El Mausoleo de Halicarnaso o el Sepulcro de Mausolo era un lujoso monumento funerario construido el año 353 a. C. para Mausolo, un gobernador del Imperio persa. Se construyó en la antigua ciudad griega de Halicarnaso (ahora Bodrum, en actual Turquía). Esta edificación, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, fue un encargo de su hermana y esposa, Artemisia II de Caria, a los arquitectos griegos Piteo y Sátiro de Paros. En CurioSfera-Historia.com, te contamos la Historia y origen del Mausoleo de Halicarnaso.
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Origen del Mausoleo de Halicarnaso
El mausoleo de Halicarnaso, en la costa sudoccidental de la actual Turquía, se construyó para albergar los restos de Mausolo, gobernador soberano de Cana. Se concluyó en el 353 a. C., ya muerto el gobernador, de la mano de Artemisia, hermana y esposa suya a un mismo tiempo. Aunque nos han llegado muy pocos restos de la construcción original, conocemos muchas cosas acerca de su aspecto y construcción gracias a las fuentes históricas, así como a las excavaciones arqueológicas.
Características
Fue una obra realmente monumental que eclipsó cualquier otra tumba de la época, tanto en tamaño como en majestuosidad, debido a sus casi 45 metros de altura y sus más de 1.216 m2 de superficie. El mausoleo tenía una planta casi cuadrangular, con los lados que daban al este y al oeste ligeramente más alargados que los que miraban al norte y al sur.
Descansaba sobre un enorme podio de 38 x 32 metros, flanqueado por una colección de columnas jónicas a cada uno de los cuatro lados, y en la parte superior había una pirámide escalonada de 24 peldaños. La parte que daba al exterior estaba formada por bloques de mármol blanco y piedra caliza de color azul, mientras que el núcleo del mausoleo era de piedra volcánica de color verde.
Por debajo de la base había todo un intrincado sistema de desagües y galerías subterráneas concebido para mantener seca la estructura y dotarla de suficiente solidez. El recinto que ocupaba este magnífico monumento (unas 2,5 hectáreas en total) estaba delimitado por un muro de grandes dimensiones y una enorme puerta monumental que daba a oriente.
Cinco de los mejores y más reputados escultores de la antigua Grecia recibieron el encargo de decorar el mausoleo, en concreto Escopas, Briaxis, Leocares, Timoteo y Praxíteles. De todos ellos, cuatro se encargaron de cada uno de los cuatro lados de la tumba, mientras que el quinto se consagró a la enorme escultura de la cuádriga que habría de alzarse en lo más alto de la pirámide escalonada.
Dos frisos recorrían sin interrupción los cuatro lados de la tumba, uno de ellos con el motivo de la batalla de los lapitas y los centauros, y el segundo con la de los griegos contra las amazonas. A ellos había que añadir multitud de estatuas con formas humanas y de leones de tamaño natural e incluso superior al real, dispuestas sobre unas bases de piedra caliza de color azul.
Construcción del Mausoleo de Halicarnaso
Según afirma Plinio el Viejo, el mausoleo llegó a alcanzar una altura total de 140 pies griegos (el equivalente a 45 metros), de los que cerca de una tercera parte correspondía a las columnas. Se calcula que la altura de la pirámide debía de rondar los 6,8 metros, algo más que el imponente conjunto escultórico de la cuádriga, para el que se ha calculado una altura de unos 6 metros a partir de los restos conservados. Según estos cálculos aproximados, la diferencia, 20,2 metros, correspondería al podio.
Para la construcción de este último debieron de precisarse unos 24.563 m3 de piedra, que obviamente tuvo que extraerse de las canteras, tallarse, transportarse y ensamblarse. De hecho, de las proximidades tan solo procedía la lava verde empleada en el interior de la construcción, junto con la que se utilizaron otros tipos diferentes de piedra procedentes de más lejos, tal como han revelado los análisis.
Asimismo, el mármol del friso de las amazonas procedía de la isla de Cos, mientras que el del carro lo más probable es que procediera de Frigia, en concreto de la región interior de Afión. Sin duda, tal diversidad de materiales y procedencias contribuyó en gran medida a convertir el mausoleo en un testimonio privilegiado de la política regional de la época.
Las sucesivas campañas de excavación llevadas a cabo durante el siglo XIX, así como en los años sesenta y setenta, han permitido reconstruir la distribución original del mausoleo y hacerse una idea aproximada de su proceso de construcción. Dado que en el emplazamiento elegido había una necrópolis preexistente, fue preciso nivelar el terreno y excavar corredores y cámaras, que posteriormente se rellenaron para dotar al 3 monumento de una base lo bastante firme.
Los cimientos y el núcleo interior del podio los formaban bloques de lava autóctona de casi 1 metro de largo. Los bloques adyacentes iban sujetos unos a otros por medio de unas grapas metálicas para dotar de mayor solidez a los muros, y lo más probable es que se utilizaran clavijas de metal entre los bloques de los niveles superiores con idéntico propósito.
Tanto la pirámide como la sección de las columnas estaban también perfectamente diseñadas, con una separación entre columnas contiguas de unos 3 metros, lo que hacía un total de 36 columnas, todas ellas de estilo jónico. Una vez más, se emplearon grapas de metal para unir los capiteles con el arquitrabe. Dada la escasez de restos conservados y la vaguedad de los testimonios escritos, no sabemos a ciencia cierta cómo se elevaron los bloques durante la construcción del mausoleo.
Sin duda, debieron de utilizarse grúas para colocar los fustes de las columnas encima del podio, tanto más si se tienen en cuenta sus enormes dimensiones y la altura a la que fue preciso subirlos. Una vez en su sitio, se debieron de colocar unas fijaciones de madera entre columnas adyacentes para sostenerlos, Es probable que los bloques del podio se alzaran de idéntica manera, con ayuda tal vez de sogas rematadas en unas agarraderas que se cortaron una vez colocados los bloques.
En el caso de la pirámide, la elevación de los bloques debió de resultar bastante más problemática. Con independencia del mecanismo que se emplease, éste tenía que ser todavía mucho más robusto. No solo por el tamaño de los bloques de piedra, sino también por la altura a la que había que elevarlos, entre 32 y 39 metros.
No menos dificultoso, sino más, debió de ser el proceso de elevación y colocación de la decoración escultórica, mucho más vulnerable a las fracturas que un bloque normal, sin delicados miembros esculpidos que respetar. Además, fue preciso elevar también un gran número de estatuas de tamaño natural o incluso superior al real como parte integrante de un complejo plan escultórico cuidadosamente concebido.
La decoración
Lo que convirtió al mausoleo de Halicarnaso en una de las siete maravillas de la antigüedad fue precisamente su riqueza ornamental. En especial la de la estatuaria, de la que se han conservado numerosos vestigios. Algunos de ellos incluso con restos de pintura; de un rojo amarronado en las partes pertenecientes al cabello y la barba, y roja, azul. Y, púrpura en los mantos y las demás vestimentas, las esculturas de los leones que bordeaban la comisa estaban pintadas en ocre.
Uno de los grandes interrogantes a propósito del mausoleo es precisamente la disposición de dicha estatuaria. Hay quienes sostienen que el podio era escalonado y que las estatuas se encontraban dispuestas en cada uno de los peldaños resultantes.
Otros, en cambio, más fieles a las fuentes históricas, que en ningún momento mencionan la existencia de un podio escalonado, han desestimado tal hipótesis. Pero, no han sido capaces de proponer ninguna otra que diera acomodo a todas las esculturas. De hecho, tampoco los partidarios de la primera hipótesis se ponen de acuerdo en el número de escalones.
Sobre lo que no cabe duda es acerca de la cámara funeraria propiamente dicha, una habitación rectangular situada en la base del monumento, bajo un tramo de escaleras y sellada mediante unas imponentes puertas de mármol. Inmediatamente a continuación de la entrada había un inmenso bloque cuadrado de piedra con unos agujeros y unas ranuras para las clavijas que en su día sirvieron para fijarlo.
Descubrimiento
Cuando los caballeros de la orden de San Juan entraron en el interior de la cámara, allá por 1522, descubrieron una urna o un sarcófago de mármol. Cuando regresaron al día siguiente se lo encontraron roto, con tan solo unas cuantas arandelas de oro y restos de tejido de este material. En unas excavaciones recientes se hallaron unas cuantas de esas arandelas, el único testimonio que nos ha llegado del contenido original de la tumba.
Pero, ¿por qué motivo se construyó un monumento tan elaborado como éste para el soberano de Caria?. La explicación es más bien de índole política: Mausolo pretendía crear un imperio cario que englobase tanto a los griegos como al resto de pueblos. Y, su tumba fue en realidad un símbolo de este deseo de unidad, al combinar elementos de las tradiciones arquitectónicas griega, licia y egipcia.
Una de las aportaciones más innovadoras del mausoleo fue dotar de una nueva dimensión a la arquitectura y la escultura en un mismo espacio compartido, alcanzando ambas disciplinas un equilibrio que tendría numerosas réplicas en tiempos posteriores.
Por otro lado, la peculiar visión de la inmortalidad que transmite la tumba de Mausolo inspiró numerosos monumentos griegos y romanos, si bien a menor escala, al tiempo que dio origen a la palabra “mausoleo”, con la que nos referimos a cualquier monumento funerario de grandes dimensiones.
Destrucción
No se sabe a ciencia cierta qué provocó el derrumbamiento del mausoleo. Unos sugieren que tal vez quedara destruido por un terremoto, aunque hay también quienes aventuran que nunca llegó a terminarse del todo.
El caso es que los restos que pudieron haberse conservado se perdieron definitivamente en el siglo XV, cuando los caballeros de la orden de San Juan quemaron los bloques de mármol para obtener mortero y reutilizaron los demás bloques para fortificar el castillo de Bodrum. Los mismos, de hecho, que en 1522 entraron en la cámara mortuoria de Mausolo, situada en la base del monumento, y saquearon el contenido de la misma, de la que tan pocos detalles conocemos.
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