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Historia del lunar postizo

La utilización del lunar postizo como elemento estético es antigua. En tiempos de Enrique IV de Francia, a finales del siglo XVI, se inició la costumbre de adornar el rostro con lunares postizos hechos con pedazos de seda. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos el origen y la historia del lunar postizo.

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Origen de los lunares postizos

El gran boom del lunar postizo tuvo lugar tras una epidemia de viruela en el siglo XVII que afectó a gran número de damas europeas desfigurando sus rostros y dejando en ellos desagradables cicatrices. Para paliar aquellos estragos era necesario desviar la mirada hacia algo distinto en la cara, y se recurrió a los lunares postizos grandes en forma de estrellas, soles, medias lunas, corazones, tréboles, cuadraditos e incluso animalillos.

Aquellas figuras decoraban la faz; se utilizaba una docena de ellos de una vez. Eran de seda de colores o de terciopelo negro. Se colocaban donde más pudieran lucir, y más a menudo tapando ampollas y marcas junto a los labios, en la frente, en la vecindad de los ojos, en cuello y mejillas o incluso en el pecho.

Cuando las secuelas de la viruela no eran grandes los lunares postizos paliaban la situación. Fue una moda unisex, tanto hombres como mujeres los lucían. En el siglo XVIII vivió sus días de esplendor.

Lenguaje secreto de los lunares postizos

El lunar postizo se conocía como mouche o mosca francesa, país donde se inventó, se vendía en cajitas con espejo incorporado. Esta moda produjo un lenguaje secreto, al igual que lo hizo el abanico. No significaba lo mismo el lunar en un sitio que en otro, e incluso se llamaban de distinta manera:

  • Si se ubicaba en medio de la frente se llamaba lunar mayestático.
  • Si lucía en la nariz se denominaba lunar impertinente.
  • En los ojos era un lunar apasionado.
  • Se llamaba lunar besucón si adornaba la comisura de los labios.
  • Sobre el labio se conocía con el nombre de lunar coquetón.
  • En medio de la barbilla lunar galante.
  • Lo corriente era lucir el llamado lunar discreto, entre la boca y la barbilla
  • Era corriente el llamado lunar ladrón, sobre una pupila, en el párpado izquierdo.

No tardó en surgir en torno a los lunares un arte de la coquetería combinado con el flirteo:

  1. Junto a los labios significaba que la dama aceptaba el romance a quien se lo había propuesto.
  2. En la mejilla derecha anunciaba que la mujer pretendida estaba casada.
  3. En la mejilla la izquierda, la dama estaba prometida.
  4. Un lunar postizo junto al ojo significaba que estaba dispuesta a vivir un romance apasionado.

La Iglesia, sobre todo en Francia, clamaba desde los púlpitos contra aquella indecencia y el célebre predicador de Luis XVI, Jean- Baptiste Massillon, decía con retintín: “Me asombra que las damas no lo lleven también lunares en sus partes más íntimas”.

Insinuación que dio ideas a las señoras, ya que empezaron a adornar con lunares postizos o lunares dibujados zonas íntimas de su cuerpo en los que no eran visibles, según cuenta Max von Boehn en el tomo IV de su deliciosa Historia de la moda.

Aunque era lógico pensar que tras la desaparición de la viruela el lunar postizo remitiera, no sucedió así. Cuando el médico rural inglés Edward Jenner descubrió en 1796 la vacuna contra la viruela e hizo desaparecer la enfermedad y con ella las odiosas cicatrices y deformaciones cutáneas, pero la moda del lunar postizo continuó: estaba tan arraigada que constituía un requisito cosmético más.

Los lunares de este nuevo momento se adaptaron a la situación: no había nada que tapar o esconder, por lo que en vez de adherirse a la piel se dibujaron en ella con un lápiz facial, y las lujosas cajitas de lunares postizos, que se vendían en París, Viena, Londres, y ciudades importantes, comenzaron a utilizarse como polvera.

Creencias históricas sobre lunares

La viruela había desaparecido, pero era más difícil acabar con la coquetería no sólo de la mujer sino también del hombre, que abusaba de este recurso cosmético. ¿Hay creencias populares sobre el lunar? Las hubo ya en la Antigüedad, en que era tenido por signo maravilloso.

Servía para pronosticar el futuro de la persona y deducir cosas acerca de quien lo lucía:

  • En el rostro de la mujer indicaba número de casamientos o hijos.
  • En la mejilla derecha indicaba que sería amada por su esposo.
  • Si eran tres los lunares distribuidos en el espacio de un palmo de su cuerpo, se casaría con un terrateniente.
  • Se asegura que es buen augurio tenerlo en la cintura.
  • Si aparece en la parte alta del pecho, la mujer en cuestión es bruja.
  • Augura riqueza tenerlo en la espalda.
  • Pero detrás de la nuca vaticina muerte en la horca, circunstancia por la cual en algunos lugares siguen siendo signo externo de personalidad asesina.

Hoy se considera que el lunar da suerte y felicidad según donde se tenga:

  • Sobre la sien, augura suerte en el amor.
  • Encima del ojo derecho, promete paz y alegría conyugal.
  • Sobre la nariz pronostican éxito económico.
  • En una oreja indica buen carácter.
  • Tenerlos en las manos indica sensatez.
  • La mujer con lunares en sitio muy visible lleva al hombre a la desgracia.
  • La mujer fatal suele tener un lunar pequeño sobre el ojo izquierdo, que es donde mayor atracción ejerce.

Por qué se llaman lunares

Lunar es una palabra relacionada con el término luna por creerse que los lunares eran causados por ese astro. Otros creen llamarse así por adoptar a menudo forma de media luna. El término se documenta a finales de la Edad Media en la obra Diccionario (1492) de Antonio de Nebrija. En él se puede leer: “Lunar, señal del cuerpo; naevus”.

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Fuentes y bibliografía

– BALAGUER, E. (2008). Grandes personajes: inventos e ideas que cambiaron el mundo. Alcobendas. Editorial LIBSA.
– COSGRAVE, B. (2005). Historia de la moda: Desde Egipto hasta nuestros días. Barcelona. Editorial GG.
– DELPIERRE, M. (1995). Historia de la Moda. Barcelona. Edicions Indesinenter.
– LURIE, A. (1981). The Language of Clothes (en inglés). Nueva York. Random House Inc..
– REIFF, A. (2008). Historia del vestido. Barcelona. Editorial Blume.
– SOLÍS, J.A. (2003). La verdadera historia de las cosas. La Coruña. El Arca de papel editores.
AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
FECHA DE PUBLICACIÓN: FEBRERO DE 2020

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