Durante un tiempo, La capital del imperio Asirio era la ciudad de Nínive (actual Irak). Y en el centro de ella el rey Senaquerib mandó construir un extraordinario palacio de altos muros y espléndidos jardines. Construido hace 2.700 años, tal era su belleza que se le denominó “el Palacio sin rival”. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos las características e historia del Palacio de Senaquerib.
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Origen del Palacio de Senaquerib
Para conocer bien el origen del palacio de Senaquerib, se debe comprender primero cómo era la civilización que lo construyó: los asirios. Son muchos los que tal vez recuerden aquel célebre verso en el que el poeta Byron describe la máquina de guerra de los asirios: «Los asirios se abalanzaron como los lobos sobre el rebaño».
Pocos saben, en cambio, que Senaquerib, rey de Asiria (705-681 a. C.), fue, al igual que otros muchos monarcas absolutistas, una persona dotada de una gran inteligencia e iniciativa, con las que logró unir Oriente Medio bajo una misma ideología más que a través de la simple imposición por las armas.
El centro de su imperio estaba en Nínive, ciudad que Senaquerib convirtió en una metrópolis que habría de maravillar a todo el mundo civilizado. Y en el centro mismo de Nínive se alzaba el recién construido palacio real.
Éste no solo encarnaba las aspiraciones imperiales del rey, sino también las penosas circunstancias por las que tuvo que pasar al acceder al trono de Asiria, después de que su padre cayera muerto en una escaramuza fronteriza y el imperio asirio.
Dicho imperio fue, esforzadamente levantado en los últimos cuarenta años desde el centro de Irán hasta la frontera con Egipto y se viese amenazado por diversas revueltas internas incentivadas desde el exterior. No obstante, Senaquerib logró poner fin a todos estos desafíos tras cuatro años de guerra, de modo que hacia el año 701 a C ya pudo concentrarse en construir el futuro.
Proceso de construcción
Para la construcción del palacio de Senaquerib, tuvo a su disposición una abundantísima mano de obra, compuesta por prisioneros de guerra procedentes de Babilonia, el sur de Turquía, Palestina y otras muchas regiones.
Sin ellos, no se habría podido materializar el ambicioso proyecto de construcción que dotaría a Nínive de nuevas murallas de piedra y espléndidos jardines, para cuyo riego hubo que excavar canales de agua de varios kilómetros de largo.
De todos modos, la joya de la corona fue el palacio en sí, en cuyos cimientos se han encontrado numerosas inscripciones cuneiformes, tanto en forma de memoriales como en tablillas de arcilla. En ellas, se describe con todo lujo de detalle cómo se erigió, completando y ampliando así la información proporcionada por los restos desenterrados por los arqueólogos.
Se sabe que en ese mismo emplazamiento hubo otro palacio de fechas anteriores que debía de medir (de acuerdo con los datos aportados por las inscripciones) 200 x 66 m aproximadamente. Pero que en tiempos de Senaquerib se encontraba en un estado ruinoso después de que las lluvias hubieran erosionado los cimientos y abierto brechas en los muros.
Para ampliarlo, el rey de Asiria no dudó en ganar tierra al río colindante, el río Tigris. La construcción del palacio de Senaquerib se llevó a cabo entre el 702 a. C. y el 693 a. C. fecha en que concluyeron las obras.
Para solucionar el hecho de que estuviese junto al río, se colocaron unos imponentes cimentos con bloques de piedra caliza, sobre los que se dispuso una plataforma de ladrillos de adobe mezclados con paja y secados al sol.
Por sorprendente que pueda parecer, este material posee unas indudables propiedades arquitectónicas, ya que aísla muy bien del frío y del calor. Además, con un correcto mantenimiento dura en pie siglos y siglos, de ahí que se empleara incluso para los muros del palacio.
Hacia el año 697 a. C., la plataforma medía 385 x 212 m aproximadamente en sus lados más largos, y tenía 22 m de alto, esto es, 180 hiladas de ladrillos superpuestas, lo que da un total de 107 millones de ladrillos, cifra ésta inexacta, pero que sin duda da una idea de las dimensiones del proyecto. Entre 697 y 693 a. C. el complejo palaciego sufrió todavía alguna que otra ampliación hasta alcanzar los 503 x 242 m definitivos.
Características del Palacio de Senaquerib
El rey Senaquerib puso a su palacio el acertado nombre de «Palacio sin rival», pues ciertamente nunca hasta entonces se había levantado en el mundo una construcción similar. Para algunos, solo lo iguala el Palacio de Versalles.
Tal como podemos imaginar a partir de un relieve conservado, la vista de la ciudad desde la orilla este del Tigris debía de resultar sobrecogedora, con sus murallas de 25 m de altura coronadas a su vez por la fachada del palacio, que se alzaba a una altura de, como mínimo, otros 20 metros más.
Dicha fachada tenía tres puertas principales y delante de cada una de ellas había un pórtico flanqueado por dos columnas gigantes, cuyas bases, de bronce, reproducían la figura de dos leones dando una zancada, y que ya de por sí constituían una auténtica obra de arte.
Para esculturas de este tamaño no servía el método tradicional de relleno con cera, de modo que el propio Senaquerib, en coordinación con uno de sus arquitectos, ideó una nueva técnica que consistía en introducir el metal fundido en un molde para luego dejarlo enfriar hasta que endurecía.
Dos de las columnas eran también de bronce, mientras que el resto era de simple madera, obtenida, eso sí, de los cedros más altos de las montañas del Líbano, a 800 km de distancia, desde donde se transportaron a Nínive por tierra y por el río.
Las columnas estaban decoradas con incrustaciones y baños de oro y plata, y coronadas con unos capiteles de estilo cólico. En lo alto, casi tocando el cielo, las almenas, decoradas con hiladas de ladrillos esmaltados en un azul intenso, relucían con los rayos del sol.
Detrás de las columnas había unas enormes esculturas en alabastro con forma de toro alado y cabeza humana que miraban en todas direcciones y cuya finalidad era alejar del palacio la mala suerte así como a cualquier enemigo potencial.
En la fachada principal había al menos doce de estas esculturas, que medían unos 4 m de alto y pesaban cerca de 30 toneladas cada una, y a ellas había que sumar las cerca de cien representaciones de toros o esfinges que adornaban las otras entradas del palacio.
Senaquerib se vanagloriaba al recordar cómo sus antecesores en el trono habían tenido grandes problemas a la hora de transportar desde las canteras esculturas de similar tamaño a través del Tigris, viéndose obligados a esperar a las crecidas primaverales del río, y aun a costa de numerosos heridos entre los porteadores, cuando él había encontrado una cantera similar junto al río colindante.
No obstante, se han conservado unos cuantos frisos del palacio en los que queda claro lo duro que seguía siendo el traslado del material desde las canteras hasta Nínive. Después de extraer el bloque de piedra a golpe de piqueta, se pulía un poco para restarle algo de peso. Y, se colocaba encima de un patín, en el que se llevaba a través de los 50 km de terreno irregular que mediaban entre la cantera y Nínive.
Una vez allí, había que elevarlo hasta unos 20 m de altura para situarlo en la fachada del palacio. Obviamente, el trabajo más duro lo realizaban los prisioneros de guerra, supervisados siempre por oficiales asirlos.
Mientras unos hacían palanca en la parte trasera del patín, otros intentaban deslizar debajo del bloque unos rodillos. Al tiempo, varios cientos más tiraban desde la parte de delante por medio de unas cuerdas. Los oficiales daban las órdenes por un megáfono sentados en lo alto de los toros, y el mismo Senaquerib controlaba las obras.
Antes de entrar en el palacio a través de la entrada principal, era preciso franquear las puertas de la ciudad y de la ciudadela. Una vez en el interior del palacio, había dos o tres patios exteriores rodeados de almacenes y dependencias para el servicio doméstico, los funcionarios de menor rango y la guardia del rey.
Desde el patio situado más hacia el interior se tenía una magnífica vista de la fachada de la sala del trono, desde donde Senaquerib presidía los consejos de estado.
Más allá había todo un complejo entramado de más salas. Y, patios donde se encontraban las habitaciones oficiales, en las que trabajaba toda una legión de eunucos, funcionarios barbados y aspirantes a cortesanos. En uno de los lados se hallaban las dependencias de las mujeres del rey, en las que una guardia de eunucos velaba para que nadie entrase en ellas.
Todas las salas de importancia estaban decoradas con relieves murales de alabastro en los que se mostraban las victorias y los grandes logros realizados por el rey de los asirios, entre los cuales estaba sin duda alguna el propio palacio.
El resultado hablaba por sí solo: enormes cantidades de piedras preciosas procedentes de canteras situadas en los cuatro puntos cardinales del imperio, estatuas y frisos de enormes dimensiones traídos en barcazas desde las montañas del norte, oro por doquier, puertas, techos y mobiliario elaborados con maderas nobles y marfil, lujosas alfombras en los suelos…
Hasta el sistema de canalización del agua era realmente asombroso, pues estaba dotado de múltiples tornillos de Arquímedes. De todo Oriente Medio llegaron obsequios y tesoros para celebrar la construcción del que para muchos era no sólo el edificio más bello, sino el mismo centro del universo.
Declive y descubrimiento
Durante cincuenta años el palacio de Senaquerib fue el corazón del imperio asirio, hasta que un rey posterior se hizo construir otro palacio en algún otro lugar de la ciudad, que en el año 612 a. C. fue saqueada e incendiada. Del célebre palacio de Senaquerib tan sólo se conservaron la plataforma y los muros de ladrillos de adobe, que resistieron a la acción del fuego.
En 1850, unos arqueólogos que realizaban unas excavaciones en el moderno túmulo de Kuyunjik toparon casualmente con un friso de alabastro medio quemado de unos 3 km de longitud; a fecha de hoy, todavía queda por excavar la mitad del palacio. Los relieves fueron a parar a museos de todo el mundo, no así los sólidos cimientos de piedra, construidos en el siglo VII para resistir los embates de la corriente y que han permanecido intactos durante todos estos siglos bajo las ruinas.
Ficha técnica del Palacio de Senaquerib
- Época: 702-693 a. C.
- Localización: Nínive, Irak.
- Profundidad de los cimientos: 22 m aproximadamente.
- Altura de las murallas: 20 m aproximadamente.
- Dimensiones: 503 x 242 m.
- Número de habitaciones excavadas: 120 aproximadamente.
- Cantidad de habitaciones por excavar: al menos 100.
- Número de esculturas colosales en las entradas: 120 aproximadamente.
- Peso de las figuras colosales más grandes: unas 30 toneladas.
- Longitud del friso en piedra esculpido: al menos 3 km.
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