La caída de Constantinopla tuvo lugar el 29 de mayo de 1453 tras varias semanas de asedio de los turcos otomanos. La conquista de esta ciudad supuso el fin del Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino. Los otomanos aportaron algunas nuevas armas con la que obtuvieron cierta ventaja. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de la caída de Constantinopla.
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Datos de la caída de Constantinopla
- Fecha: 29 de mayo de 1453.
- Lugar: Actual Estambul, Turquía.
- Combatientes: Los turcos otomanos contra los bizantinos.
- Unidades: Los otomanos entre 80.000-100.000 soldados y 80 barcos. Los bizantinos contaban con 10.000 soldados, 40.000 civiles y 70 barcos.
- Objetivo: Los otomanos querían conquistar Constantinopla, la capital del Imperio bizantino.
- Resultado: Después de varias semanas de asedio, la ciudad de Constantinopla cayó en manos otomanas.
- Personajes protagonistas: El sultán otomano Mehmed II y el emperador Constantino Paleólogo XI y Giovanni Giustiniani Longo de Génova.
- Bajas: 4.000 bajas en los bizantinos y número desconocido en los otomanos, pero fueron muy elevadas.
- Consecuencias: La pérdida de esta ciudad supuso el fin del Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino. La conquista de Constantinopla permitió a los otomanos cimentar su gobierno en el sudeste de Europa. Así como en Asia Menor y crear el imperio contiguo más fuerte y poderoso de la zona.
Antecedentes y contexto
En 1451, año en que Mehmed II accedió al trono otomano por segunda vez a sus diecinueve años, los otomanos controlaban gran parte de los Balcanes, excepto Serbia, Bosnia y la Morea. En Asia Menor, la línea Antalya-Aksehir-Kayseri-Trabzon marcaba sus fronteras orientales (ya que el principado de Karaman no había sido conquistado).
La política conciliadora de las décadas anteriores había terminado y el nuevo sultán recuperó la antigua tradición guerrera otomana. Por este motivo su primer objetivo fue Constantinopla, sede del imperio milenario de los romanos conocido como Imperio bizantino.
Constantinopla no sólo separaba las provincias europeas y asiáticas del sultán. Sino que además su emperador desempeñaba un papel crucial incitando a las cruzadas y las rebeliones antiotomanas en los Balcanes y en Anatolia. El emperador Constantino Paleólogo (1448-1453) provocó innecesariamente al sultán. Le pidió que doblase la cantidad anual que los otomanos pagaban por Orhan, un aspirante al trono otomano que vivía bajo custodia bizantina en Constantinopla.
Preparativos para el asedio y la defensa
Para anticiparse a los ataques potenciales de los enemigos tradicionales de los otomanos durante el asedio que planificaba, el sultán renovó el tratado de paz con Hungría. Encabezó una campaña militar contra el poderoso emirato turco de Karaman (en Asia Menor), y envió un ejército de expedición al Peloponeso contra los dos hermanos del emperador (los déspotas Tomás y Demetrio).
Para asumir el control de los estrechos, Mehmed mandó construir una fortaleza en el punto más estrecho del Bosforo. Rumeli Hisar (o el «castillo europeo») se alzó frente al viejo castillo anatolio erigido por Bayezid I (1389- 1402) durante el primer asedio otomano de Constantinopla. Después de vaciar sus cañones desde las murallas de los dos castillos, los otomanos cerraron Bizancio, que quedó privado de refuerzos y suministros.
Durante los preparativos militares se construyeron en el arsenal otomano de Gallípoli en torno a 16 galeras grandes y 60 ligeras, 20 embarcaciones para transportar caballos y varios barcos más pequeños.
El ejército del sultán (de alrededor de 80.000 y 100.000 hombres) se reunió en Edirne, la capital otomana. En la fundición de dicha ciudad se fabricaron 60 cañones nuevos de diversos calibres. Algunos disparaban proyectiles de 240, 300 y 360 kilogramos.
Según algunos testimonios contemporáneos un tanto contradictorios, la bombarda más grande que el maestro húngaro Orban fundió para el sultán disparaba piedras de 400 a 600 kilogramos. Fue transportada a Constantinopla por 60 bueyes.
El emperador hizo todo lo posible para prepararse para el asedio. Se enviaron mensajeros a Venecia, Génova, al Papa, al emperador de Occidente y a los reyes de Hungría y a los reyes Aragón con la noticia de que, a menos que se proporcionase una ayuda militar inmediata, los días de Constantinopla estaban contados.
La respuesta fue bastante indiferente. Algunos italianos, avergonzados por la impotencia de su gobierno, se ofrecieron como voluntarios. El más famoso fue Giovanni Giustiniani Longo, un conocido genovés experto en asedios que llegó con 700 soldados.
La colonia veneciana de Constantinopla y muchos ciudadanos de Pera (frente a Constantinopla) también resistieron, igual que Orhan, el aspirante otomano, con sus turcos. En total, el emperador reunió a 8.000 griegos, 2.000 extranjeros y entre 30.000 y 40.000 civiles que prestaron un valioso servicio reparando las murallas de la ciudad antes y durante el sitio.
De sur a este, Constantinopla se hallaba protegida por el mar de Mármara, mientras que el Cuerno de Oro protegía la parte norte. El 2 de abril, los bizantinos colocaron una barrera en la entrada del puerto para impedir el acceso de la flota otomana al Cuerno de Oro. Aquel mismo día, las fuerzas de avance del sultán aparecieron cerca de las murallas más cerca de tierra de la ciudad.
El asedio
El día 5 de abril, el sultán Mehmed llegó con el resto de sus tropas y levantó su tienda frente a la puerta de san Romano. A la izquierda del sultán, a lo largo de todo el Cuerno de Oro, se hallaban las tropas europeas, comandadas por Karaca Pasha. Las fuerzas anatolias, al mando de Ishak Pasha, acamparon a la derecha del sultán, ocupando toda la orilla del mar de Mármara.
En las primeras semanas, «los ataques violentos, los bombardeos y los actos de guerra fueron continuos», pero la ciudad se mantuvo firme. La artillería naval otomana resultó ineficaz contra las galeras cristianas del puerto.
El sultán Mehmed, aplicado estudiante de la tecnología militar de su tiempo, urgió a sus fabricantes de cañones a crear un arma distinta que pudiese disparar «a gran altura, de manera que al bajar impacte en el barco». Diseñada por el sultán, esta nueva arma (que pronto se conocería como mortero) consiguió hundir uno de esos barcos cristianos.
La mañana del 23 de abril, los bizantinos observaron aterrorizados que entre 70 y 80 embarcaciones otomanas pequeñas habían llegado al Cuerno de Oro. Utilizando sebo de oveja y de buey como lubricante. La ingeniosa maniobra del sultán Mehmed supuso un duro golpe para los bizantinos, que se vieron obligados a asignar hombres y recursos para defender las murallas a lo largo del Cuerno de Oro.
Los asaltos y los bombardeos otomanos siguieron su curso. Los suministros de alimentos y munición de la ciudad empezaron a escasear. Cuando se llegó a la conclusión que ni las fuerzas de alivio ni el prometido ejército veneciano iban a llegar, los defensores perdieron las esperanzas y se sintieron abandonados.
Los mensajeros del sultán instaron a los ciudadanos a rendirse o enfrentarse a las masacres y la esclavitud. Los peculiares fenómenos naturales que precedieron a la caída de la ciudad tuvieron un importante efecto psicológico en ambos bandos.
Los historiadores modernos hablan de un eclipse lunar, de un clima atípicamente frío, de una violenta tormenta y de una espesa niebla, y de las luces infernales sobre el tejado de la iglesia de la Santa Sabiduría con la enorme explosión volcánica que destruyó la isla de Kuwae, en el Pacífico sur, y que extendió nubes gigantes de cenizas volcánicas en la atmósfera de todo el planeta.
Inconscientes de estas explicaciones, los desesperados defensores de Constantinopla interpretaron estos fenómenos naturales como señales de enfado divino y presagios que anticipaban la caída inevitable de su ciudad. Para los sitiadores, fueron señales de esperanza y de una victoria inminente.
La caída de la ciudad
El 29 de mayo, poco después de medianoche, comenzó el último asalto. Mientras la artillería naval otomana bombardeaba las murallas a lo largo del mar de Mármara y del Cuerno de Oro, el ejército atacó las murallas de la parte de tierra.
El sultán envió primero a sus irregulares y voluntarios contra las murallas, pero los defensores, comandados por Giustiniani y el emperador, les obligaron a retroceder. Les siguieron tropas otomanas más experimentadas y disciplinadas que atacaron «como leones», pero también se vieron forzados a retirarse.
Al amanecer, Mehmed ordenó a sus jenízaros de elite contra las murallas. En el fragor de la lucha, Giustiniani resultó gravemente herido por una flecha o un mosquete y fue trasladado a un barco genovés anclado en el puerto. Al no ver a su general, los hombres de Giustiniani se desmoralizaron.
Los jenízaros aprovecharon la confusión de los defensores y varios de ellos se abrieron paso a través de las brechas abiertas por los bombardeos constantes. Constantino Paleólogo murió como un soldado raso, luchando contra el enemigo. El último emperador de los romanos, fue visto por última vez cerca de la puerta de san Romano.
El sultán Mehmed entró en la ciudad a caballo por aquella misma puerta, conocida para los otomanos como Topkapi. El sultán prometió a sus tropas, como trofeo, un saqueo de tres días de duración. Pasado este tiempo, Mehmed encargó al recién nombrado gobernador de Constantinopla la reconstrucción y la repoblación de la ciudad.
Consecuencias y repercusiones
La conquista otomana de Constantinopla reportó éxitos militares, geopolíticos y económicos, además de prestigio político y psicológico tanto en el mundo musulmán como en el cristiano. Acabó con una cuña hostil que separaba las provincias del sultán y aportó a los otomanos un centro logístico ideal para seguir con más campañas y una posición de liderazgo sobre las rutas comerciales entre Asia y Europa, el mar Negro y el Mediterráneo.
La posesión de la ciudad de Constantinopla permitió a los otomanos cimentar su gobierno en el sudeste de Europa así como en Asia Menor y crear el imperio contiguo más fuerte y poderoso de la zona.
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