Si se tiene en cuenta la gran antigüedad del ladrillo, la teja es un elemento de construcción relativamente moderno. Las primeras tejas de que se tiene noticia proceden del templo griego de Hera en Olimpia, hacia el año 640 a. C. Curiosamente, cada civilización las ha elaborado con diferentes materiales y con distintas formas. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia de la teja.
Origen de la teja
Las primeras tejas de la historia eran de arcilla cocida y bien arqueadas, resistentes y gruesas, que al ser pieza ideal para el cubrimiento se extendió con rapidez por Europa y Asia. La diversidad de materiales empleados en su elaboración tenía que ver con la naturaleza y condiciones de la región. En Rusia y norte de Europa era corriente la teja de madera. En cambio, en la Roma clásica se introdujo la teja de piedra arenisca o caliza.
Pero fue la teja de pizarra fue la más utilizada en climas norteños y en lugares donde la pizarra era fácilmente obtenible. Además era un material muy agradecido a la hora de tratarlo y trabajar con él. En la Edad Media, en las regiones sureñas de Europa se impuso la teja árabe, cocida en hornos cuadrados u hormigueros de retama y matorral de monte bajo, de mucha llama.
El oficio de fabricar tejas no era sencillo por el delicado tratamiento que exigía su elaboración, ya que estando destinadas a cubrir la vivienda, recibir el agua, la nieve y el hielo tenían que reunir condiciones muy especiales: pesar poco, ser de gran dureza y aguante para resistir inclemencias exteriores de carácter excepcional como el granizo.
Tenían que ser impermeables para no dejar pasar el agua y producir goteras. La teja que no estaba recocha, es decir, doblemente cocida, corría el peligro de producir infiltraciones y agrietarse o exfoliarse, y para evitarlo se utilizaba siempre la mejor arcilla disponible y se aseguraba el maestro tejero de que el barro empleado careciese de cal.
Una teja no era buena hasta que había probado su condición, por lo que las más apreciadas eran siempre las más viejas, las de segundo tejado, ya que éstas se compactan con las sales que deja en ellas el agua al evaporarse, cerrando paulatinamente sus poros.
Cualquier material ha sido bueno para su fabricación. Junto a la actual teja de hormigón barata y triste se emplearon desde el siglo XIX el vidrio, el hierro, e incluso la pasta de papel, tejas de gran ligereza cuyo uso tuvo momentos de auge a principios del siglo XX.
La teja de papel tenía ventajas sobre las demás: pesaba poco, era menos vulnerable a las inclemencias del tiempo por estar impermeabilizada con una solución en la que se la sumergía tras haber sido cocida en agua tibia. Se trataba de tejas hermosísimas, decoradas y pintadas con los colores convenientes al edificio o parte de la casa a la que estaban destinadas. Las de vidrio servían de claraboyas para dar luz a espacios interiores.
Eran tejas ligeras moldeadas cuidadosamente en grandes cajas cuadradas de arena y podían tener muy escaso grosor sin perder resistencia, con la ventaja adicional sobre la teja de barro cocido de que podían ser barnizadas para que no las atacara las inclemencias del clima o el paso del tiempo, ya que las de barro son más quebradizas.
Hubo y hay tejas de fundición de hierro colado que por su pesadez, casi ochocientos gramos, no podían prodigarse demasiado en los tejados.
Etimología de la palabra teja
El significado y origen de la palabra teja proviene del latín tegere= cubrir, techar.
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