Las castañuelas o palillos son un instrumento musical de percusión. En España son muy populares, casi tanto como la guitarra española, sobre todo en la mitad sur del país. Su origen se remonta a miles de años. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de las castañuelas y su evolución.
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Origen de las castañuelas
Los antiguos egipcios utilizaban castañuelas de láminas redondeadas que se tocaban con las manos en ceremonias religiosas hace más de tres mil años. En las pirámides y obeliscos pueden verse grabadas unas castañuelas. También en las estatuas de Isis, como signo sagrado que eran.
En la plaza del Pópolo, en Roma, en el soberbio obelisco colocado allí por César Augusto hace dos mil años, y traído de Egipto, entre los cientos de motivos que lo ilustran se ven un par de castañuelas. A este instrumento singular le dedicaron poemas autores como Propercio, que en una de sus elegías dice: Nile tus tibicem erat crotolistria Philis, que en castellano quiere decir: ¡Oh río Nilo, río dichoso, pues en ambas orillas tocaba para ti las castañuelas la hermosísima Philis!
Es probable que fueran los egipcios los inventores de las castañuelas, aunque otros consideran que fueron los fenicios.
En Occidente la difusión de este instrumento la llevaron a cabo los fenicios; a ellos se debe su pronta implantación en España, tanto fue así que se ha llegado a pensar que este instrumento es recurso músico de los íberos. Lo cierto es que al entrar los fenicios en contacto con Tartessos, con Cádiz y Huelva, hacia el año 1000 a.C., se pone de manifiesto que las castañuelas son de uso antiquísimo en la Bética.
Por entonces se empleaban conchas marinas que hacían oficio de castañuelas. Siglos después se hicieron de madera y de metal. Por otra parte los instrumentos de percusión son tan antiguos que no es posible decir de manera tajante dónde y cómo nacieron las castañuelas.
Las castañuelas son en ese sentido un instrumento universal que se adaptó tempranamente a todas las culturas y pueblos. Los griegos clásicos las hacían de hueso y las llamaban crúsmata o crótalos, que la mitología puso en manos de sátiros y bacantes. Eran castañuelas en cuanto al oficio que hacían, pero no en la forma.
Los crótalos, eran instrumentos largos con mango y lengüeta hechas con caña hendida a lo largo. Cuyas dos partes se abrían y cerraban como un pico de cigüeña, ya que el sonido que imitaban se parecía al graznido de estas aves. De hecho, a la cigüeña se la llamó: crotalistria= tañedora de crótalo.
Las crúsmata griegas se conocían en España, donde se intercambiaban con las castañuelas locales. Hechas de dos mitades de material contundente redondeadas y unidas por un cordón. Es probable que griegos y romanos conocieran las castañuelas en España antes; otros consideran que también pudieron haberlas conocido en Egipto.
Los griegos tuvieron varios instrumentos de percusión, entre ellos los krompezai, con los que se marcaba el ritmo en los coros. Eran unas sandalias de madera a las que se llamaba castañuelas de pies, lo que las aleja mucho del concepto que tenemos de este instrumento. Hubo una especie de baile parecido al claqué y al taconeo flamenco. Consistente en percutir el suelo de tarima con estas sandalias varios ejecutantes a la vez, manteniendo entre sí cierto compás y ritmo. Pero no eran castañuelas.
En la Antigüedad es notable la fama que consiguieron las bailarinas españolas, sobre todo en Roma, donde hacia el siglo I acaparaban la atención las gaditanas, danzarinas herederas de una tradición tartesia de influencia fenicia. Estas bailarinas se acompañaban de castañuelas en sus cantos y danzas. Fueron las que inventaron el concepto de canción de variedades, el canto profano por excelencia, descarnado e incitante, alejado ya del ámbito religioso y llevado a cabo en lugares distintos a los templos.
En los puertos del sur de la Bética embarcaban hacia Roma y otras metrópolis del mundo antiguo como Corinto e incluso Alejandría, donde las puella e gaditanae, las alegres, divertidas y licenciosas muchachas de la Andalucía antigua, divertían a los hombres.
En el siglo I a.C., el explorador de las costas de África, Eudoxos, dejaba el puerto de Cádiz camino de sus aventuras en el Atlántico. Llevaba para su recreo, según Posidonio, historiador de la época, una compañía de mousikái paidiskaria: muchachas músicas y bailarinas, para ganarse las voluntades de los reyezuelos que pudiera encontrar en su periplo.
El poeta hispano latino Marcial, nacido en la aragonesa Calatayud, la antigua Bilbilis en el año 40 de nuestra era, habla de la gracia y desenfado de cierta esclava que dominaba el arte de bailar al son de las baetica crusmata.
Eran imprescindibles en juergas, francachelas y saraos de postín, el plato fuerte del festejo lo proporcionaban precisamente las danzarinas de Cádiz, las crotalistriaso tañedoras de castañuelas o crótalos que hacían las delicias de los jóvenes porque daban a la fiesta un tono muy subido.
Marcial las describe así en uno de sus epigramas: Su cuerpo ondulado se presta a tan dulce estremecimiento y a tan provocativas actitudes que haría desvanecerse al mismo Hipólito si la viese. Y eso que Hipólito, personaje de la tragedia griega, era ejemplo de inquebrantable castidad.
Evolución de las castañuelas
Su evolución posterior se llevó a cabo durante la Edad Media; se popularizaron entonces en Francia las llamadas marronettes, palabra que equivale a castañas pequeñas, muy parecidas a las castañuelas actuales. Se sujetaban a la mano con un cordón anudado a pulgar y corazón. Mientras con el resto de los dedos se repicaba, como más tarde se hizo con los palillos del siglo XVIII.
En España comenzaron a adquirir importancia en los bailes populares desde finales del siglo XV. Se las llamaba popularmente castañetas: dos piezas cóncavas del tamaño de la palma de la mano de quien las tañe, de madera dura, normalmente de cerezo en forma aconchada. También se utilizó otro tipo de madera dura, como boj, granadillo, nogal, castaño o ébano. Las ha habido incluso de marfil y hueso.
Por lo común son dos pares. Uno para cada mano, y acompañaban en ciertos bailes los pasos del bailarín más que a la melodía. Lope de Vega hace expresar así el entusiasmo a cierta criatura dramática suya: ¡Gran boda!, pienso romper seis pares de castañetas. Muy a principios de ese mismo siglo se lee en La pícara Justina, novela donde las mujeres tienen mucho que ver: “Y en el aire repiqué mis castañetas de repicapunto...”.
Donde había ocasión festiva, fiesta o jolgorio no podían faltar. También han tenido usos insospechados en el pasado, como el de proclamar con su sonido una victoria. Federico García Lorca saca del fondo de su pozo poético la siguiente visión de las castañuelas: Crótalo, crótalo, crótalo. Escarabajo sonoro. En la araña de la mano rizas el aire cálido, y te ahogas en tu trino de palo.
Pronto hubo incluso academias y escuelas para enseñar el arte de tocar las castañuelas. En 1792 se publicó en Madrid un libro con este título: Instrucción del modo de tocar las castañuelas para bailar el bolero, cuyo autor, Francisco Agustín, lo llama crotalogía.
Etimología de la palabra castañuela
Castañuela, diminutivo de castaña, es voz latina, de castanea= castaña, sin duda por la semejanza y parecido formal que tiene el instrumento con ese fruto seco. Es término no anterior al siglo XV en castellano, aunque también fue muy popular la voz castañetas, de donde deriva el francés castagnette y el italiano castagnetta.
En una metáfora que en 1927 dedicó a las castañuelas el escritor Ernesto Jiménez Caballero en una obra titulada Los toros, las castañuelas y la Virgen, donde las compara a “unas mariposas de boj”, es decir, de madera. En puntos de La Mancha, donde a este instrumento de percusión llaman postizas, se cantaba antaño: Para bailar manchegas se necesita un poquito de gracia y unas postizas.
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