La historia de la afeitadora eléctrica es muy curiosa. Su inventor tuvo que empeñar su hogar para poder sacar al mercado su creación, pero tuvo éxito. Es la prueba latente de que una buena idea tarde o temprano triunfa. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos quién inventó la máquina de afeitar eléctrica, y también cómo ha sido su evolución en el tiempo.
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Quién inventó la máquina de afeitar eléctrica
El inventor de la máquina de afeitar eléctrica fue el coronel Jacob Schick (1877 – 1937) en e año 1923. Schick estaba convencido de que era posible aplicar el motor eléctrico a la maquinilla de afeitar. Aunque el problema estribó en fabricar un motorcito lo suficientemente pequeño, lo consiguió en 1923 y lo patentó.
El segundo problema fue cómo financiar su producción porque nadie estaba dispuesto a hacerlo. Schick hipotecó su casa, se endeudó, pero fabricó un primer modelo de máquina eléctrica de afeitado que vendió a un precio muy alto para la época: veinticinco dólares. Pese a su elevado precio, el primer año vendió tres mil unidades. Con los beneficios obtenidos hizo una campaña publicitaria que tuvo tanto éxito que vendió dos millones de unidades en 1937.
Evolución de la máquina de afeitar eléctrica
Estaba claro que había mercado para el nuevo invento. Por ese motivo no tardó en existir competencia: la firma Remington saco al mercado su afeitadora de dos cabezales, para hombres y una maquinilla de afeitar para mujeres, más que afeitadora, depiladora.
En 1939 la casa Philips fabricaba una máquina eléctrica de afeitar con cabeza rotativa que buscaba los recovecos de la cara masculina para dejarla sin un pelo. Surgió asimismo otro ejemplar llamado la afeitadora suiza Harab en 1939, cuya publicidad decía: “Se te va a caer el pelo».
Seguimos viendo en los supermercados maquinillas de afeitar no eléctricas. Es cierto, la vieja maquinilla de Gillette no se rindió: al artilugio eléctrico le salieron algunos problemas, como la inexistencia de corriente en diversos lugares: el campo, los grandes espacios abiertos, la diferencia de corriente eléctrica en distintos lugares.
Pero todo inconveniente tiene solución. Aparecieron en el mercado las primeras afeitadores a pilas que eran realmente útiles por su movilidad y por no tener que disponer de un enchufe. Un paso más allá dieron los fabricantes al lanzar al mercado las máquinas de afeitar recargables. Bastaba dejarla una hora enchufada para poder afeitarse durante muchos días.
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