El sonajero nació probablemente en Mesopotamia, desde donde viajó a Egipto, también los griegos y los romanos lo utilizaron. Aunque se crearon para los bebés y niños pequeños, en la Antigüedad tenían un uso distinto al actual. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen e historia del sonajero y los diferentes usos que ha tenido en el tiempo.
Historia del sonajero
Hacia el año 1360 a. C., en el antiguo Egipto aparecieron los primeros sonajeros infantiles que en la actualidad todavía se conservan. En el Museo Hirniman de El Cairo se exhibe un buen número de ellos procedentes de ajuares funerarios infantiles. Se echaba mano de ellos cuando la enfermedad visitaba la cuna del lactante.
En la Antigua Grecia a los sonajeros se les llamaba krótalon. Los antiguos romanos los llamaron crepitacula o sonalia: eran unas rodajas de metal dispuestas en un cerco de madera de modo que al percutir unas en otras produjeran un sonido tintineante con el que se adormecían las criaturas. En pueblos menos sofisticados era más tosco.
Para su elaboración se empleaba todo tipo de vainas vegetales secas, como los que aún se usan en países como Zambia, donde, como en el antiguo Egipto, tienen un fin mágico: producir un sonido persistente que asuste a los espíritus malignos y a su vez entretenga a los niños.
En Asia Menor y en las ciudades mediterráneas ribereñas el sonajero era un artilugio popular hace tres mil años. No se utilizaban para lo mismo que ahora. El primer uso del sonajero fue mágico: una calabaza seca con piedrecillas en su interior, que a modo de maracas se agitaba alrededor de la cuna para ahuyentar los malos espíritus; tenían cierta vinculación con la religión.
En su interior se procuraba que hubiera alguna pieza pequeña de coral, ya que se atribuía a esta materia calcárea virtudes medicinales y mágicas que podían resguardar a la criatura de peligros materiales y asechanzas de índole sobrenatural.
Han aparecido sonajeros con mango de madera para su manipulación, madera en algunos casos tallada con motivos alusivos a la infancia. Hubo sonajeros en forma de oso, pájaro de pico romo para que no se lastimara el niño, e incluso en forma de cerdo con sus orejas pegadas a la cabeza.
Los sonajeros de arcilla estaban elaborados en distintos tamaños y maneras. Se hacían también sonajeros de conchas marinas y de calabaza, en cuyo interior se introducían huesos de aceituna, pequeñas piedras e incluso canicas. El sonajero se recubría de una materia blanda y suave para proteger a la criatura en caso de que se rompiera; con ese mismo fin carecían de aristas, puntas o cualquier otra protuberancia que pudiera lastimar a la criatura.
Los sonajeros antiguos eran piezas artísticas, muy atractivas y hermosas; se pintaban o decoraban con esmalte azul celeste, color que en Egipto tuvo significado y sentido sobrenatural.
En España se colocaba cerca del bebé un cascabel de plata que servía de sonajero y protección contra el mal de ojo, al que son tan propensos los recién nacidos. Fueron tan populares que incluso en el siglo XVII el Gobierno tuvo que fijar su precio como si se tratara de un artículo de primera necesidad.
Eran sonajeros pequeños, de mango largo, y colgaban a un lado de la cuna; en la parte alta, se incluía un par de rodajas de metal o cascabeles. Tenían como en el mundo antiguo distintas formas a imitación de animales simpáticos como el pato o el oso, y se hacían de distintos materiales: latón, madera, arcilla, tafetán o tela gruesa, o calabaza seca.
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Fuentes y bibliografía
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– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: ABRIL DE 2020