La batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto de 216 a. C. dentro del marco de la segunda guerra púnica. Se enfrentaron los cartagineses liderados por Aníbal Barca, y los romanos comandados por Emilio Paulo y Terencio Varrón. El ejército de Cartago venció y masacró a las tropas romanas. En CurioSfera-Historia.com, te contamos la historia de la batalla de Cannas.
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Datos de la batalla de Cannas
- Fecha: 2 de agosto de 216 a. C.
- Lugar: Actual Cannosa, en el sudeste de Italia.
- Combatientes: Cartagineses contra romanos.
- Unidades: 50.000 soldados los cartagineses y 86.000 los romanos.
- Objetivo: Vencer al rival para poner fin a la segunda guerra púnica entre las dos grandes potencias de la época: Roma y Cartago.
- Resultado: Los cartagineses vencieron a los romanos en la batalla de Cannas.
- Personajes protagonistas: El general de Cartago Aníbal Barca y los generales romanos Terencio Varrón y Emilio Paulo.
- Bajas: 8.000 bajas en el ejército cartaginés y 50.000 muertos en el ejército romano.
- Consecuencias: Los romanos sufrieron una auténtica masacre. Pese a sufrir tan duro golpe, Roma no se rindió y se recuperó rápidamente para continuar la guerra.
Antecedentes y contexto
La segunda guerra púnica (218-202 a. C.) se denomina en ocasiones, y con mucha razón, «la guerra de Aníbal». El deseo de Aníbal de vengar la derrota de Cartago en la primera guerra púnica (264-241 a. C.) le inspiró a reunir un ejército en España y conducirlo hasta Italia atravesando los Alpes en una de las marchas militares más famosas de la historia.

Esta invasión tenía un objetivo político además de militar. Y es que Aníbal esperaba que cuando su ejército pisara suelo italiano, los pueblos de Italia se alzarían contra Roma. Esto era algo muy probable, ya que los samnitas de Italia central habían sido conquistados muy recientemente. Numerosas ciudades griegas del sur, como Nápoles y Tarento, no estaban contentas con el dominio romano, y los galos del norte de Italia permanecían sin conquistar y hostiles.
Aunque los galos acudieron en masa a la llamada de Aníbal, el resto de Italia siguió sin estar convencido, Aníbal derrotó a los romanos en Trebbia en el año 218, y de nuevo en el lago Trasimeno en 217, pero ningún general quería alzarse contra Roma.
Aníbal volvió a intentarlo en 216, año en que se apoderó de las provisiones romanas en Cannas (actual Cannosa) y posicionó su ejército al otro lado de las líneas de abastecimiento romanas, desde donde se atrevió a desmontarlas.
Aníbal consideró necesario recurrir a esta acción porque Fabio Máximo (llamado «Cunctator», el que retrasa) adoptó la táctica de acechar al ejército de Aníbal sin llegar a presentar batalla, pero sin retirarse y permitir a los cartagineses que hurgasen sin obstáculos.
Sin embargo, la política romana había cambiado y Aníbal no lo sabía. Roma decidió destruir al general de Cartago de una vez por todas. Formó 16 legiones con auxiliares y caballería de apoyo. En total, 80.000 soldados de infantería y 6.000 de caballería. Para que te hagas una idea del tamaño de este ejército, 300 años más tarde, cuando el poder de Roma se extendía desde Gran Bretaña hasta Mesopotamia, el Imperio contaba con un total de 25 legiones.
Los contrincantes
Para aumentar todavía más los problemas de Aníbal, la legión romana era sin ninguna duda la mejor fuerza de lucha de la antigüedad. En aquella época, los legionarios luchaban ataviados con cota de malla y portaban unos escudos ligeramente ovalados. Sus principales armas eran una lanza muy pesada, la pilum, y una espada corta pero muy eficaz llamada gladius.

Los legionarios luchaban en formación cerrada, casi hombro con hombro, y utilizaban los gladil para apuñalar al enemigo en la axila. La mayoría de sus oponentes luchaban con espadas más largas y necesitaban más espacio para clavarlas con eficacia. Este hecho casi garantizaba a los legionarios su superioridad en el campo de batalla, cualesquiera que fuesen las proporciones, ya que los romanos podían colocar tres hombres contra dos de sus enemigos.
Aníbal lideró una mezcla de nacionalidades. Contaba con lusitanos y celtíberos de España, galos de los pasos alpinos, hombres reclutados en la propia Italia, un núcleo de infantería libia y caballería de Numidia, en el norte de África.
En todos los años que estuvo en Italia, los diferentes componentes de su ejército mostraron una buena disciplina y se mantuvieron completamente bajo su control. Esto demuestra la gran calidad de Aníbal como líder. Únicamente unos soldados con absoluta fe en su comandante podrían haber llevado a cabo el plan de Aníbal en Cannas.
Posiblemente, Aníbal supuso que la formidable infantería romana se lanzaría directamente sobre su línea, y esperaba romperla. Los informes de Tito Livio sobre los desacuerdos entre los cónsules romanos acerca de esta táctica probablemente tienen la intención de exculpar al cónsul patricio Emilio Paulo.
El otro cónsul era el plebeyo Terencio Varrón. Normalmente, cada cónsul romano lideraba su propio ejército, ya que el consulado constituía el cargo político y militar más alto de Roma. Sin embargo, este ejército romano era tan numeroso que participaron ambos cónsules y se turnaron en el mando.
La batalla
En Cannas, la mañana del 2 de agosto de 216 a. C, Emilio Paulo lideró la caballería del flanco derecho romano, enfrentándose a la caballería pesada hispana y gala entre el río Aufidus (el actual Ofanto) y el flanco izquierdo de la infantería de Aníbal.

En el otro flanco de Aníbal aguardaba la caballería númida al mando de Maharbal, un apuesto comandante con una larga lista de conquistas amorosas en su haber. Aníbal y su hermano Mago dirigieron el centro, donde recaería el golpe principal y donde se necesitaba la máxima precisión.
Las tropas más fiables de Aníbal posiblemente las constituían los libios. Que llevaban armaduras romanas ganadas en victorias anteriores y suponían una elección obvia para recibir el primer ataque de la carga romana. Sin embargo, Aníbal situó a sus tropas galas e ibéricas en el centro, mientras que los libios formaron dos bloques sólidos a la derecha y a la izquierda, por detrás de la primera línea.
La batalla comenzó cuando la caballería pesada de Aníbal rompió la caballería romana de Paulo con una carga brutal. No obstante, es de suponer que no cogería por sorpresa a los romanos. La superioridad de Aníbal en cuanto a la caballería era de todos conocida desde una acción ocurrida en el río Ticino, cerca de Pavía, en 218, donde el comandante romano Publio Escipión (padre del gran general Escipión (el Africano) resultó herido.
Así, mientras Terencio Varrón conducía a su caballería contra la caballería númida de Maharbal, Paulo abandonó a sus tropas vencidas y se reunió con el grueso del ejército en su choque con el frente cartaginés. Éste acusó el impacto y empezó a ceder terreno poco a poco.
Así lo explica el historiador griego Polibio: “ Paulo Emilio galopó hacia el centro de la formación romana. Al tiempo que él mismo combatía y golpeaba con sus manos al adversario, excitaba y estimulaba a los soldados que tenía a su alrededor. Y lo mismo hacía Aníbal”.
Para Aníbal era crucial que su centro cediese terreno sin desintegrarse. En las batallas de la antigüedad, la mayoría de las bajas se producían cuando una línea de batalla se rompía. En ese caso, los que tenían más probabilidades de sobrevivir eran los primeros que huían corriendo. De manera que la moral y la disciplina eran esenciales para mantener la línea bajo presión mientras se retrocedía. Los galos y los ibéricos, a pesar de su fama de indisciplinados, hicieron exactamente lo que Aníbal les ordenó.
Detrás de los romanos, los acontecimientos no presagiaban nada bueno. La caballería pesada cartaginesa volvió a formar después de su persecución de los caballos romanos y recorrió la parte trasera de la línea de batalla para caer sobre la caballería de Varrón. Atacada desde los dos flancos, la caballería romana se desbocó y dejó a miles de jinetes cartagineses sin obstáculos detrás de la infantería romana.
Los comandantes romanos todavía creían que la victoria estaba próxima. El centro cartaginés se estaba doblegando. Las reservas romanas ocuparon el hueco y doblaron su línea de batalla en forma de «V».
En el vértice de esa «V», los galos y los ibéricos aguardaban casi sin aliento. Sin embargo, a cada lado permanecía la infantería libia, y antes de que los romanos pudiesen reorganizarse, los libios cayeron sobre sus flancos. En aquel momento, la caballería cartaginesa atacó la parte posterior de la línea romana.
Fue una clásica maniobra de acorralamiento. Los romanos se vieron rodeados y obstaculizados debido a su propia superioridad numérica. La infantería experimentada debería haber conseguido luchar y salir de la trampa, pero muchos legionarios romanos eran jóvenes recién reclutados que participaban en su primera batalla.
A pesar de encontrarse en una situación desesperada, lucharon con la obstinación que caracterizó a su república. La matanza, «una carnicería más que una batalla» (así la describió Tito Livio), se prolongó durante toda la tarde. Cuando se logró la victoria cartaginesa, la llanura de Cannas se había convertido en un cementerio para unos 60.000 cadáveres. Emilio Paulo falleció también en la batalla, Terencio Varrón logró salvarse.
Consecuencias y repercusiones
Después de la gran victoria de Cartago, los consejeros de Aníbal le instaron a marchar inmediatamente sobre Roma. Pero el ejército estaba exhausto. Los cartagineses carecían de equipo para sitiar las murallas de Roma y, en cualquier caso, Aníbal esperaba que aquella aplastante derrota terminara por obligar a Roma a llegar a un acuerdo de paz.
Además, Aníbal daba casi por sentado que los aliados italianos de Roma iban a abandonarla. A las objeciones de Aníbal, el exasperado Maharbal repuso: «Ningún general goza de un talento completo. Tú, Aníbal, puedes ganar batallas, pero no sabes cómo utilizar tu victoria».
Tenía razón. Roma no pidió la paz ni perdió muchas de sus alianzas, firmes como las calzadas que había construido. Roma se recuperó, y aunque Aníbal permaneció en Italia catorce años más, nunca logró otra victoria como la de Cannas o la de Trasimeno.
Finalmente, fue llamado a África y cayó derrotado en la batalla de Zama, en el año 201 a. C. Cincuenta años más tarde, la venganza romana vio a Cartago derruida y cubierta de sal para evitar que los cimientos de la ciudad volviesen a levantarse de nuevo.
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