Cómo creyeron los antiguos que el embarazo de la mujer era una incógnita sin despejar. El hombre primitivo no relacionó coito y embarazo. Según los celtas, incluso las corrientes de agua podían fecundar a la mujer, y en el Egipto de los faraones se pensaba que la preñez no tenía nada que ver con el varón. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del embarazo.
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Origen del embarazo
En tiempos de la Grecia clásica, explica el poeta Homero que las jóvenes embarazadas decían que un dios en forma humana las sedujo: el padre aceptaba la explicación y se alegraba ante la perspectiva de tan importante noticia. También fuentes, vientos, árboles… eran fecundantes.
El filósofo griego Aristóteles creía en los homúnculos u hombrecillos con cabeza, pies, manos, pelo y dientes, que nadando en el esperma alcanzaban la matriz, donde adquirían el tamaño del recién nacido. Estas cosas aún se creían en Europa en 1492.
En torno a este asunto ha habido ideas peregrinas. Todavía hoy, el coito no es visto como causa de preñez entre ciertos aborígenes australianos. Entre ellos, cuando la mujer no quiere quedar preñada huye no de los hombres, sino de los remolinos de viento.
En África del Sur las mujeres estériles de ciertas tribus corren para recibir el abrazo del aire preñador. En algunos pueblos del interior de la España del siglo XIX, las mujeres huían de la brisa por temor a quedar embarazadas: sorprendente coincidencia antropológica.
El antropólogo B. Malinowski escribe que los nativos de las islas Trobriand, en Papúa Nueva Guinea atribuyen la preñez a un fantasma o baloma que se introduce en la mujer cuando toma un baño.
Si una nativa australiana que ha convivido con blancos trae al mundo un mestizo se excusa diciendo que ha nacido así la criatura por haber comido harina de europeo. A los maridos indígenas les parece razonable y admiten como propios a tales hijos.
El Sol y la Luna como elementos fecundantes están en los orígenes de las creencias populares. En Groenlandia se creía a principios del siglo XX, en el poder fecundante de la Luna. Y atribuían el eclipse a que la Luna baja a la Tierra con propósitos lascivos.
En el ámbito rural bretón las doncellas se escondían de los rayos de luna para no quedar preñadas. Y en otro extremo del mundo, en la India, las muchachas evitan quedar desnudas al sol por temor a ser embarazadas por sus rayos.
El científico médico Wilhelm August Oscar Hertwig (21 abril 1849 – 25 octubre 1922) fue quién observó a través del microscopio cómo se realizaba la fecundación en el año 1876. Fue el primero en confirmar científicamente que el embarazo de la mujer se inicia cuando un espermatozoide penetra en un óvulo y se fusionan sus núcleos a los 5 minutos.
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