El uso del maniquí en el ámbito de la sastrería y moda tiene 500 años. Es indiscutible, que son de gran utilidad, para ver cómo queda puesta una prenda de vestir. En la Antigüedad los comercios y sastres tenían como mínimo uno en el escaparate. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del maniquí.
Origen del maniquí
El maniquí se inventó en Francia en el siglo XVI. Por este motivo, en su origen se le llamaba maniquí francés. Tiene como antecedente las muñecas vestidas a la moda que se enviaban de Francia a los modistas de Londres, Madrid, Berlín y Roma: las poupées de mode (muñecas de la moda).
De estos usos hay una mucha documentación que ha llegado a nuestros días. Se menciona en una carta dirigida a Isabel de Este por Francisco I de Francia ya en 1515; pero el término existía a mediados del siglo anterior.
El uso del maniquí continúa en el siglo XVII y se consolida en el siglo XVIII, momento triunfal de la industria de muñecas. Hasta entonces el maniquí era un muñeco articulado, normalmente de madera, y no tenía que ver con lo que hoy entendemos por tal.
Fue en el siglo XIX cuando los escaparates de las tiendas de moda empezaron a mostrar maniquíes. La primera vez que esto sucedió fue en 1870 en París, donde Alexis Marie Lavigne se sirvió de ellos para vender crinolina, tela hecha a base de cerdas entretejidas. Unas décadas antes, en 1846, el modista inglés Charles F.Worth, rey de la moda parisina, empezó a utilizar modelos o maniquíes vivos que exhibían sus chales de Cachemira.
Para cuyo realce y lucimiento pidió a Marie Verne, su vendedora más guapa y con quien Worth terminó casándose, que se paseara por el interior de la lujosa tienda luciéndolos. Dado el éxito le pidió que luciera también las faldas, vestidos, corsés e incluso bolsas de mujer.
Worth vio en aquella novedad un auténtico descubrimiento para vender ropa cara, e incluso después de casarse con Marie Verne utilizó la esbelta y perfecta figura de su mujer para una serie de vestidos que luego vendía en su tienda de la Rue de la Paix de París.
Los pases eran muy exclusivos: unas cuantas señoras, clientes distinguidos de la firma, eran invitadas a contemplar las novedades. Más tarde, cansada la señora Worth de servir como modelo contrató a otras jóvenes para exhibición de trajes.
El criterio de selección era sencillo: guapas, buen tipo, pero que se parecieran a sus clientes. Por eso se les denominó sosies, que no tiene que ver con el adjetivo negativo “soso”, sino con la voz latina sosia, personaje teatral de las obras de Plauto y cuya singularidad residía en parecerse muchísimo a otro personaje de la misma obra.
Estas sosies dieron lugar poco a poco a la denominación que parecía definitiva: maniquíes, que en la moda francesa del XIX eran llamadas mesdemoiselles mannequins. Los maniquíes flamencos, los maeneken ernan hombrecillos de madera con articulaciones movibles de diversos tamaños, que adoptaban todo tipo de posturas y orientaban al pintor en la clase de ropaje que convenía trasladar al lienzo.
Etimología de la palabra maniquí
El origen de la palabra maniquí proviene del holandés mannekijn, forma diminutiva de mann= hombre, voz que arribaría al castellano a través del francés mannequin. El término, y el uso de maniquíes, pertenece al ámbito de la pintura antes que al de la moda.
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Fuentes y bibliografía
– AGNES, A. (1967). The Story of Clothes (en inglés). Londres. Faber & Faber.
– DELPIERRE, M. (1995). Historia de la Moda. Barcelona. Edicions Indesinenter.
– HOTTENROTH, F. (1917). Historia del traje desde tiempos primitivos hasta nuestros días. Barcelona. Montaner y Simón Editores.
– LURIE, A. (1981). The Language of Clothes (en inglés). Nueva York. Random House Inc.
– POSTREL, V. (2020). El tejido de la civilización: Cómo los textiles dieron forma al mundo. Madrid. Editorial Siruela.
– RACINET, A. (2016). Historia ilustrada del vestido. Madrid. Editorial LIBSA.
– REIFF, A. (2008). Historia del vestido. Barcelona. Editorial Blume.
– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: FEBRERO DE 2020