Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada (1515 – 1582), conocida como Santa Teresa de Jesús, fue una monja que fundó la Orden de las Carmelitas Descalzas. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. El Papa Pablo VI la proclamó en 1970 doctora de la Iglesia católica. Sin duda alguna fue “la más grande mujer de su tiempo”. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la biografía de Teresa de Jesús.
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Introducción
Sin duda alguna, Teresa de Jesús fue una mujer excepcional en una época no menos excepcional. Sencilla y humilde, supo combinar a lo largo de su vida la más perfecta humanidad con un profundo espiritualismo. Esto le permitió estar próxima a las gentes y cerca de Dios al mismo tiempo.
La gran religiosa que fue no se conformaba con la oración pasiva, sino que creía en la acción y en el ejercicio constante de la fe. «Obras quiere el Señor», era la máxima que repetía con frecuencia y ponía en práctica sin descanso. Descubramos cuáles fueron sus espléndidas obras y cómo fue su vida a través de ellas.
Nacimiento, familia e infancia
Santa de Teresa de Jesús nació a las 5 de la madrugada del 28 de marzo de 1515 en Ávila, España. Su padre fue don Alonso Sánchez de Cepeda y su madre doña Beatriz de Ahumada. Su abuelo había sido un judío converso que en 1485 fue acusado por la Inquisición de hereje al haber cometido ritos del judaísmo.
Fue condenado a desfilar durante siete viernes por las iglesias de Toledo tocado de un sambenito. Tras esta condena, decidió trasladar su negocio de telas a Ávila, donde prosperó y educó a sus hijos en el cristianismo, casando a todos ellos con familias muy ilustres.
Entre ellos estaba Alonso, padre de Teresa, que tras la muerte de su primera esposa contrajo segundas nupcias con Beatriz en 1509, una joven de quince años. Teresa era la primera de diez hermanos, que, con los dos del matrimonio anterior, hicieron un total de doce hijos en la casa. Entre todos, ella fue la preferida de su padre y la que más trabajó para sacar la prole adelante.
Juventud y educación
Con siete años, Teresa sabía ya escribir con desenvoltura y destacaba por su presteza y habilidad con las labores domésticas. Era una niña extrovertida, eufórica, tierna y bastante seria. Una buena conversadora y con capacidad de adaptarse a cualquier circunstancia o persona.
Pero por encima de todo era intrépida y fogosa, como demostró cuando, con su hermano Rodrigo, decidió ir «a tierra de moros para que les decapitasen por Cristo.» por suerte, la aventura fracasó gracias a su tío, que pudo alcanzarlos cuando cruzaban ya el puente de Adaja rumbo al martirio.
Con idéntico entusiasmo, Teresa se entregaba con otros niños a juegos tan devotos como hacer limosnas, rezar sin pausa, o lo que prefería por encima de todo, simular que eran ermitaños y se imponían imaginarias penitencias.
Tras cumplir los doce años su piedad empezó a enfriarse y cambió los juegos de santidad por los libros de caballerías, que devoraba afanosamente. Teresa comenzó también a cultivar sus encantos femeninos. Pensó en casarse con alguno de sus primos. En más de una ocasión burló la vigilancia a que su padre la había sometido, propiciando encuentros furtivos y prodigando promesas de amor al amparo de los árboles.
Don Alonso, que buscaba un pretexto para apartarla de aquellos disparates, lo halló tras morir su esposa y casarse la mayor de sus hijas. Confió a Teresa a las monjas agustinas de Santa María de Gracia para que, a sus dieciséis años, no quedara sola en casa como única hija.
Muy pronto se renovó el entusiasmo religioso de la muchacha en tan santa compañía. De este modo, inmediatamente quiso tomar los hábitos en el convento carmelita de La Encarnación, donde se encontraba su amiga Juana Suárez. Pero su padre no accedió. Como en tantas otras ocasiones, Teresa acabaría imponiendo su voluntad de una manera radical: en la madrugada del 2 de noviembre de 1535 huyó de casa y se refugió en el convento.
Desde allí escribió una conmovedora carta a su padre don Alonso, quien no tuvo más remedio que otorgar su aprobación., se le asignó una espléndida dote y una celda propia como a una hidalga. Al año siguiente, en 1536, tomó el hábito de carmelita.
Ingreso en el convento
En 1536 Teresa de Jesús ingreso en el convento carmelita de La Encarnación. Siendo de natural apasionada y testaruda, se entregó a los ideales del Carmelo con tan extremo ímpetu que no tardó en caer enfermar gravemente.
Su mal procedía de la angustia interior de un alma hambrienta de Dios pero incapaz de hallar la paz. Sería tratada por una curandera mediante terribles purgas que debilitaban sus músculos y parecían desgarrarle las entrañas, sumergiéndola en un estado de postración absoluta.
Luego aparecieron otros síntomas más alarmantes. En especial unos violentos ataques nerviosos que hicieron suponer a quienes la atendían que su enfermedad era la rabia. Nombre tras el que sin duda se ocultaba lo que en la actualidad conocemos como epilepsia.
Cambio físico y espiritual
La noche del día 15 de julio de 1539, a los veinticuatro años, Teresa cayó en coma profundo y la dieron por muerta. El espejo aplicado a sus labios no se empañaba. Le echaron cera sobre los párpados, la amortajaron y se preparó el luto.
Pero durante cuatro días, don Alonso se opuso a que la enterraran, aduciendo que no estaba muerta, sino experimentando una transformación. Su instinto fue certero. Cuando la paciente despertó delirando, todos se maravillaron. Inmóvil, encogida y con la mirada extraviada en el infinito, Teresa inició una lenta recuperación que duraría tres largos años.
De esta tremenda crisis, tanto emocional como física, surgió una mujer completamente nueva. Desde su curación hasta que cumpliera los cuarenta años, Teresa de Jesús iba a emprender una dura travesía del desierto espiritual. En ella se alternaron visiones castas y nuevas crisis, afrontadas con su enorme ímpetu pero con una resistencia y entereza que desconocía en sí misma.
Sentía tan vivamente la presencia de Dios que era capaz de verlo ante sí, pero no con los ojos del cuerpo sino con los del alma, la inteligencia y la imaginación. Cuando los clérigos afirmaban que tales visiones eran cosa del demonio, ella era capaz de vencer el desánimo refugiándose en la oración. Una voz le decía: «Yo no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles»; entre los dictados opuestos de Dios y los hombres, Teresa supo elegir el camino verdadero.
Fundación de la Orden de las Carmelitas descalzas
Tras tener una visión espantosa del infierno, en 1560 Teresa se propuso reformar la Orden del Carmelo según la regla primitiva. Su amiga doña Guiomar de Ulloa se comprometió entusiasmada con la idea. Pero el provincial, los letrados y los consejeros carmelitas se opusieron, temerosos de toda novedad. Incluso su confesor se negó a absolverla «mientras no dejase el escándalo».
Teresa no se achicó ante las dificultades, sino que, convencida de que se trataba de un mandato del Señor, puso todo su empeño en materializar la reforma. Consiguió la aprobación de fray Pedro de Alcántara, el famoso franciscano y futuro santo, y la del padre Francisco de Borja, también canonizado más tarde. Los dos la animaron a seguir adelante con el proyecto.
Por fin, tras vencer todas las resistencias, obtuvo la licencia del obispo y el 24 de agosto de 1562, al amanecer, la pequeña campana del nuevo convento de San José anunciaba a la ciudad de Ávila que se había iniciado una gran aventura.
A partir de ese momento, la madre Teresa y sus hijas, soportando las incomodidades y sufriendo la incomprensión, cuando no la persecución, de la propia Iglesia, sembraron más de media España de comunidades carmelitas. De «palomarcicos de Dios», como Teresa llamaba a sus conventos empleando uno de sus cariñosos diminutivos.
Aquella simiente daría muy pronto una espléndida cosecha, pues los centros de carmelitas descalzos, de hombres y mujeres, llegarían a extenderse por todo el mundo, conservando, hasta hoy, el testimonio vivo de su fundadora.
Santa Teresa escritora
El legado de Teresa de Jesús no se detiene aquí, pues también como escritora supo alcanzar la excelencia. Publicadas por fray Luis de León en 1588, sus obras se erigieron pronto en obligada referencia de la literatura mística de todos los tiempos.
Teresa gustaba de mostrarse como una monja sencilla e iletrada, lo que explica en sus libros la constante presencia de elementos autobiográficos, intercalados con modestia, que hacen su lectura a la vez amena y aleccionadora. Toda la vitalidad y la gracia con que fueron escritos se ha conservado íntegramente en textos tan señeros como:
- El Libro de la vida, relato de su biografía y de su apasionante experiencia mística.
- El Libro de las fundaciones, en el que da cuenta de su inmensa labor reformadora.
- El opúsculo Camino de perfección, con valiosos consejos para sus seguidoras
- Las Moradas del castillo interior, donde concibe alegóricamente el alma como un castillo compuesto por siete cámaras, correspondientes a siete grados de oración, en el centro de las cuales espera el Creador.
Como poetisa, Teresa dejó deliciosos villancicos populares y versos de cristalino e intenso lirismo: «Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.» Sus escritos hacen gala de un estilo llano y natural ajeno a todo artificio. Conmueve por su espontaneidad y su acierto a la hora de describir en tan precisas como brillantes imágenes tanto los afanes cotidianos como los más graves esfuerzos de su peripecia interior.
Muerte y canonización
Una vida tan plenamente vivida, tan activa y al mismo tiempo tan profundamente recogida, estaba llamada a tener un final pacífico, dulce y elocuente. La muerte sorprendió a Teresa atareada como siempre en sus fundaciones.
Santa Teresa de Jesús murió a las nueve de la noche del día 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes, Salamanca. Reclinada la cabeza en los brazos de una de sus discípulas, expiró con una sonrisa en los labios. El cadáver despedía un olor celestial.
En 1583 fue desenterrada, íntegra y perfumada, encontrándose en su cuerpo una sangre tan fresca como si acabara de morir. En 1614 fue proclamada beata. El 1622 fue canonizada y en 1970 el papa Pablo VI la declararía solemnemente Doctora de la Iglesia Católica, título que por primera vez en la Historia se otorgaba a una mujer.
Cómo era Teresa de Jesús
Muchos cronistas e historiadores describieron de la siguiente forma a Teresa de Jesús: “Era esta Santa de mediana estatura, antes grande que pequeña. Tuvo en su mocedad fama de muy hermosa y hasta su última edad mostraba serlo… Era su cuerpo fornido, todo él muy blanco y limpio, suave y cristalino, que en alguna manera parecía transparente.
El rostro nada común, ni redondo ni aguileño, con las cejas de color rubio oscuro, anchas y algo arqueadas. Tenía el cabello negro, reluciente y blandamente crespo… Los ojos negros, vivos y redondos… Los dientes iguales y muy blancos… Daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabras y acciones… La vestidura o ropa que llevaba, aunque fuera un harapo viejo y remendado, toda le caía muy bien.»
Así describirían quienes pudieron conocerla a la que Gregorio Marañón consideró «la más grande mujer de su tiempo».
Cronología de la vida de Santa Teresa de Jesus
A continuación puedes encontrar un resumen de la biografía de Santa Teresa de Jesús en forma de cronología o línea del tiempo (timeline). Así no te perderás ningún acontecimiento o hito importante de la vida de Teresa de Jesús:
- Año 1515: El 28 de marzo, miércoles de Pasión, nace Teresa Sánchez de Cepeda y de Ahumada, Teresa de Jesús, en Ávila.
- Año 1522: Huye con su hermano Rodrigo «a tierra de moros.»
- Año 1535: Deja su casa e ingresa en el convento de La Encarnación, de la orden del Carmelo.
- Año 1539: Entra en coma y se la da por muerta.
- Año 1558: Su confesor asegura que sus visiones son obra demoníaca.
- Año 1562: El 24 de agosto inaugura el nuevo convento de San José. Concluye el Libro de la vida.
- Año 1567: El general carmelita le autoriza a fundar nuevos conventos reformados y a ampliar la reforma a la rama masculina.
- Año 1568: Funda en Duruelo el primer convento masculino con tan sólo dos frailes, uno de ellos el joven Juan de la Cruz.
- Año 1573: Firma y aprueba una copia de Camino de perfección.
- Año 1577: Termina el Libro de las fundaciones. Escribe las Moradas del castillo interior.
- Año 1582: El 4 de octubre muere en Alba de Tormes, Salamanca.
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