Si hay algo de los olmecas que nos permite hablar de ellos en términos de cultura propiamente dicha es, sin lugar a dudas, su extraordinaria cultura. Que en muchos aspectos no ha conseguido superar ningún otro pueblo de Mesoamérica. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos cómo son las colosales cabezas de los olmecas y su historia.
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La escultura olmeca
Los olmecas fueron los más grandes escultores de obras monumentales de toda Mesoamérica. Poblaron la costa del golfo de México entre el 1200 y el 400 a. C. Prolíficos como expertos maestros en el manejo de la piedra, los olmecas nos han dejado infinidad de objetos diversos que van desde diminutas figuras de jade a tronos, estelas y cabezas de basalto de gigantescas proporciones.
Uno de los rasgos más característicos del arte olmeca es el hecho de que incluso las estatuillas más pequeñas desprenden una contundente sensación de solidez y masa. Se han encontrado estatuillas de piedra y cerámica esculpidas por los olmecas por toda Mesoamérica, y su estilo influyó incluso en el de otras regiones adyacentes.
De hecho, se ha querido ver en esta ubicuidad de las formas escultóricas de los olmecas y su inherente simbolismo un primer precedente de una supuesta cultura panmesoamericana. No en vano, algunos arqueólogos sugieren que la región de la costa del golfo habitada por los olmecas fue la cuna de la «cultura madre» de la Mesoamérica preclásica.
Si bien los hay también que prefieren considerar a los olmecas como una de las muchas manifestaciones culturales independientes y precoces propias de la región. Todos los arqueólogos coinciden, sin embargo, en que los olmecas construyeron unos edificios de tierra y unos monumentos en piedra sin parangón alguno hasta la fecha.
Ficha técnica de las cabezas colosales olmecas
- Época: 1200-600 a. de C.
- Localización: costa del golfo de México.
Cabeza de piedra más pequeña:
- Altura: 1.47 m.
- Peso aproximado: 4,8 toneladas.
Cabeza de piedra más grande:
- Altura: 3,4 m.
- Peso aproximado: 50 toneladas.
Características de las cabezas colosales
De las cerca de trescientas esculturas olmecas de tamaño monumental de que se tiene constancia, las más características son sin duda las cabezas colosales, símbolo por excelencia de la cultura olmeca. La primera de ellas se descubrió en 1862 en el yacimiento de Tres Zapotes.
Desde entonces se han encontrado otras 16, todas ellas en los yacimientos (o en sus alrededores) más importantes de la costa del golfo, concretamente en los de La Venta (4), San Lorenzo (10) y Tres Zapotes (3). Presentan siempre unos mismos rasgos faciales, que se corresponden con los de un hombre de mediana edad con las facciones carnosas, aire severo, nariz achatada, labios gruesos y mirada ligeramente estrábica.
La cabeza ciñe siempre una especie de yelmo que se anuda por debajo de la barbilla. En algunos casos, de dicho casco cuelgan unas orejeras, símbolo de prestigio en la antigua Mesoamérica.
Aparentemente, parece que ninguna de ellas se pintara nunca. Además de la más que evidente estandarización del motivo de una cabeza a otra existen diferencias considerables, sobre todo en lo que respecta a la forma del conjunto, los rasgos faciales y el casco.
A pesar de que buena parte de esas diferencias puedan deberse a las características del material empleado, las convenciones iconográficas de la zona y el grado de destreza de los escultores, muchos arqueólogos están convencidos de que en el fondo las cabezas no son sino retratos.
Vistas de frente, presentan una inconfundible forma esférica, pero en realidad suelen estar achatadas de delante a atrás, con las secciones traseras a menudo inacabadas. Las cabezas, mayormente oscilan entre los 1,47 m y los 2,85 m de altura, aunque se da el caso de una que alcanza los 3,4 m.
La mayoría pesan entre 8 y 13 toneladas, si bien se sabe que los olmecas fueron capaces de desplazar piedras mucho más grandes, de hasta 25 y 50 toneladas, peso este último al que se aproxima la cabeza de mayores dimensiones.
El material empleado en la construcción de las cabezas colosales olmecas es siempre el basalto. Pero este material no se encuentra en las inmediaciones de los yacimientos olmecas donde se encontraron las cabezas.
De hecho, la fuente más próxima de basalto está en las montañas de Tuxtla, una modesta cadena de origen volcánico situada en los límites septentrionales de la región central habitada por los olmecas. Concretamente, el basalto se extrajo del Cerro Cintepec, en las laderas bajas del extremo sur de dicha cadena montañosa.
Transporte de las piedras
Los olmecas carecían de transporte rodado, animales de carga y aparejos de polea, de ahí que a la hora de desplazar estas pesadas esculturas se valieran únicamente de la fuerza bruta de sus propios brazos, lo que no deja de ser causa de asombro. Tanto más cuando Cerro Cintepec se encuentra a 60 km de San Lorenzo, donde se ha encontrado el mayor número de cabezas, y a unos cien de La Venta.
Lo más probable es que los bloques de piedra se llevaron a un río de las proximidades para luego transportarlos en barca río abajo o a lo largo de la costa hasta las inmediaciones de cada uno de los emplazamientos definitivos.
Dicho punto de descarga podría haberse situado, por ejemplo, a unos 2,5 km de lo alto de la colina de San Lorenzo, desde donde se habrían transportado los bloques en dirección sur por tierra. Posiblemente, a través de una calzada especialmente acondicionada para ello en forma de rampas, hasta llegar al pie de la colina, y luego se habrían elevado hasta alcanzar los 50 m de la cima.
Los arqueólogos han realizado pruebas consistentes en desplazar grandes monumentos olmecas con la participación de entre 25 y 50 personas, y llegaron a la conclusión de que en los desplazamientos largos debieron de participar varios centenares.
A pesar de que durante la estación seca la cantidad de mano de obra era más abundante, lo más probable es que los bloques de piedra se transportaran durante la estación húmeda para aprovechar que el nivel del curso de los ríos era más alto y la lluvia reducía la fricción de la piedra con el suelo.
No se sabe si se transportaban las cabezas ya esculpidas o bien directamente el bloque de piedra sin trabajar. El riesgo de perder la carga durante el transporte por agua sugiere esta segunda posibilidad, tal como se desprende también de los enormes bloques sin trabajar hallados en San Lorenzo.
Se han encontrado diversos relieves en piedra de pequeño tamaño que muestran diversos bloques de piedra completamente lisos sujetos por medio de gruesas cuerdas y con una persona sentada en lo alto de los mismos. En lo que bien podría ser una reproducción del proceso de transporte de dichos bloques, muy similar por otro lado a otros testimonios hallados recientemente en otros puntos del planeta.
Construcción de las cabezas colosales
Es seguro que el modelado de los bloques de basalto (andesita en algunos casos) debió de resultar una tarea extremadamente ardua y laboriosa. Los olmecas carecían de herramientas de metal, por lo que para esculpir utilizaban otras de una variedad de piedra más dura que el propio basalto, basando pues el trabajo en la percusión y el afilado de la piedra.
En la cima del llano de San Lorenzo se han encontrado diversos talleres donde se trabajaba el basalto, muy cerca de lo que debieron de ser las residencias de las familias más poderosas. Además, se sabe que los olmecas acostumbraban a reciclar las esculturas de piedra más grandes en otras de menor tamaño, como diversos útiles afilados para preparar la comida.
De hecho, lo más probable es que algunas de las cabezas más grandes se esculpieran a partir de algún altar reciclado. Y es que son precisamente los altares las esculturas más grandes y antiguas realizadas jamás por los olmecas, anteriores incluso a gran parte de las cabezas. Uno de los más impresionantes es el Monumento 14 de San Lorenzo, que con sus 1,8 m de altura, 3,98 m de longitud y 1,52 m de ancho bien podría haberse transformado en una cabeza de piedra.
¿Qué significado tienen las esculturas olmecas?
Se han hallado unas pocas estelas olmecas con símbolos parecidos a grifos, pero hasta la fecha no se han acertado a descifrar. Esto condiciona bastante nuestro conocimiento sobre la cultura olmeca. No obstante, se pueden extraer ciertas conclusiones acerca de la finalidad y el significado de sus esculturas gracias al mismo contenido y contexto de las mismas. Así como a toda una serie de fuentes posteriores procedentes de otras culturas mesoamericanas mejor documentadas.
Matthew Stirling, uno de los primeros arqueólogos que excavaron los yacimientos olmecas, sostiene que estas imponentes cabezas de piedra no eran más que retratos de figuras destacadas de la sociedad olmeca. Tal vez ilustres practicantes del juego de pelota o, más probablemente, jefes de las diversas comunidades.
De acuerdo con esta hipótesis, las particularidades de los cascos, decorados con pieles de animales, borlas, plumas, dientes, cuerdas e incluso espejos, servían para diferenciar diferentes rangos u ocupaciones.
De hecho, en las sociedades posteriores de Mesoamérica, más complejas, abundan los retratos de los soberanos. Sobre todo en el caso de la cultura maya del período clásico, cuyas raíces culturales se remontan los tiempos de los mismos olmecas (el motivo de las cabezas colosales, no obstante, es exclusivo de la costa del golfo habitada por los olmecas).
Algunas de éstas se han encontrado en lo que parece ser su ubicación original, en recintos públicos. O bien, en el caso de La Venta, cerca de los palacios o lugares sagrados, junto a estelas y altares. Otras, en cambio, se cambiaron de lugar, tal vez durante la fase de reciclaje. O bien, como consecuencia de la misma erosión o el deslizamiento de tierras.
Los olmecas tendían a ubicar sus cabezas esculpidas en lugares bien visibles de determinados enclaves con un claro trasfondo histórico o mítico, en los que ciertamente estas monumentales esculturas debieron desempeñar algún tipo de papel.
Además del claro mensaje político que subyace en las cabezas en tanto que retratos de dirigentes o reyes, son muchos los arqueólogos que creen que dichas esculturas formaban parte de toda una larga tradición de índole chamanística según la cual venían a ser como conductos de energías animistas.
Al igual que otras culturas mesoamericanas, es probable que los olmecas contaran con toda una serie de metáforas que identificaban las diferentes partes del cuerpo con sus equivalentes en el universo.
Se prestó mucha atención a la hora de cuidar hasta el mínimo detalle de las cabezas, que dentro de ese universo simbólico, en su condición de centro del cuerpo, bien pudieron tener su equivalente en el cielo o las esferas celestes. En cualquier caso, sea cual fuere el significado exacto de las cabezas, no cabe duda de que se encuentran entre las manifestaciones escultóricas megalíticas más impresionantes de todos los tiempos.
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