El parchís es uno de los juegos de mesa más populares en todo el mundo, pero seguramente no conoces su origen e historia, y tampoco quién inventó el parchís. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos con todo detalle los orígenes de este juego, sus reglas y cómo ha sido su evolución.
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Inventor del parchís
El parchís fue idea de un personaje excepcional, Akbar el Grande, conquistador de la India en el siglo XVI, uno de los emperadores mogoles más importantes de la Historia. Por tanto, podemos afirmar que el inventor del parchís es Akbar el Grande, en la India en el año 1570.
Nada escapaba a su interés, la literatura, el arte, la arquitectura, la música, y sobre todo la gastronomía, y, una vez estabilizada la situación política y económica, los pasatiempos. Akbar decía: “¿Qué otra cosa espera al hombre que ha terminado su trabajo?: sencillamente, buena mesa, buena cama y entre ambos extremos una distracción digna”. Akbar creó la burguesía india, sentó las bases de la vida ciudadana, y sabía que la paz generaba ocio.
Después de esta breve introducción ya conoces los siguientes datos:
- ¿Quién inventó el parchís? Akbar el Grande.
- ¿Dónde se inventó el parchís? en la India.
- ¿Cuándo se inventó el parchís? en el año 1570.
Historia del parchís
Te preguntarás, ¿Cómo se inventó el parchís?, ¿de dónde surgió esta idea? Te lo explicamos: durante trescientos años la gastronomía, las fiestas, el vestido y la diversión o entretenimiento que ha presidido la vida india se ha inspirado en la iniciativa de Akbar el Grande.
A la pregunta de cómo se le ocurrió una cosa así, acaso la inspiración remota se encuentre en el mundo de la caballería andante, asunto que no solo interesó a Occidente sino también a Oriente.
Los campos de la tela o escenarios de los torneos solían ser parajes naturales cercanos a castillos y mansiones, sitios que en el Renacimiento se convirtieron en jardines espaciosos y elaborados con macizos aislados, setos, avenidas de arbustos o de árboles por donde a menudo se ejercitaban los caballeros o paseaban las damas.
En el centro de aquellos paraísos solía haber algún pabellón de caza o lugar escondido para encuentros amorosos. Llegar a él era una meta íntima y secreta. Pero no había un juego establecido todavía. Fue Akbar el Grande quien tuvo la ocurrencia de convertir aquello, los jardines que rodeaban su palacio, en una especie de tablero gigante.
No es posible jugar al parchís sin fichas, pero ¿de qué fichas se trataba?: nada menos que de doncellas del imperio que se desplazaban de una casilla a otra a modo de pequeños tronos entre arbustos y matorrales de acuerdo con la puntuación sacada, siendo un número par de caballeros los que las movían montados a caballo.
No había dados ni cubiletes: la suerte la echaba el emperador lanzando al aire veinticinco conchas de caurí, de las cuales solo contaban las que caían hacia arriba. De hecho la palabra que dio nombre al juego es el numeral indio pacisi= veinticinco.
Era un gran honor para las muchachas de la nobleza servir de piezas del real juego. La meta era llegar antes que nadie al centro del tablero: el trono de Akbar, en el centro del jardín. El juego adquirió ribetes eróticos, y seguramente puedes deducir cuál sería la naturaleza del premio.
Evolución del parchís
¿Cómo ha llegado el parchís hasta nosotros? Tras invadir la India a mediados del XIX, los ingleses se aficionaron al parchís; entretenían con este juego las largas horas de ocio. Para convertirlo en juego de salón o de mesa, confeccionaron un tablero que imitaba la disposición y geometría del jardín del palacio de Agra, una de las mansiones reales indias más hermosas, reproduciendo a escala sobre el tablero de madera los setos, arbustos, fuentes, vericuetos y parterres.
En vez de muchachas emplearon fichas de marfil, e introdujeron el dado para sustituir las conchas de caurí; también incluyeron el cubilete para poner en juego el albur o la suerte. Para estas modificaciones de las reglas del juego del parchís, se fijaron en un antecedente muy parecido: el juego de la oca, que ya era popular en el siglo XVII.
A él se aficionaron en su tiempo personajes como Luis XIV de Francia y Napoleón, que veían en el juego de la oca una forma de ejercitarse en la estrategia militar: puentes, valles, fortalezas, poblados, bosques, baterías enemigas. La oca, que se situaba de nueve en nueve casillas, suponía el premio al esfuerzo consistente en una opípara comida a base de ese animal. Pero ése es otro juego y otra historia.
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