El juego de los bolos esta considerado un deporte de salón y recibe diferentes nombres en función del país donde se practique: Boliche, Bowling, Birillas, Mingos o Bitlles. Existen pequeñas diferencias y normas de juego, pero todos cuentan con un origen común. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de los bolos y su evolución.
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Origen del juego de bolos
Lo primero que debes saber es que el juego de los bolos es considerado uno de los deportes más antiguos de la humanidad. En su inicios, los bolos no eran como el que conocemos y jugamos en la actualidad. Con el paso de los siglos ha ido sufriendo una constante evolución y diversas modificaciones en su reglamento.
La primera constancia de una civilización o pueblo que jugase a los bolos la tenemos en el Neolítico, sobre el 4.500 a.C. A juzgar por los artefactos encontrados en yacimientos arqueológicos, tales como bolas de piedra y bolos de hueso, se puede deducir que era un juego bastante parecido al actual.
También se practicaba en el Antiguo Egipto. Esta afirmación se basa en unos restos que fueron encontrados en 1930 por el arqueólogo británico Finders Petrie en la tumba de un niño egipcio que data del año 3200 a.C. Se trata de unos elementos con la forma de unos primitivos bolos.
Los antiguos griegos llamaron esferistikós a un juego parecido al actual de las bochas o bolos. En la Grecia Clásica veían en su práctica un ejercicio saludable que permitía la distensión de sus ciudadanos permitiendo un divertimento popular.
El poeta griego del siglo VIII a.C., Homero, narra cómo los pretendientes de Penélope, esposa de Ulises, jugaban a los bolos o juego de Procos para dirimir sus querellas sentimentales y ocupar sus ocios durante la larga espera. De hecho, el juego de los bolos deriva su nombre del griego bolos = pedazo de palo.
Del mismo modo, en la gloriosa y Antigua Roma, era habitual que se realizaran partidas de bolos que parece ser el origen del juego de bolos. Era una distracción que se extendió por todas las tierra del Imperio Romano.
Evolución de los bolos
Ya entrado el siglo III, se conoce que los germanos lo practicaban habitualmente. Al menos, eso de desprende de la documentación escrita alusiva a este hecho que ha podido llegar hasta nuestros días.
En los monasterios europeos de principios del siglo IV jugar a los bolos parece haber formado parte de cierto ritual de naturaleza religiosa: el bolo era el demonio, puesto en un ángulo de la estancia para que con una bola se le derribara. Si quien lanzaba la bola de bolos acertaba derribando el bolo o tarugo cónico, todos le alababan y consideraban que estaba libre de pecado. Si por lo contrario erraba, se le imponía alguna penitencia a fin de que abandonara algún mal hábito.
Historia de los bolos en la Edad Media
A lo largo de la Edad Media los bolos era juego extendido a todos los segmentos de la población, y uno de los pasatiempos más populares. No tardó en convertirse en un juego de competición y en regularse de algún modo, siendo pasatiempo de nobles y ricos hombres.
Al parecer, el primer club de bolos fue inglés, de la ciudad de City of Southampton, fue fundado nada menos que en 1299. En Inglaterra gozó de tanto favor popular que el rey Eduardo III (1312 – 1377) llegó a preocuparse y, en 1365, lo prohibió: como el fútbol o el deporte predecesor del tenis hacía peligrar la práctica utilísima del tiro con arco, la esgrima y la equitación, actividades necesarias para la guerra.
Pero el pueblo no cejó en su práctica y superó todas las prohibiciones. El rey inglés Enrique VIII (1491-1547) se aficionó tanto a él que en el año 1530 mandó construir pistas para lanzamiento de los bolos en su palacio de Whitehall, placer que quería para él solo, ya que lo prohibió a sus súbditos.
Poco antes, en la Francia del siglo XIV se le daba el nombre de jeu des grosses boules. La nobleza y sobre todo el rey Carlos V de Francia l (1338 – 1380) lo prohibieron en 1369. No obstante lo cual, el juego seguía contando con adeptos que lo practicaban a escondidas, cuando no a campo abierto en la zona de Lyon.
Del juego de bolos lionés derivaría la petanca provenzal: del francés pèd tanco = pie fijo, juego que al principio utilizó una pequeña bola de boj llamada cochonnet = boliche o chita.
Pero esta modalidad del juego de los bolos tiene poco que ver con su naturaleza original. A lo largo de la historia, los bolos han conocido diversas formas de juego. El número de bolos o pines varió desde los tres hasta los quince, y el tamaño de las bolas también podía diferir, así como la distancia desde la que se tiraba. Uno de los que se preocuparon de dotarlo de mejoras fue Martín Lutero (1483 – 1546), que fijó en nueve el número de bolos totales a derribar.
Origen de los bolos en la Edad Contemporánea
Este juego de las bochas quedo estancado durante bastantes años. Pero a partir del año 1800 surgió de nuevo y sufrió toda una revolución. De hecho, el juego actual de bolos se reglamentó a mediados del siglo XIX.
Y nueve fueron los bolos a abatir hasta que en 1845 se le añadió el décimo bolo en Estados Unidos, donde su popularidad es tan grande como el número de quienes lo practican (más de 70 millones e jugadores en la actualidad) desde que lo llevaron al país norteamericano los colonos holandeses en el siglo XVII.
Historia de los bolos en España
Ya se jugaba a los bolos en la Castilla en el siglo XVI poniendo derechos en el suelo nueve trozos de madera labrados en forma cónica y formando tres hileras equidistantes: la gracia estaba en derribar los más que se pudiere tirando con una bola desde una raya señalada.
En algunos sitios, como Andalucía, se podía poner delante otro que recibía el nombre del diezbolos. En la novela picaresca del andaluz Francisco López de Úbeda, La pícara Justina (1605) se lee: “Tornemos a poner bolos, y vaya de juego, que no quiero predicar más”.
Son numerosas las obras españolas de los Siglos de Oro donde se habla de este esparcimiento. También el madrileño Francisco de Quevedo habla de este juego y de la argolla, muy populares en la España de aquella época.
El dramaturgo mexicano afincado en Madrid en el primer tercio del XVII, Juan Ruiz de Alarcón, emplea así el término: “La mujer flaca y fea con muchos huesos, es un juego de bolos en un talego”. También en la capital de España tuvo aceptación. Tal fue así que en el Madrid del año 1859 se podían contar en la ciudad hasta catorce locales dedicados al cada vez más popular juego de los bolos.
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