Muy curiosa y peculiar es la historia del columpio. Este elemento lo podemos ver en parques, jardines y otros lugares. Nunca pasa desapercibido, porque es adorado por niños y no tan niños. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos su origen, quién lo inventó y como es su evolución.
Origen del columpio
Hipócrates, padre de la Medicina, recomendaba a las doncellas griegas que quisieran conservar su figura balancearse en el columpio. Incluso como remedio contra la melancolía. Pero además del aspecto lúdico, este juego tuvo motivaciones y usos de naturaleza religiosa. Estuvo vinculado a ciertos ritos dionisiacos, atribuyéndose a Baco la invención del columpio.
El geógrafo griego del siglo II Pausanias, describe un cuadro famoso en su tiempo, ya perdido como tantos, llamado El descenso a los infiernos, donde entre otros personajes aparece Fedra, hermana de Ariadna según la mitología, y la heroína se columpia, hecho en el que algunos vieron la supervivencia de un rito prehelénico: el mito del sube y baja, representativo del impulso que el hombre siente hacia lo divino.
Otros vieron en el simbolismo del columpio de Fedra una representación de la fecundidad. Por otra parte, en Atenas una de las celebraciones del ciclo festivo anual era la fiesta de los columpios, rito expiatorio por el asesinato de Icario, difusor del viñedo en Grecia.
Los romanos llamaban oscillum al juego consistente en colgar de una viga del techo una soga doble por la que trepaba un muchacho y otros, haciendo un cabo, lo zarandeaban en el aire mientras la cuerda con su carga recorría el largo de la sala como si fuera un botafumeiro.
Esta modalidad de juego se resolvía a menudo en una especie de columpio. Algo parecido a esto, cuenta Virgilio en las Geórgicas, en relación con cierta fiesta dionisiaca, en cuyo transcurso colgaban de los árboles figuras humanas vestidas de hombre o mujer que se columpiaban desde el suelo con cuerdas.
Algo de esto pervivió en Andalucía, donde cuenta Cervantes que las mozas se subían a los columpios con un pandero. Y, cantaban mientras eran balanceadas en ocasiones tan festivas como la vendimia. Columpiarse era tanto como elevar al cielo plegarias o desgranar esperanzas. Los brahmanes indios estaban convencidos de que el arroz subiría tan alto como subiera una virgen con su columpio. Los campesinos letones creían cosas parecidas relacionadas con el trigo.
Las muchachas rusas se despedían de la primavera cantando en el columpio: “Adiós, hermosa primavera, adiós; vuelve pronto, no te tardes, para que podamos volver a columpiarnos”. Pero era costumbre universal. Luis del Mármol, historiador granadino del siglo XVI, dice en su Descripción general de África que los moros de Marruecos se recreaban en “una especie de columpio que cuelgan de los árboles, donde se mecen”.
En la India, los brahmanes llaman al columpio “navío que conduce al cielo”, por eso en el libro del Rig-Veda se identifica al Sol con un columpio de oro.
Historia del columpio en América
En concreto, el cronista de Indias José de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias describe una diversión similar entre los amerindios.
Es curiosa la cristianización de las ideas ancestrales al respecto del influjo del columpio, con el crecimiento de las plantas: en las regiones argentinas de Salta y Jujuy, sin duda de procedencia centroeuropea, llevan a cabo el 1 de noviembre un rito agrario consistente en que un muchacho se balancea en el columpio y se impulsa animoso para alcanzar la copa del árbol al que arranca un número de hojas, que luego resultará equivalente al número de almas rescatadas del Purgatorio.
Lugares de Bolivia, como en Cochabamba, los indios llevan a cabo una ceremonia parecida no para sacar almas, sino para llevarlas a la eternidad y que se queden allí.
En el extremo opuesto, el columpio ha sido relacionado con la cuna: su balanceo se asocia a la seguridad y despreocupación de quien no teniendo los pies en tierra se considera lejos de todo peligro; la forma de barquilla o cesta que tuvo antaño evocaba idea de viaje, por eso el pensamiento esotérico representa el concepto de la vida como viaje en columpio a ninguna parte.
En algunos pueblos primitivos, la palabra que nombra a este artilugio significa también “matriz que vuela”. No sorprende que entre sus símbolos figure el de “seno materno”. Columpios y primavera siempre fueron juntos.
Pero el columpio es universal. En los pueblos agrícolas desde Letonia a Tailandia, de Grecia a Rusia, en todas las culturas antiguas y medias ha sido elemento mágico más que lúdico. Las mozas cantaban canciones referidas a la necesidad de que fructifique lo sembrado, creídas de que el balanceo lo propiciaba y lo hacía crecer mágicamente.
Historia del columpio en España
En muchos pueblos de Valencia por marzo se montan columpios entre dos árboles para engroxarse o columpiarse. Es una de las actividades de Pascua de Flores llevada a cabo después de comida la mona entre los naranjos, sobre un lecho de tréboles. También en la villa balear de Artá, el domingo siguiente al de Pascua sale el mocerío a merendar al campo donde montan un columpio y cantan.
Esto es un resto de la tradición clásica que rememora ritos de fecundidad en honor a la Venus Verticordia. La Venus que cambia los corazones de los hombres y los dispone al amor en una fiesta de mujeres que pedían a la diosa favores amorosos. También en España el columpio ha participado en ritos.
En Alhama de Granada, aparecían las combas tendidas de acera a acera en las calles de la villa a modo de mecedora columpiante en torno a las que se congregaba el mocerío. Una a una las mozas casaderas las ocupaban y durante unos minutos volaban sobre el gentío empujadas por los mozos mientras se cantaba.
Eso cuenta Rafael Lafuente en La misteriosa fiesta de los columpios. En Sevilla se arma el columpio por carnaval en jardines, patios y huertos cerrados para que las mozas canten sus amores. Rodrigo Caro, en Días geniales y lúdricos pone esto en boca de uno de los contertulios hacia el primer tercio del XVII:
“Fiestas de las mujeres particulares del mes de mayo son las que vuestra merced ha dicho: mas el columpiarse y mecerse es uso de todo el año, y pues también es entretenimiento de mozuelas, a propósito será que vuestra merced nos diga algo de él y de su antigüedad”.
Armando Palacio Valdés, en Los majos de Cádiz, obra de finales del XIX, dice que cuando llega Navidad es costumbre colocar columpios en los patios o dentro mismo de las casas, en torno a los cuales se reúnen los mozos y mozas para columpiarse. Y en Extremadura hubo una tradición de cantar canciones del columpio por carnaval, según S.Hernández de Soto, en Juegos infantiles de Extremadura (1884).
Etimología de la palabra columpio
El término es griego, de kolumban = zambullirse, por las zambullidas que parece dar en las bajadas. Se dijo “columbiar” en leonés, término que en Asturias se dijo “columbarse”. Al castellano llegó la palabra a través del leonés antiguo no antes de finales del siglo XIV, en que aparece el término “columpio” en un glosario de El Escorial del año 1400.
En tiempos de Cervantes y Lope de Vega en Andalucía se decía “mecedor”, uso del que todavía persiste en Almería y partes de Murcia con el nombre de “mejelendero”. En Astorga, “columbón” es como allí llaman al columpio.
Que el uso de los columpios sea muy antiguo diciendo la voz griega y latina que lo significan, pues es cosa clara que todo lo que tiene su nombre propio en aquellas dos lenguas se usó en ambas repúblicas. Como también es consecuencia que lo que no tiene nombre griego ni latino tendremos sospecha de que es cosa moderna y de poco tiempo inventada.
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