes, en el siglo XX, el cepillo milagro del doctor West (1938) era de púas de seda. Permitían una perfecta higiene bucal, y dio lugar tras posteriores innovaciones al producto que tenemos en nuestro cuarto de baño.
Más información sobre la historia del cepillo de dientes
En el siguiente audio, tienes más datos acerca del origen del cepillo de dientes:
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