El emperador romano Adriano construyó una lujosa villa en Tívoli: la villa Adriana. Lo hizo de manera que pudiera incluir en ella los nombres más célebres de las provincias y regiones. Por ejemplo, encontramos el Liceo, la Academia, el Pritaneo, el Canopo, la Stoa Pecile o el valle de Tempe. Asimismo, mandó construir incluso un mundo subterráneo. En CurioSfera-Historia.com, te contamos la historia de la villa de Adriano.
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Origen de la villa Adriana
La villa palaciega que el emperador Adriano se hizo construir en Tívoli constituye el más espléndido testimonio arquitectónico del lujo y la opulencia de la corte imperial romana. Situada en una ladera, constaba de una soberbia colección de termas, pabellones y estanques sobre un fondo ajardinado.
Y es que a pesar de su actual estado ruinoso, da prueba inequívoca del gusto por el lujo y el esplendor de los palacios imperiales de la capital romana. Éstos encabezados por la perdida Mansión de Oro, que hiciera construir Nerón setenta años antes.
De los veinte años que duró el reinado de Adriano (117-138), nueve de ellos los pasó viajando desde Gran Bretaña a Egipto y Oriente. Se convirtió así, en el primer emperador romano que visitó la totalidad del Imperio.
Poseía un espíritu culto, hablaba griego y latín, había estudiado filosofía y retórica, y tenía un notable talento para la arquitectura. Durante su reinado se llevaron a cabo algunos de los grandes proyectos urbanísticos de Roma. Entre ellos destaca el Panteón de Roma y el impresionante templo de Venus, en la actualidad en ruinas.
Además de todos estos edificios de carácter público, se hizo construir en Tívoli (la Tibur de los antiguos), a unos 28 km de Roma, una preciosa villa de recreo de grandes dimensiones. Tívoli había sido desde siempre el lugar elegido por los romanos más acaudalados para construir sus villas donde refugiarse del sofocante calor estival de la capital imperial. No obstante, estas villas no eran simples lugares de recreo y descanso, sino que satisfacían otras funciones no menos importantes.
En sus orígenes, la villa campestre nació como el corazón de una finca agrícola. Con el tiempo se convirtió en un centro de ocio (otium), en el que transcurría la parte de la vida en que sus moradores no trabajaban (negotium). Influenciadas por los lujosos palacios del este helenístico, y muy especialmente por el palacio real de los Ptolomeos en Alejandría, las villas romanas y las fincas de los suburbios (horti) fueron incorporando elementos tales como termas, comedores, gimnasios o bibliotecas, así como jardines.
Dichos jardines contaban con plantas esculturales y exóticas, dotados de cierta vida salvaje artificial de la mano de animales exóticos y aviarios lujosamente decorados a los que se ponía nombres de lugares lejanos del fabuloso Oriente. Eran muchos los que elegían Tívoli por la belleza del paisaje, así como por la fertilidad del terreno, dispuesto en forma de terrazas y terraplenes.
Los elementos acuáticos desempeñaban un papel fundamental en el diseño de las villas, ya fuese por la existencia de un río en el lugar o por la construcción de canales artificiales. Los estanques proporcionaban peces a las mesas de sus habitantes, el acueducto suministraba agua a las termas y las fuentes refrescaban el ambiente y alegraban el espíritu con el murmullo del agua.
Características de la villa de Adriano
La villa que se hizo construir Adriano se inscribía plenamente en esta arraigada tradición arquitectónica de origen oriental, si bien con unas dimensiones y peculiaridades muy concretas.
Dado el carácter relativo del otium del emperador, hubo que contemplar la necesidad de dar cabida a la corte, que inevitablemente iba siempre con él. Sabemos que el mismo Adriano supervisó las obras de la villa gracias a varias copias que nos han llegado de una carta que envió desde Tívoli hacia el año 125.
Según cálculos recientes, se cree que la extensión total de la villa debía de rondar las 120 hectáreas. Esto es, el doble de la superficie de poblaciones tan importantes como Pompeya u Ostia.
De hecho, en cierto sentido venía a ser como una ciudad, con sus templos, termas, teatro y almacenes. Aunque eso sí, sin el caos de los edificios residenciales y administrativos de la gran urbe. En definitiva, todo estaba diseñado siguiendo estrictamente los deseos del emperador.
Hasta la fecha tan sólo se ha excavado la mitad del yacimiento, por lo que todavía es aventurado establecer las relaciones que existían entre los diferentes edificios. Se sabe, sin embargo, que se tuvo en todo momento muy en cuenta el potencial del lugar. Se aprovechaban, por ejemplo, los desniveles del terreno para unir visualmente edificios separados físicamente entre sí.
En algunos casos, dicha separación física es más aparente que real, ya que en el fondo toda la villa estaba unida entre sí por medio de innumerables pasillos y túneles subterráneos. Muchos de los edificios que se han conservado se han bautizado con los nombres de los lugares más célebres de la antigüedad. Tales nombres eran de lo más habituales por aquel entonces, así que no hay que ver en ellos ningún exceso de imaginación.
De hecho, dado el apego que sintió Adriano por las ciudades de la región oriental del Imperio, no era de extrañar que pusiera a uno de sus jardines el nombre de la archiconocida Academia de Platón en Atenas. Al fin y al cabo, incluso Cicerón, el célebre orador de tiempos de la República, tuvo una Academia en una de sus villas. Así, mientras que la Academia, el Liceo, el Pecile y el Pritaneo tenían un innegable sabor ateniense, el Canopo homenajeaba a otra de las ciudades predilectas de Adriano, Alejandría y su famoso canal.
En realidad, el agua es uno de los motivos más recurrentes de la villa. La ubicación escogida por el emperador permitía abastecerla con el agua de los principales acueductos romanos. Éstos hacían llegar el agua a Roma, procedentes del curso alto del Amo que, por su peculiar orografía, hacía innecesario el empleo de mecanismos que elevasen el agua.
Ésta venía desde el sudeste y se canalizaba a través de una compleja red de cañerías y cisternas. Cada sección de edificios tenía su propio elemento arquitectónico acuático, unos cien en total, desde el enorme estanque del Pecile a las termas menores.
Un ejemplo perfecto del enorme grado de sofisticación alcanzado lo tenemos en el Serapeo. Era, una especie de comedor de planta semicircular rodeado de agua sobre el que los comensales se podían inclinar con unos bancos en forma de “C» (stibadium) bajo un baldaquín abovedado. Delante de los comensales había un canal que hacía las veces de mesa. Allí, se depositaban unos platos que flotaban, y más allá había un estanque de pequeñas dimensiones que daba al Canopo, o canal principal.
El agua procedía de un repecho situado detrás de la bóveda, lo que permitía crear todo tipo de cascadas y fuentes por doquier. Detrás de los comensales había una gruta que subía hasta el techo y de la que manaba agua. Con ello, todo el conjunto adquiría un efecto de indudable vistosidad.
Arquitectura de la villa de Adriano
Uno de los elementos más característicos de la villa de Adriano es la gran cantidad de salas y pabellones de planta circular. Desde los relativamente sencillos espacios circulares o semicirculares del Serapeo a los más complejos de la “villa” o el pabellón principal de la “Plaza del Oro”.
Muchos de estos recintos llevaban por techo complejas bóvedas de hormigón divididas en secciones cóncavas. Y, decoradas con mosaicos de cristal para que reflejaran la luz y el agua. En algunos casos, el diseño del conjunto lleva a su máxima expresión la indudable capacidad creativa y técnica de los arquitectos romanos a la hora de cubrir dichos espacios con hormigón. Tal como se puede apreciar en las termas menores, impresionantes todavía hoy en día.
Ciertos indicios llevan a pensar que Adriano no se inspiró tanto en unas calabazas a la hora de diseñar su villa, tal como cuentan algunas fuentes de la época, sino en las tiendas de las cortes persas y helenísticas.
Las delgadísimas columnas que decoraban en un principio los ángulos interiores del vestíbulo de la «Plaza del Oro» venían a ser como réplicas de los postes que aguantaban la tela de las tiendas (hormigón en este caso), yendo pues más allá de su función decorativa original. No se ha conservado la decoración de la bóveda del vestíbulo. Lo más probable, es que estuviera recubierta de un mosaico de cristal para así realzar esta impresión de ligereza.
Cabe imaginar que los motivos decorativos y cromáticos del mismo estuvieran inspirados directamente en las telas de seda procedentes de Próximo Oriente que se utilizaban a modo de entoldado en el Coliseo romano durante las ceremonias de gala.
Por otro lado, respondiendo así a la larga polémica acerca de si el pabellón principal de la «Plaza del Oro» estaba cubierto y cómo, se tiende a creer que tuvo como techo un armazón temporal de madera recubierto de tela que resguardaba a los comensales del sol en plena canícula.
Para crear esa misma sensación de ligereza, se pusieron en práctica otros muchos recursos arquitectónicos. Como tal, el de unos arquitrabes en madera imposibles de conseguir en piedra. Se obtuvieron mediante el empleo de unas barras de hierro que sostenían los arcos de los delgados dinteles de hormigón. Y, que iban sujetos a las columnas por medio de unos bloques en forma de cuña, los canales constituyen lo único que se ha conservado.
Este «refuerzo» se disimulaba bajo un recubrimiento de mármol, lo que proporcionaba al conjunto el aspecto típico de los grandes edificios romanos. En definitiva, la villa de Adriano ilustra a la perfección el grado de innovación y modernidad que había alcanzado por aquellas fechas la siempre desafiante arquitectura romana.
Ficha Técnica
- Época: 118-138 d. C.
- Localización: Tívoli, Italia.
- Extensión total (estimada): 120 hectáreas.
- Longitud máxima (estimada): 2 kilómetros.
- Diámetro del recinto: 44,2 m (150 pies romanos).
- Diám. del canal: 34.3 m (116 pies romanos).
- Diámetro de la isla: 24,5 m (83 pies romanos).
- Dimensiones Plaza del Oro: 59 x 88 m (200 x 300 pies romanos).
- Patio central (exterior): 59.7 x 51,6 m (200 x 175 pies romanos).
- Patio central (interior): 36,9 x 46 m (125 x 156 pies romanos).
- Diámetro del vestíbulo: 10,3 m (35 pies romanos).
- Pabellón principal: 22,1 x 22,1 m (75 x 75 pies romanos).
- Canal de Canopo: 121,4 x 18,65 m (410 x 63 pies romanos).
- Diámetro interior Serapeo: 16,75 m (57 pies romanos)
- Elementos acuáticos conocidos: Acueducto, 12 fuentes grandes (nymphaea), 30 fuentes individuales, 6 grutas, 9 estanques y canales, 6 complejos termales, 10 cisternas y 35 baños.
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