Los antiguos calendarios se fundaron en datos relacionados con las estaciones, la religión y algunos vagos conceptos de astrología, pero no eran exactos. Los primeros calendarios fueron lunares: las fases de la Luna y la situación de los planetas en el cielo servían de referencia para la medición del tiempo. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del calendario y cómo ha sido su evolución en el tiempo.
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Origen del calendario
Buscando el origen del calendario, nos encontraremos con que en las civilizaciones antiguas se utilizaba el denominado calendario lunar para medir el paso del tiempo. El paso de un mes a otro la señalaba la órbita de la luna. Es decir, cuando el único satélite natural de la Tierra regresaba a su fase inicial, se daba por finalizado dicho periodo.
Pasados 12 meses lunares, se contemplaba que se había completado un año. Pero pasado el tiempo, debido a las cosechas y la agricultura, se tenía la necesidad de contemplar también las estaciones, y por este motivo se crearon los calendarios lunisolares. Estos tipos de calendarios formaban grupos de periodos climáticos con sus respectivos meses lunares.
Al final de la páginas, tienes un vídeo en el que puedes ver claramente el origen del calendario actual. O lo que es lo mismo, como se pasó del calendario juliano al gregoriano (el que empleamos actualmente). Vamos a realizar a partir de aquí, un interesante recorrido por los principales calendarios que han existido a lo largo de la historia y cómo ha sido su evolución hasta llegar a nuestro calendario actual.
Calendario sumerio
Para encontrar el primer calendario de la historia, debemos remontarnos más de 5.000 años atrás. Los sumerios, habitantes de la región de Mesopotamia, fueron un pueblo tremendamente avanzado y también el primer pueblo que dividió el día en varias partes. Concretamente en doce danna de treinta ges cada una. Es decir, dividían los días en doce horas, y cada hora a su vez, estaba dividida en 30 partes.
Calendario babilonio
En un momento posterior, los babilonios idearon el sistema que llevó a fragmentar el día en veinticuatro horas de sesenta minutos. El número sesenta representa la sexta parte de la circunferencia, cifra que obtuvieron multiplicando cinco (número de los planetas conocidos entonces: Mercurio, Venus, Marte, Saturno y Júpiter) por los doce meses del año.
El calendario babilonio no tenían en cuenta la noche. Entre el segundo y el primer milenio anteriores a la era cristiana, los babilonios añadieron un mes a su calendario, que ya era de doce meses, para corregir y compensar los errores de algunos astrónomos.
Calendario egipcio
Fueron los egipcios emplearon el día de veinticuatro horas para uso en ceremonias y del templo. Eligieron ese cómputo porque los astrólogos comprobaron que la esfera celeste mostraba al anochecer doce estrellas brillantes. A partir del año 2780 a. C. Egipto creó un calendario solar de uso sacerdotal que fijaba la duración del año en 365 días.
El calendario egipcio trataba de indicar con exactitud los días en que caían las crecidas periódicas del Nilo, elemento esencial en la vida de aquel país. A aquel fin observaron durante cincuenta años sus crecidas y anotaron todos los datos al respecto. Este calendario fue divido en doce meses de treinta días, y como sobraban cinco decretaron que tales días sobrantes fueran festivos.
Calendario griego
El poeta griego Hesiodo, del siglo VIII a. C., escribe que en su tiempo los griegos utilizaban un calendario solar que habían heredado de sus ancestros de la Edad del Bronce, los egeos. Echando mano de conocimientos botánicos campesinos muy rudimentarios y de datos astronómicos reunidos a lo largo de muchas generaciones, por lo que también en la Grecia primitiva el modo de computar los días era solar y muy antiguo.
Pero por entonces todavía no se contaba el tiempo en años, cosa que se generalizó a partir de 747 a. C., gracias a lo cual se puso orden en la cronología, tan útil para la Historia. No obstante, no era fácil a veces hacer frente a los desajustes y errores de cálculo debidos a las variaciones de los calendarios.
Calendario gregoriano
Los primeros almanaques o registros astronómicos del tiempo los hizo Tolomeo de Alejandría en el siglo II. A pesar de los continuos reajustes el calendario romano seguía teniendo un ligero margen de desfase con el ciclo solar. Tras muchos debates y algún concilio eclesiástico el papa Gregorio XIII ordenó su revisión en 1582. Se descontaron diez días al citado año y se pasó del 4 al 15 octubre en un solo día, medida que ponía fin al calendario juliano o de Julio César, y daba comienzo al calendario gregoriano.
Como había sido iniciativa unilateral de la Iglesia católica muchos países protestantes y ortodoxos se negaron a aceptar las reformas. Así, Inglaterra, siempre nota discordante, no aceptó el cambio hasta 1752, en que añadió once días, no sin grandes protestas callejeras y sin que el pueblo pusiera el grito en el cielo. En este mismo país el año legal comenzaba el 25 de marzo, hasta que en 1750 pasó al 1 de enero.
Rusia fue aún más reacia y no cambió su calendario hasta 1917, iniciativa que tomó la revolución bolchevique. También implantaron en 1929 la semana de cinco días, pero fracasaron ante la indiferencia del pueblo. Otros países y pueblos, como los tailandeses, no adoptaron el calendario gregoriano hasta el año 1940.
El calendario gregoriano es casi perfecto, decimos casi porque tampoco pudo lograr que los meses fueran regulares ni que los trimestres tuvieran el mismo número de días, lo que empezaba a ser un inconveniente en el mundo económico y laboral. Según el calendario gregoriano cada año se produce un error cronológico de veintiséis segundos, que sumarán un día completo en el año 3323.
Hay, pues, tiempo para pensar en alguna solución. Resulta anecdótico y curioso que en el calendario gregoriano los siglos sólo puedan comenzar en lunes, martes, jueves o domingo: nunca en miércoles, viernes o sábado, y que los años ordinarios empiecen y acaben el mismo día de la semana.
Calendario maya
No obstante lo dicho, parece que el calendario más perfecto de todos los tiempos fue el calendario maya. Cuando los españoles arribaron a América pudieron darse cuenta que los mayas habían elaborado un almanaque perfecto ya en el siglo VI a. C. Es el que más se acerca a la realidad astronómica.
Calendario juliano o romano
En Roma, Numa Pompilio, segundo rey que tuvo aquella ciudad en el año 700 a. C., ya se empleaba un calendario basado en un año de trescientos cincuenta y cinco días dividido en doce meses. Este calendario permaneció así hasta el 45 a. C., en que Julio César estableció el llamado calendario juliano, así llamado en su honor. Se añadieron entonces diez días para completar los 365 días reales que tarda la tierra en girar alrededor del sol.
Los primeros calendarios solares romanos sólo tenían 304 días repartidos en diez meses: cuatro de 31 días y seis de 30. En la línea de lo que decíamos arriba, en 500 a. C. fue preciso añadir al calendario tres meses cada ocho años para ajustarlo a los ciclos lunares y solares.
Por qué existe un año bisiesto
Los errores eran debidos a manipulaciones intencionadas de los políticos y sumos sacerdotes romanos que desajustaban el calendario para prolongar sus mandatos. Por razones de este tipo decidió Julio César establecer un calendario definitivo como dijimos antes, asignando treinta y un días a los meses con importancia religiosa especial, y treinta a los de menos importancia.
A ese fin se encargó al astrónomo Sosigenes de Alejandría, en el 46 a. C., el diseño de un calendario de trescientos sesenta y cinco días. Cuando lo hubo concluido se apercibió de que el calendario tenía un desfase de cinco horas, cuarenta y ocho minutos y cuarenta y seis segundos en relación con el ciclo solar real. Para compensarlo se inventó entonces el año bisiesto, que añadía un día cada cuatro años.
¿Por qué febrero tiene 28 días?
Hubo algunos problemas. Por entonces los meses de enero, marzo, mayo, septiembre y noviembre tenían treinta y un días y los demás, incluido febrero, uno menos. Por alguna razón César consideró que su mes (julio), debería tener treinta y un días, como así se hizo. Tras el acceso de Augusto al poder, este emperador pensó que no estaba bien que su mes (agosto), tuviera un día menos que el de César (julio), por lo que se quitó un día a febrero que quedó en veintinueve.
Como no era posible tener tres meses seguidos con treinta y un días, se corrigió de nuevo el calendario quedando septiembre y noviembre con treinta días, y a octubre y diciembre se les asignó treinta y uno. Como la cuenta no resultaba, se le quitó de nuevo un día al mes de febrero, que recuperaba sólo cada cuatro años, en los bisiestos.
Curiosidades sobre la historia del calendario
Ha habido intentos sonados de cambiar el rumbo del calendario y crear almanaques nuevos. El más estúpido fue el calendario republicano francés propuesto por Gilbert Romme y modificado por Philippe- François-Nazaire Fabre d’Eglantine, ridículo proyecto que comenzó a regir el 22 de septiembre de 1792.
Estuvo en vigor hasta el 1 de enero de 1806: en este almanaque el año comenzaba el 22 de septiembre, fecha de la proclamación de la República, y se dio a los meses nombres tomados del cambio de estaciones y del desarrollo de la vegetación.
- Vendimiario: cosecha de la uva.
- Brumario: que oscurece el cielo.
- Frimario: que cubre las montañas de nieve.
- Nivoso: que lleva la nieve a los valles.
- Pluvioso: mes de las lluvias.
- Ventoso: mes del viento.
- Germinal: que hace brotar las plantas.
- Pradial: mes de la siega de los prados.
- Mesidor: mes de la cosecha de trigo.
- Thermidor: mes que calienta los campos.
- Fructidor: mes en que madura la fruta.
Además, suprimió la semana de siete días y estableció las décadas. Era tan arbitrario y absurdo que nadie parece que se lo tomara en serio. También los alemanes pretendieron en 1934 alterar el nombre de los meses y reponer los antiguos nombres del calendario gótico.
Un editor de Berlín lanzó el almanaque, pero dio a los meses los nombres de los líderes más importantes del partido en el poder, el nacionalsocialismo, por lo que el año empezaba con el uno de Hitler, uno de enero… ¡Menuda forma de empezar el año!
Majaderías al margen hay que tener presente que en la medición del tiempo todo ha sido arbitrario menos el hecho de que la Tierra tarda 365 días en rotar alrededor del Sol; que los meses dependen de las fases de la Luna, y que el día es el tiempo que el la Tierra emplea en dar la vuelta sobre sí misma.
La semana, por ejemplo, es un espacio de tiempo convencional que entre los sumerios tenía seis días. Los antiguos griegos dividieron el mes en tres semanas o décadas, es decir, semanas de diez días; y ciertas tribus africanas tienen todavía semanas de cuatro días.
Nuestra semana de siete días es de origen bíblico, y deriva del relato del libro sagrado del Génesis, donde se dice que Dios creó el mundo en seis días y en el séptimo descansó, dándose a entender que la primera semana, en el amanecer de los tiempos, tuvo siete días.
La discutida costumbre de adelantar el reloj en verano fue idea del gobierno francés en 1916. La mayoría de los países europeos siguieron el ejemplo. En España se la llamó horario de verano cuando se implantó este uso en 1918, durante la noche del 15 al 16 de abril, cosa que fue celebrada en las calles.
Etimología de la palabra calendario
El término calendario es sinónimo de almanaque, y ambas voces difieren sólo en la etimología. Calendario es una voz latina: de calendae, palabra ya usada en castellano en el siglo XIII y de uso más antiguo que almanaque, que proviene del árabe manah+ artículo al-= calendario.
En cuanto al término “almanaque”, significa registro de todos los días del año, distribuidos por meses y con datos astronómicos e indicaciones relativas a las fiestas religiosas y civiles, fases de la Luna, santoral y todo tipo de información útil para el hombre del campo.
Otros inventos relacionados con la ciencia
Origen de la luz eléctrica Origen del reloj solar Origen del pararrayos Origen del electroimán Origen de la galvanoplastia
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Fuentes y bibliografía
– ASIMOV, I. (2003). Momentos estelares de la ciencia. Madrid. Alianza Editorial.
– ASIMOV, I. (2007). Historia y cronología de la ciencia y el descubrimiento. Barcelona. Editorial Ariel.
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– RIVAL, M. (2000). Los grandes inventos. Barcelona. Grupo Planeta.
– VARIOS AUTORES (1990). Inventos y descubrimientos más famosos. Madrid. Editorial América.
– AUTOR: CURIOSFERA-HISTORIA.COM
– FECHA DE PUBLICACIÓN: FEBRERO DE 2020