La verdad es que Sí. Hubo retretes públicos en las grandes ciudades de la Antigüedad. En las civilizaciones avanzadas y refinadas de hace cientos y cientos de años, se intentó poner solución a este problema fisiológico si sucedía en plena calle. No es algo que se haya inventado recientemente. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia del retrete público.
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Historia del retrete público en Grecia
El retrete público no es enteramente cosa de nuestro tiempo. Se sabe que en la antigua Grecia ya existía algo parecido. En la ciudad de Salónica se descubrió a finales de 1990 un burdel y casa de baños del siglo I a. C., y entre otras cosas de interés, se halló una hilera de retretes en semicírculo practicados sobre una especie de plataforma elevada de mampostería.
Los asientos están dispuestos en círculo como corresponde a la noción griega de colectividad: sin separaciones, viéndose los usuarios la cara mientras acaso se enfrascaban en una conversación, lo mismo que se hacía para administrar las lavativas.
Historia del retrete público en Roma
También en la antigua Roma hubo desde el siglo II urinarios públicos: las llamadas “’columnas mingitorias” o vespasianas en honor al emperador que tomó la iniciativa también hubo columnas de esa naturaleza en los salones donde se celebraban banquetes.
En las ciudades importantes se practicaban orificios en los muros externos a modo de saeteras donde el varón introducía su miembro y la orina caía sobre un canalillo que la llevaba a una esquina del edificio donde se recogía, ya que era materia prima de uso industrial y médico.
La orina era producto valioso reciclable que se comercializaba: sobre ella recaía un impuesto que pagaban, entre otros gremios, el de los curtidores. Debemos tener en cuenta que la orina se vendía en Roma en frasquitos para lavarse los dientes; servía como lejía y otros usos en Medicina: se bebía como remedio último a males cuya naturaleza no se encontraba.
Historia del retrete público en la Edad Media
A finales de la Edad Media y en el ámbito anglosajón surgieron retretes públicos gratuitos: el pago era lo que el cliente dejaba; no era lo comido por lo servido, sino lo servido por lo digerido. ¿Hubo algo parecido para operaciones fisiológicas de mayor calado? Lo hubo.
Las ordenanzas prohibían ensuciar en escaleras, pasillos, esquinas, armarios; orinar en las paredes de palacios, iglesias o edificios públicos, de ahí que los rincones y esquinas de tales edificios se protegieran con verjas o se construyera una especie de rampa inclinada para evitar tales usos.
Los retretes rodantes fueron la solución; ese tipo de servicio fue la primera respuesta que dio el mundo civilizado al problema que las ciudades creaban a quienes se veían urgidos por la naturaleza o sorprendidos por un apretón o movimiento violento del vientre que obligaba a evacuarlo rápidamente.
Así nacieron las letrinas ambulantes. El retrete ambulante era un carromato tirado por caballos en cuyos compartimentos o camarotes podía descargar el vientre tanto quien se encontraba en la calle como quien desde casa quería bajar para operaciones de esa índole.
Su precio era módico, y advertían de su presencia mediante el toque de una especie de cornetilla. Poca gente tenía retrete en casa: sí lo había en palacios y mansiones burguesas. Se sabe que Juana la Loca tuvo a su hijo Carlos I en un retrete: la reina interpretó como un apretón lo que era el nacimiento inminente del emperador.
Historia del retrete público en la Edad Moderna
A lo largo del siglo XVIII hubo retretes comunales consistentes en un agujero en tierra, u orificios practicados sobre una base elevada en forma de banco. Los usuarios llevaban a cabo sus funciones fisiológicas uno junto a otros, se hablaba, se iba al retrete como quien iba a la mesa, ya que después de todo ambas necesidades participaban del mismo proceso.
También se trasladó este sistema a las corralas y otras casas de vecindad. Eran retretes comunitarios y públicos, a los que se tenía acceso desde la calle. En cuanto a los urinarios públicos hay que recordar que en 1834 aparecieron en algunas plazas parisinas las columnas vespasianas: remedo de aquellos urinarios públicos que Vespasiano hizo instalar en Roma.
Aunque el alcantarillado construido en Londres por Joseph W. Bazalgette empezó a funcionar en 1860, ya en 1848 el parlamento inglés había aprobado un Acta de Salud que obligaba a instalar en las casas de nueva construcción un “servicio”. En la Puerta del Sol de Madrid se ubicó uno de los primeros servicios públicos que hubo en España por iniciativa de José Osorio y Silva, duque de Sesto, alcalde entre 1857 y 1864.
Por entonces, los fabricantes americanos competían en diseño sanitario. De Estados Unidos llegó en 1884 el modelo Pedestal Vase, de cerámica de una pieza y cuyo problema estribaba en que al ser los americanos más altos resultaban incómodos y los pies del usuario no llegaban al suelo.
Historia del retrete público en España
En España empezaron a fabricarse retretes públicos en los años finales del XIX. Pero no se utilizaban mucho. Fue una costumbre que no arraigaba en la población. A partir de los años ochenta del siglo XX, se instalaron en lugares estratégicos de las grandes urbes mini-retretes a modo de quioscos que ofrecen su servicio previo pago.
Se trató de un invento que muchos miran con recelo, ya que son numerosos los casos en que ha habido problemas, bien porque se abren cuando uno no quiere, o porque se cierran, de tal manera que han de acudir los bomberos a rescatar al usuario.
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