La historia del trigo y la del hombre siempre han ido de la mano, ya que no se entienden la una sin la otra. Sin duda, el hecho que el hombre comenzara el cultivo del trigo, marcó un punto de inflexión en la civilización humana. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia de este cereal y su evolución.
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Origen del trigo y la civilización del hombre
La variedad de alimentos que el trigo nos proporciona es larga y atrayente. El cultivo del trigo y de los demás cereales (arroz, avena, maíz, centeno y cebada) ha señalado una etapa importante en la historia de la humanidad.
Se podría afirmar, sin miedo a equivocarse, que el trigo es una de las “chispas” que encendió el fuego del desarrollo de la civilización humana. El hombre, en la Edad de Piedra, sobrevivía comiendo carne de animales que cazaba, y comiendo frutos y raíces que crecían espontáneamente. La consecución de alimento acaparaba casi todas sus energías y le obligaba a llevar una vida nómada y llena de peligros.
Después, alrededor de hace 6.000- 7.000 años, descubrió la agricultura. Es decir, la posibilidad de sembrar cereales y recolectarlos en la siguiente maduración que se produce unos meses más tarde. Un gran paso dentro de la evolución alimenticia humana. Este hecho significó principalmente dos cosas. El hombre dejó de vagabundear en busca de alimento y comenzó a habitar en un sitio fijo. Esto significó que en los terrenos dónde cultivaba construyó una cabaña cada vez mayor y más sólida.
Al acumularse varias cabañas nacieron los pueblos. Las cabañas, posteriormente, se convirtieron en casas con el paso de los siglos. Del mismo modo, los pueblos se convirtieron en ciudades, que más adelante constituyeron las grandes metrópolis de nuestros días.
Otra consecuencia de la agricultura fue que el hombre, liberado de la necesidad de transcurrir el día cazando animales y cosechando frutos, se encontró con mucho tiempo libre. Así, en espera de la recolección y consumiendo las provisiones obtenidas en la cosecha anterior, se tuvo que dedicar a otras cosas. Fue entonces cuando el hombre se convirtió en inventor, desarrollando más y más su inteligencia mediante una atenta observación y estudio de los fenómenos que la naturaleza le iba deparando continuamente.
Aunque la costumbre de cultivar la tierra permitía al hombre crear grandes civilizaciones, la agricultura permaneció estancada durante muchísimo tiempo, prácticamente hasta comienzos del siglo pasado. El hombre continuó miles de años utilizando las mismas cosas: las semillas, unos pocos instrumentos, como el arado y la hoz, y, cuando le era posible, algún animal de tiro.
En el pasado siglo, con el desarrollo de las máquinas, y más tarde con ayuda de la química, se hicieron más cómodos y productivos los trabajos del campo, con lo que se dio un importante impulso a la agricultura y, por consiguiente, al cultivo y recolección de trigo.
Historia del trigo en la actualidad
Pero volvamos al trigo, que es el cereal más extendido del mundo. En la actualidad, la mitad de todas las tierras cultivadas en el mundo, producen trigo. En la práctica no hay país dónde no se cultive esta planta. Puede variar el ambiente climático, pero entonces también cambian los métodos de cultivo y el tipo mismo de trigo.
A grandes rasgos es posible dividir el trigo en dos especies. Está el trigo tierno, que se extiende principalmente por las regiones de clima más bien frío (por ejemplo en el norte de América y en Europa Central). El trigo tierno sirve normalmente para fabricar pan, bizcochos y dulces.
La otra especie es el trigo duro, cultivado en las regiones donde el clima es templado, cálido o incluso muy cálido. Con el trigo duro se elaboran las pastas alimenticias como fideos, macarrones y otras pastas para sopa, además del sempiterno y archiconocido pan de todos los días, así como todos sus derivados directos.
El arte de cocinar (y naturalmente de comer) sería triste y monótono si no fuera por el trigo y la harina con que habitualmente se complementa. ¿Qué sentido tendrían las sopas si no fuese por los ingredientes harinosos que contienen?. ¿El jamón sin un hermoso pan crujiente? ¿Y el desayuno por las mañanas sin galletas o bizcochos? ¿Y las comidas de Navidad sin los dulces tradicionales que se comen después de los copiosos manjares?
En suma, tenemos muchos motivos para estar agradecidos a este cereal de aspecto tan insignificante. Sus minúsculos granos son realmente un don de la naturaleza, una generosa fuente de vida y energía.
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Fuentes y bibliografía
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– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: FEBRERO DE 2020