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Micenas y Tirinto

Los formidables recintos fortificados de Micenas y Tirinto, se caracterizan por albergar en su interior palacios, centros de culto, espacios reservados para el almacenaje, así como, diversas fuentes de agua subterránea. En CurioSfera-Historia.com, te contamos el origen e historia de Micenas y Tirinto, sus características y su proceso de construcción.

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Origen de Micenas y Tirinto

Localizadas al sur de Grecia, y originarias de entre el 1350 y 1250 a. C., tanto Micenas como Tirinto, son ciudadelas de la Edad de Bronce situadas en la región oriental del Peloponeso. Son célebres por las imponentes fortificaciones construidas con enormes bloques de piedra ensambladas al estilo «ciclópeo» que albergan en su interior.

origen de Tirinto

Esta técnica toma el nombre de los míticos cíclopes de un ojo de la tradición griega, a quienes la leyenda atribuía la autoría de semejantes edificaciones. Micenas salió a la palestra internacional en 1876, cuando Heinnch Schliemann realizó unas excavaciones convencido de que se trataba del palacio del Agamenón homérico.

Ciertamente, Schliemann dio con los restos de un palacio así como de numerosas tumbas (entre ellas las célebres tumbas de fosa), en cuyo interior encontró espadas, dagas y otros objetos de gran valor. Estos hallazgos confirmaron su hipótesis de que Micenas fue una plaza fuerte real, y continuó sus excavaciones en Tirinto, a 5 km en dirección sur. Con el tiempo se han ido descubriendo otros asen­tamientos parecidos por todo el territorio griego, si bien Micenas y Tirinto continúan siendo los ejemplos más impresionantes de fortificación en época micénica.

Características de Micenas y Tirinto

Las primeras fortificaciones de Micenas se levanta­ron entre 1350 y 1330 a. C. aproximadamente, más o menos por las mismas fechas en que se construyó la muralla de planta circular de Tirinto. El imponente tamaño de las fortificaciones permite hacerse una idea del enorme esfuerzo que supuso su construcción, así como de la enorme cantidad de mano de obra que debió de participar en la extracción, el transporte y la colocación de los bloques de piedra.

cómo era Micenas

La muralla, que constituye el único resto que aún se tiene en pie, es obra de los ciclopes y está construida con piedras sin trabajar de tal tamaño que un par de mulas no podrían mover de su sitio ni la más pequeña de todas ellas. Las clases nobles se hicieron enterrar en tolos de grandes dimensiones próximos a la ciudadela, como el que en Micenas escondía el célebre tesoro de Atreo.

No se sabe a ciencia cierta qué forma de gobierno había, si autocrático o bien oli­gárquico, pero de lo que no cabe duda es que se trataba en ambos casos de importantes centros de poder. El diseño de las murallas no es tan simple como pueda parecer a simple vista. En Tirinto, las caras sur y sudeste de la ciudadela superior albergan unas galerías en las que algunos han querido ver cierta finalidad defensiva.

Cuando lo cierto es que no hay en ellas aspilleras desde donde pudieran defenderse de posibles sitiadores. Además, no se encuentran precisamente en la parte más vulnerable de las murallas. De hecho, dichas galerías conducen a una serie de espacios cerrados que bien pudieron ser en su origen almacenes. Sí hay aspilleras, en cambio, en el tramo inferior de la muralla, donde el carácter defensivo es mucho más acusado.

Las murallas

Las murallas se compo­nían de dos fachadas construidas con enormes bloques de piedra caliza ensamblados entre sí por medio de piedras más pequeñas y un relleno de tierra y piedrecillas.

Características de Tirinto

A la hora de colocar los bloques de piedra no se seguía ningún orden especial ni se disponían en hilada, si bien los más grandes tendían a reservarse para las esquinas. En la siguiente fase de edificación, se siguió este mis­mo procedimiento, aunque en este caso se pasó a emplear la arcilla también como relleno entre las piedras.

Éstas, a su vez, fueron ganando en tamaño (muchas miden 1 metro de largo de media) y se pulían con mazas de piedra. Las murallas se ampliaron de modo que abarcaran una exten­sión mayor y se abrieron puertas de enormes dimensiones con dinteles y jambas de piedra de más de 20 toneladas de peso.

En Micenas, las murallas se llevaron hasta las tumbas de fosa situadas en la cara oeste, mientras que en Tirinto se alargaron hasta la zona superior de la ciudadela.

En la última fase de construcción de Micenas, las murallas se llevaron hasta la cara nororiental de la ciudadela. Por esas mismas fechas, hacia el año 1250 a. C., Tirinto reemplazó el recinto amurallado de adobe que defendía la sección inferior de la ciudadela por otro de piedra.

Los bloques aumentaron todavía más en tamaño, alcanzando incluso los 4 m de largo, y las murallas se hicieron mucho más anchas, con una media de 8 m en c caso de Micenas y 17 m en el de Tirinto, ésta con pasadizos interiores. En esta última fase de construcción, pues, las fortificaciones adquirieron un aspecto soberbio con sus enormes bloques de piedra.

Proceso de construcción

Las canteras se encontraban a apenas 1 km de distancia de las ciudadelas y fue en ellas donde se iniciaron propiamente las obras de construcción de las plazas fuertes. Para extraer los bloques más pesados, algunos de los cuales alcanzan incluso las cien toneladas, como los de las puertas monumentales, se procedió mediante túneles, cuñas y palancas. En el caso de los bloques más pequeños, con un peso medio de 2 toneladas, se extrajeron por medio de picos.

Para transportar los bloques desde las canteras hasta la misma obra se emplearon plataformas sobre rodillos. Para colocarlos en su emplazamiento definitivo se utilizaron palancas, rampas, cuerdas y, por supuesto, abundante mano de obra.

El empleo de rodillos permitió un notable ahorro de tiempo y energía, ya que por cada tiro de bueyes bastaba la presencia de uno o dos hombres. Por otro lado, resultaron providenciales a la hora de transportar las jambas y los dinteles, cuyo peso difícilmente habría soportado un simple carro. Este, en cambio, daba muy buenos resultados en el caso de pesos más modestos, ya que se adaptaba mucho mejor al terreno y a la irregularidad de los caminos.

Es probable que en las proximidades de las ciudadelas se reforzasen los tiros con más bueyes para de ese modo subir las cuestas sin tantos problemas. También se usa­ron burros, pero tan sólo para acarrear piedras pequeñas y arcilla. El espacio disponible en las ciudadelas para colocar los bloques en su sitio era bastante reducido, por lo que hubo que buscar diferentes soluciones.

En el caso de los bloques de mayores dimensiones, se hacía palanca en uno de los extremos y se colocaba debajo una piedra, luego se hacía lo mismo en el otro extremo y así sucesivamente hasta alcanzar la altura deseada, momento en el que se procedía a colocar en su sitio definitivo.

Por lo que respecta a los bloques de menores dimensiones, éstos se depositaban encima de una base de madera y se alzaban por medio de simples cuerdas. En el caso de los bloques más grandes, que llegaban a alcanzar las cien toneladas de peso, lo más probable es que se alzaran a través de una rampa y con la ayuda de bueyes.

El techo de las galerías está inclinado hacia los lados, con los bloques de piedra superpuestos ligeramente unos sobre los otros a medida que los muros ganan altura hasta juntarse en lo alto. Es probable que en su día se colocase un marco de sillería seca para levantar esta especie de arcos», que permitiese soportar los bloques hasta ensamblarlos con un relleno de tierra y piedrecitas.

Por otro lado, se construyeron otras galerías cuya finalidad era permitir el vital acceso al agua subterránea. En Tirinto, dos pasadizos con las paredes inclinadas discurren por debajo del muro inferior de la fortificación, mientras que Micenas dispone, en la cara nororiental, de otra galería con las paredes también inclinadas por la que la ciudadela se abastecía de agua.

La construcción de las fortificaciones supuso un esfuerzo considerable. En Tirinto, se calcula que se necesitaron 112 bueyes y casi cincuenta hombres para levantar todo el recinto amurallado, cifra a la que probablemente habría que añadir varios equipos más de trabajo dedicados a la extracción, el transporte y la colocación de los bloques.

Además, es seguro que a medida que se acercaba el final de las obras se incorporaron más trabajadores para construir los numerosos edificios que albergaba el recinto fortificado, sin contar los pasos de ronda, los parapetos, las torres, las escalinatas y otros tantos elementos arquitectónicos complementarios de las murallas.

Aunque ciertas partes de las fortificaciones están dañadas, no parece que ninguna de las dos plazas fuese objeto de saqueo alguno. De hecho, los mayores daños los ocasionaron los terremotos. Y, en el caso de Tirinto, una nada destruyó la muralla de ladrillos de adobe de la parte baja de la ciudadela.

Lo ambicioso de ambas plazas fuertes, permite sugerir que no se trataba de fortificaciones defensivas construidas sobre la marcha. Probablemente tuvieron un carácter ofensivo de dominio y control sobre las regiones circundantes. En cualquier caso, nadie puede poner en duda la solidez de las fortificaciones de Micenas y Tirinto que, a pesar de los siglos transcurridos desde su construcción, aún hoy transmiten un contundente mensaje de fuerza y poder.

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