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Historia del psicoanálisis

El psicoanálisis se presenta como una técnica de tratamiento de los trastornos mentales a través del discurso, sin recurrir a intervenciones orgánicas, físicas o de otro tipo. Pero, ¿sabes quién fue su inventor? En CurioSfera-Historia.com, te contamos el origen e historia del psicoanálisis, quién lo inventó y cómo ha sido su evolución y difusión.

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Quién inventó el psicoanálisis

Sin duda alguna, los inventores del psicoanálisis son los austríacos Sigmund Freud y Joseph Breuer. Fueron los padres y difusores de la técnica del psicoanálisis desde el año 1890.

cuándo se inventó el psicoanálisis
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis

Parte de los estudios realizados por Joseph Breuer y Sigmund Freud sobre pacientes sometidos a hipnosis, constataban de que en tales condiciones éstos expresaban sin inhibiciones las ideas y pensamientos que reprimían en estado consciente. Estas sesiones producían una cierta mejoría en los trastornos mentales de los pacientes.

Breuer y Freud elaboraron una técnica a partir de estas observaciones que consistía en incitar a los pacientes a abandonarse a asociaciones libres de ideas, sin relación discursiva, que provocasen un estado semejante al de la hipnosis, en el que la conciencia está adormecida.

fundamentos del psicoanálisis
Josef Breuer

En general, los pacientes no experimentaban ninguna dificultad en someterse a esta disciplina. Pero Freud observó que algunos pacientes reprimían la evocación de recuerdos penosos o bien evitaban que éstos accediesen a la conciencia, es decir, al nivel discursivo.

Como la mayoría de los recuerdos reprimidos estaban relacionados con experiencias sexuales desagradables, Freud concluyó que la ansiedad que experimentaban estos pacientes obedecía a la inhibición del instinto sexual o libido. A partir de este momento, Freud y sus discípulos extendieron la noción de ansiedad a fenómenos como la agresividad y las fobias, y elaboraron una interpretación de la personalidad.

La teoría de Freud

Según Freud, la personalidad podría representarse mediante una estructura formada por tres niveles:

  1. En el nivel más profundo se sitúa el ello, sede de los impulsos derivados de determinantes genéticos y del impulso vital, en el que también se ubicarían los recuerdos.
  2. En el nivel siguiente se sitúa el Yo, que opera en el nivel de la conciencia y asume las funciones de cognición, percepción y realización de actos voluntarios.
  3. El último nivel estaría ocupado por el Super-yo, donde residirían los ideales que la familia y la sociedad fueron instilando en el individuo en el curso de su educación.

teoría psicoanalítica de Freud

Los comportamientos anormales, entre ellos la ansiedad, obedecerían a conflictos entre estas tres estructuras. Freud introdujo otra noción novedosa, la transferencia del amor o del odio que el paciente siente por sus padres sobre el facultativo, es decir, el psicoanalista que le trata. Los aspectos de la obra de Freud más conocidos sin duda por el gran público son dos:

  1. El concepto de inconsciente, ámbito situado por debajo del nivel de la conciencia donde se acumulan los impulsos y los recuerdos, que se correspondería más o menos con el «ello».
  2. El concepto de complejo de Edipo, es decir, el apego (con connotaciones sexuales) de todo individuo hacia su progenitor del sexo opuesto durante la infancia, por referencia al mito clásico de Edipo, que se casó con Yocasta sin saber que era su madre.

Las diferentes escuelas del psicoanálisis

El psicoanálisis es una disciplina que ha dado origen a numerosas corrientes de interpretación, a menudo divergentes de la doctrina freudiana original, de las que han surgido diversas escuelas. En este sentido, el papel relevante que el suizo Cari Jung concede al inconsciente colectivo ha dado lugar al nacimiento de la llamada escuela jungiana.

Mientras que el hincapié que hace el alemán Alfred Adler sobre las presiones sociales ha conducido a la formación de un psicoanálisis adleriano. En Francia y entre la década de los treinta y la de los ochenta del siglo XX, Jacques Lacan creó su propia escuela instaurando conceptos como el de fase del espejo.

Este concepto postula que el éxito en la formación de una personalidad depende del paso por una fase infantil en la que el sujeto, que en principio no distingue entre su Yo y el mundo exterior (que considera como un espejo), aprende a diferenciarse de éste y estructura en consecuencia su Yo. A Lacan corresponde también el postulado de que «el inconsciente se estructura como un lenguaje» y que la dinámica del inconsciente sólo puede organizarse sobre un eje, el del deseo del Otro.

Expansión y difusión del psicoanálisis

Entre 1920 y 1960, el psicoanálisis se impuso en el mundo occidental (aunque no en Europa del Este ni en Asia) como una disciplina psicológica por derecho propio, asociada o no a la psiquiatría, que en ciertos países podía ser practicada sin titulación médica.

Su influencia cultural ha sido considerable. A partir de los años 1970, sin embargo, su popularidad parece haberse estabilizado e incluso llegó a descender en los Estados Unidos, que durante la Segunda Guerra Mundial había sido la tierra de elección del psicoanálisis.

Evolución del psicoanálisis

El psicoanálisis merece sin duda el título de invento, cuyo mérito consiste en haber delimi­tado el ámbito del inconsciente, hasta entonces mal conocido, re­legado o poco estudiado por los psicólogos clásicos.

Su error prin­cipal fue mantenerse sistemática­mente aislado de los fundamen­tos psicológicos del sistema ner­vioso, lo que ha propiciado la­mentables irrupciones de lo ocul­to en la teoría freudiana y equi­vocaciones extravagantes. Por ejemplo, como el empeño en asignar a la nariz un rol sexual, según postulaban las teorías del médico de cabece­ra de Freud, el doctor Wilhelm Fliess.

En general, el psicoanálisis no se ha beneficiado de los inmensos progresos de la neurofisiología, que le hubieran permitido cimen­tar sus postulados con mayor so­lidez. El descubrimiento de la di­visión del sistema nervioso cen­tral en un paleocórtex (sede de los cinco impulsos prima­rios: hambre, sed, miedo, instinto genésico y agresividad) y en un neocórtex (espacio psicológico donde tiene lugar la integración racional de las percepciones y de los actos voluntarios) hubieran permitido ir mucho más allá de las distinciones de Freud.

Dichas distinciones, tenían una base meramente fenomenológica y no se apoyaba en un conocimiento estructurado de las neuronas que generan los fenómenos nerviosos e intelectuales.

Carencias históricas del psicoanálisis

Es preciso observar que en la teoría freudiana no sólo existen varios puntos frágiles, como la dificultad para establecer una frontera plausible entre inconsciente y subconsciente, sino también interpretaciones frecuentemente abusivas. Las investigacio­nes e interpretación de los sueños, a cuya simbología Freud y los psicoanalis­tas concedían tanta importancia, han revelado por otra parte que la estimulación de los recuerdos durante el sueño se realiza de forma semialeatoria, y no según la lógica asociativa estricta que suponían los psicoanalistas.

El hincapié que las teorías freudianas hacen sobre la sexualidad explican su nulo arraigo entre las culturas asiáticas, donde la sexualidad no reviste el carácter tabú que tiene en las culturas judeocristianas. La antropología y la etnología han llevado a cuestionar el postulado del complejo de Edipo, desconocido en las estructuras sociales primitivas, como han puesto de manifiesto especialmente los trabajos de Bronislavy Malinowski. Dicho complejo no sería universal, sino cultural y geográficamente restringido.

Por último, hay que señalar que ciertas interpretaciones exageradas de las teorías freudianas han inducido erróneamente a considerar que el dolor que provoca la ansiedad es siempre un mal (interpretación que ha convertido a Francia, por ejemplo, en el mayor consumidor de tranquilizantes del mundo), cuando en realidad se trata de una reacción a menudo beneficiosa.

Por otra parte, el éxito del freudismo «popular» en los años sesenta del siglo XX hizo que en ciertos ambientes se considerara que toda cortapisa a la sexualidad engendraba ansiedad y era por tanto negativa, lo que llevó a la práctica de una sexualidad desenfrenada como «síntoma» de salud. Tales excesos dieron resultados opuestos a los que tan ingenua terapéutica esperaba, es decir, condujeron a una desinserción social que en muchos casos ha llegado a revestir un carácter agudo.

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