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Historia de la lejía: inventor y evolución

En la Antigüedad se utilizaba incluso la orina, como sistema para conseguir que la ropa quedara blanca tras lavarla. Hoy en día, afortunadamente contamos con la lejía. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos quién es el inventor de la lejía, su origen y evolución.

Ver el origen de la lavadora

Quién inventó la lejía

El inventor de la lejía fue el químico francés Claude Louis Berthollet en el año 1779. Descubrió que el cloro mezclado con agua producía un estupendo agente blanqueador. Era el principio de la lejía tal y como hoy la conocemos y le dio el nombre de Eau de Javel.

cuándo se inventó la lejía

Una solución muy potente que mejoró filtrando el cloro a través de una mezcla de cal, agua y potasa. Pese a ello, su producto no tuvo éxito entre la población, ya que cloro era sumamente irritante y afectaba tanto a la mucosa de la nariz como a ojos y pulmones. Era necesario dar con soluciones al problema.

En 1799 el químico inglés Charles Tennant descubrió un procedimiento para transformar el Agua de Javel de Berthollet en polvo, polvo que simplemente se añadía a la colada. Sin darse cuenta acababa de revolucionar la industria del blanqueo de ropa.

El hipoclorito blanqueador del señor Tennant permitió además la obtención de la primera hoja de papel blanco de la Historia, papel que durante siglos había tenido color pardo tirando a amarillento.

En la Gran Bretaña del año 1830 se producían más de mil quinientas toneladas anuales del blanqueador en polvo de Tennant y se difundía el eslogan publicitarioNunca el blanco fue tan blanco”. Había comenzado la era de la lejía. Para la obtención de una lejía que no polucionara el medio ambiente habría que esperar al año 1964. Curiosamente, fue Alemania el primer país en imponer su uso.

Origen de la lejía y el blanqueamiento de ropa

La lavandería fue uno de los servicios importantes en las dependencias de los palacios del antiguo Egipto hace cuatro mil quinientos años. En grandes tinas de agua se batía la colada, se aclaraba y luego se retorcía antes de ser colgada. Hay documentación procedente del tercer milenio a. C., alusiva a una especie de producto blanqueador de tejidos primitivo.

El blanqueo requería operaciones trabajosas y lentas (no existía la lavadora). Fueron los egipcios, para quienes el blanco era color importante como símbolo de pureza, los que deseosos de conservar blancos sus vestidos de lino los empapaban en lejía muy alcalina.

Existía un encargado de calibrar el tiempo que la prenda debía permanecer sumergida para evitar que saliera hecha trozos. Con anterioridad al invento del detergente las amas de casa tenían que enfrentarse a remedios poco gratos, pero eficaces.

Durante mucho tiempo, la orina fue empleada como lejía ya que contiene amoniaco. De hecho, en una de las operaciones previas se recurría al “orinado” de la ropa, llevado a cabo por unas cuantas lavanderas, generalmente las más viejas. Todavía en el Renacimiento era un recurso orinar sobre la ropa sucia antes de meterla en la tina, en una solución de agua jabonosa.

Culturas del mundo antiguo como la fenicia, la cultura griega o en el Imperio Romano además de la egipcia, utilizaron procedimientos para blanquear su colada.

El término colada significa precisamente la acción de blanquear la ropa metiéndola en lejía caliente. La mayoría de aquellos métodos, cuenta el historiador y naturalista Plinio, empleaban agentes blanqueadores tan curiosos como la orina podrida o las tierras arcillosas, dada la alcalinidad de esas sustancias.

Para el proceso del blanqueo Plinio habla del strucium, refiriéndose seguramente a la planta saponaria de flor parecida a la clavellina; pero también se echaba mano de ácidos sulfurosos, álcalis y otras materias.

Evolución de la lejía y métodos de blanqueamiento

¿Cómo evolucionaron los procedimientos de blanqueo de ropa? En el Siglo XII, se entendía por lejía el cocimiento de cenizas vegetales en agua: era lo que usaban las lavanderas para blanquear la colada. No hace muchos años, todavía en las zonas rurales se mezclaba la ceniza de leña en grandes calderas de cobre: la de madera de fresno era considerada excelente, y para mayor eficacia se procedía a su filtrado hasta lograr la ceniza más fina.

Posteriormente se empleaba el denominado blanqueo al sol. A pesar de lo lento de aquel uso consistente en extender la ropa en el suelo y rociarla con agua una y otra vez según se iba secando, a fin de que la mera acción solar diera el apetecido resultado.

Historia de la lejía

En lo que a Europa se refiere, fue en Holanda donde primero se atendió a técnicas de blanqueo en el Siglo XIII, manteniendo ese país el monopolio de aquella industria hasta el Siglo XVIII. De hecho, casi todo el tejido destinado a ropa blanca era enviado durante la Baja Edad Media y el Renacimiento a los Países Bajos para su blanqueo.

Allí se sometía el tejido a un procedimiento que apenas difería del que emplearon miles de años antes los egipcios: la tela era sumergida en grandes pilones llenos de lejía muy pura donde permanecía cinco días, pasados los cuales se enjuagaba con agua corriente y se tendía en el suelo o en los árboles.

Terminado el proceso, el efecto corrosivo de la lejía era neutralizado sumergiendo de nuevo el tejido en una sustancia ácida como la leche agriaEl proceso de blanqueo exigía grandes superficies, por lo que había extensos campos dedicados a extender la piezas de ropa para que se secasen.

Los ingleses aprendieron técnicas similares a finales del siglo XVIII, sustituyendo la leche agria por el ácido sulfúrico diluido. Y en 1774, el sueco K.W. Scheel encontró el cloro, producto que podía servir de blanqueador tan cumplidamente como la lejía.

Etimología de la palabra lejía

En cuanto al término “lejçia”, es una abreviación del sintagma latino aqua lixiva= agua de lejía, del adjetivo lexivus= sustancia utilizada en la colada de cenizas. En el idioma español, hacia el año 1400 aparece el término documentado en un manuscrito de El Escorial.

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Fuentes y bibliografía

– CELDRÁN, P. (2001). Crónica del siglo XX. Madrid. Plaza & Janés.
– DUNCAN, B. (2005). Cien cosas que debes saber sobre inventos. México DF. Signo Editorial.
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– LIFSHEY, E. (1973). The Housewares Story (en inglés). Chicago. NHMA.
– ROLDÁN, G. (1970). Descubrimientos, inventos y adelantos científicos del siglo I al XVIII. Madrid. Sociedad Española de Historia de la Farmacia.
– SOLÍS, J.A. (2003). La verdadera historia de las cosas. La Coruña. El Arca de papel editores.
– SHOBHIT, M. (2008). Historia de los inventos desde la Antigüedad a nuestros días. Madrid. H. F. Ullmann.
AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
FECHA DE PUBLICACIÓN: MARZO DE 2020

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