El Coliseo de Roma, es una de las más grandes construcciones romanas que ha llegado hasta nuestros días. También conocido como colosseum o coliseum, fue exponente del tremendo poder de este pueblo y de lo avanzado de su arquitectura. En la Antigüedad, conseguir una entrada, era sinónimo de asistir a un espectáculo sin igual. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos la historia del Coliseo romano, su origen, cómo fue su construcción y sus características.
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Historia del Coliseo de Roma
La historia del Coliseo de Roma es realmente peculiar e interesante. Para que te hagas una idea, comenzaremos mostrándote unas palabras que dejó escritas el poeta romano Marco Valerio Marcial, el día de la inauguración del Gran Coliseo romano, allá por el año 80 d. C.:
“No dejéis que los bárbaros de Menfis continúen hablando de sus pirámides, ni que los asirios se jacten de las Murallas de Babilonia, ni que los jonios ensalcen el templo de Artemisa. Haced que el altar de los muchos cuernos deje de hablar de Delos, y que los habitantes de Caria cesen de exaltar su mausoleo. Toda la admiración se la merece el anfiteatro del César. La fama hablará de él, y no del resto”.
Pues bien, estas palabras eran algo proféticas, pues no en vano este magnífico edificio del Imperio Romano habría de convertirse con el tiempo, en el símbolo del poder y la resistencia de la Roma pagana a ojos de la mentalidad medieval.
En la actualidad, tendemos a asociar el Coliseo con una imagen sangrienta inspirada en los combates de fieras y gladiadores que tuvieron lugar en su interior. Pero el propio Marcial nos recuerda con sus palabras la dimensión arquitectónica del edificio, al situarlo por encima de las siete maravillas de la antigüedad.
Hasta la fecha de su construcción, no se había levantado en Roma monumento alguno de dimensiones parecidas, e incluso en el siglo IV, cuando ya existían las grandes termas imperiales o templos como el del Panteón, el Coliseo seguía considerándose una de las grandes maravillas de la ciudad.
Cuándo se construyó el Coliseo de Roma
Las obras del Coliseo de Roma se iniciaron a principios de los años setenta, durante el reinado de Vespasiano, y se concluyeron en el año 80 d. C., en tiempos de su hijo Tito. Si bien las secciones situadas bajo tierra no se acabaron hasta el reinado de Domiciano, el último emperador de la dinastía Flavia.
El primer gran anfiteatro permanente de Roma en los Campos de Marte, fue devastado por el gran incendio del año 64, y el emperador Nerón, volcado por completo en la edificación de su ambicioso proyecto de la villa palaciega de la Mansión de Oro, hizo erigir en su lugar una estructura temporal de madera.
Tras el suicidio de Nerón, Vespasiano, el nuevo emperador, en un acertado gesto político, ordenó la construcción de un nuevo anfiteatro en los jardines de la villa de su antecesor para disfrute de los romanos. Además, sufragó las obras con dinero procedente de botines de guerra en lugar de recurrir al erario público. Ahora ya sabes quién construyó el coliseo romano.
Características del Coliseo de Roma
Aunque el diseño del Coliseo de Roma se basaba en toda una serie de motivos de larga tradición entre los teatros y los anfiteatros romanos, el resultado final fue una obra realmente única. La extraordinaria fachada se dividía en cuatro niveles diferentes.
Tres de arcos superpuestos (80 en total), flanqueados por columnas de los tres órdenes clásicos (dórico, jónico y corintio). Y, un cuarto construido con sillares y remataba este foro romano en lo alto unas grandes pilastras corintias.
Los arcos reflejaban la disposición interna, radial en el caso de las escaleras y anular en el de los pasillos, ovalados como el mismo anfiteatro. Se calcula que tenía una capacidad para entre cincuenta y setenta mil espectadores. Accedían al interior desde una zona exterior delimitada con postes por una de las 76 entradas coliseo romano numeradas situadas en la planta baja. Permitían un acceso rápido y ordenado a cada una de las secciones de las gradas.
Cada una de dichas secciones descansaba sobre varios arcos de hormigón superpuestos, tres en total, las gradas del piso superior eran de madera. La pista estaba separada de las gradas por medio de una valla y una plataforma alta en la que se encontraban los asientos de mármol de los funcionarios. Así como los palcos de los magistrados y el emperador, que tenían sus propias entradas.
Construcción del Coliseo Romano
El Coliseo se edificó sobre un terreno bajo situado donde antaño estuviera el lago de la villa palaciega de Nerón. Debajo se colocaron unos enormes cimientos de hormigón y piedra de 13 metros de grosor dispuestos a su vez sobre una gran base de arcilla.
Tanto la fachada como los muros exteriores, así como algunas secciones de las gradas de las plantas baja y primera, se edificaron con piedra travertina, un tipo de piedra caliza de origen volcánico sumamente resistente. En cambio, la gran mayoría de los muros radiales se hicieron con toba, otra variedad de piedra volcánica pero esta vez más blanda y ligera. Por último, las bóvedas y gran parte de las plantas superiores se construyeron con hormigón.
Durante la construcción del Coliseo se necesitaron nada más y nada menos que 100.000 m3 de piedra travertina. Tal vez la mayor cantidad de este tipo de piedra jamás empleada en un único edificio de la antigua Roma, y sin duda una de las últimas ocasiones en que se utilizó.
Y es que no solo planteaba mayor dificultad a la hora de extraerla de las canteras, situadas a 20 km de la ciudad en dirección este, sino que además había que añadir el reto logístico de trasladar tal cantidad ingente de piedra hasta el lugar de las obras.
Todas y cada una de las 240.000 toneladas de piedra travertina utilizadas en el Coliseo se tuvieron que llevar a Roma en almadías a través de los ríos Anio y el Tíber. Y, el último trayecto del viaje, 1,5 km en el tramo más corto, hubo de realizarse en carros tirados por bueyes.
Si se tiene en cuenta que las obras duraron ocho años, se calcula que de los muelles del Tíber salía un carro cargado con una tonelada de piedra cada siete minutos, durante doce horas al día y trescientos días al año.
Obviamente, los bloques de piedra más grandes exigieron carros con varios tiros, mucho más lentos y difíciles de maniobrar. Es preciso mencionar que los carros con material de construcción para obras públicas eran de los pocos que podían circular de día por las calles de Roma.
Con lo que cabe imaginar, que el continuo trasiego de carros por algunas de las calles más transitadas de la capital imperial debió de suponer no pocos inconvenientes a sus habitantes. Al tiempo que constituía un recordatorio constante del magno proyecto en curso.
Por otro lado, el empleo de sillares en un proyecto de tales dimensiones no estuvo exento tampoco de ciertas complicaciones. Y es que, la piedra travertina es bastante dura, lo que implica una gran cantidad de esfuerzo a la hora de trabajarla.
De ahí que el pulido se redujese a lo estrictamente imprescindible, es decir, a las partes visibles, como la fachada, y que no se pusiese mayor empeño en guardar unas hiladas uniformes. No obstante, las caras horizontales se nivelaron con sumo cuidado para asegurar la estabilidad de la construcción, razón por la cual se reforzaron también las junturas con 300 toneladas de grapas de hierro sobre una base de plomo.
Pero no acabaron ahí los problemas. Otro no menos importante fue la necesidad de elevar enormes bloques de piedra a alturas más que considerables, así como su posterior colocación en el emplazamiento definitivo. A diferencia de las obras de hormigón, en las que bastaba un andamiaje bastante ligero para los obreros, la construcción con sillares requería una grúa firmemente sujeta para elevar los bloques. Y, una plataforma lo bastante sólida como para depositar en ella dichos bloques.
Por otro lado, a los hombres necesarios para accionar la grúa había que añadir otros tantos que guiasen los bloques durante la ascensión y los colocasen en su sitio. No sorprende, pues, que la presencia de piedra travertina disminuya a medida que el Coliseo gana en altura; de hecho, la cuarta grada tan solo está presente en la fachada.
Durante un tiempo cobró fuerza la hipótesis de que primero se levantó un esqueleto de piedra travertina con una serie de arcos radiales de manera que se pudiera trabajar en distintos niveles de la obra al mismo tiempo. Pero la verdad es que resulta difícil creer que se pudiera erigir un muro vertical de este tipo de piedra de 25 metros de altura (los dos niveles superiores de la fachada) sin contar con el apoyo previo de los muros radiales y las bóvedas.
Por otro lado, cabe suponer que estas últimas sirvieran de base para colocar las grúas y demás maquinaria, Así pues, lo más lógico es imaginar que el anfiteatro se construyó paso a paso, y que las gradas de piedra travertina se colocaron en aquellos puntos donde la estructura ejercía una presión especialmente importante.
Arquitectura del Coliseo de Roma
Para la solemne inauguración del anfiteatro se organizaron unos juegos por todo lo alto que duraron cien días y que el propio Marcial, de quien procede la mejor descripción de los mismos, no dudó en calificar de espectaculares «efectos especiales». Qué duda cabe que el coliseo romano por dentro era majestuoso.
La pista central no era maciza, sino que estaba recubierta de madera, y bajo ella había todo un complejo entramado de pasillos y recintos subterráneos, además de un sofisticado sistema de jaulas y contrapesos que permitía sacar a la pista hasta 64 fieras salvajes al mismo tiempo.
Había, además, diversos mecanismos que permitían formar en un santiamén montañas y paisajes ficticios como marco para la carnicería. En la planta superior quedan evidencias de lo que fuera uno de los elementos más espectaculares de todo el Coliseo, el imponente toldo (velariuim), que protegía a los espectadores de las inclemencias atmosféricas.
Entre las pilastras había unas enormes repisas en piedra travertina, tres por cada intercolumnio, sobre las que descansaba una cornisa perforada con múltiples agujeros verticales de forma cuadrada en los que se supone iban las 240 astas que sujetaban el toldo. No se sabe muy bien cómo era ni cómo se desplegaba, pero el hecho de que en su confección participasen mil marineros de la flota romana estacionada en la bahía de Nápoles da una idea bastante aproximada de sus dimensiones.
Una posibilidad es que de las astas salieran unas cuerdas que fueran a parar hasta un anillo oval situado en el centro mismo de la pista, así como a unos cabrestantes sujetos a postes situados a nivel del suelo, fuera ya del recinto. De ese modo, al tensar las cuerdas por medio de los cabrestantes, el anillo central subiría hasta lo alto, al tiempo que el toldo se extendía sobre la red de cuerdas.
Otra teoría es que las astas sostenían unas vergas dispuestas hacia dentro en sentido horizontal o inclinadas sobre las gradas, con una serie de toldos atados entre cada una de ellas. Sea cual fuere el mecanismo empleado, de lo que no cabe duda alguna es de que, dadas las imponentes dimensiones del Coliseo, el velarium debió de ser todo un hito de la arquitectura, a su manera tan grande como el mismo anfiteatro en sí.
Pero hace ya muchos siglos que desapareció para siempre, y lo único que ha quedado de lo que en su día fuera la máxima expresión de la ciudad eterna es su descomunal estructura de piedra travertina y hormigón.
Cómo era originariamente el Coliseo de Roma
El monumento más grandioso que se levantó en Roma fue, sin lugar a dudas, el anfiteatro Flavio. Llamado más adelante Coliseo, cuya construcción empezó Vespasiano y terminó Domiciano. Era una enorme construcción elíptica, de 185 metros de longitud, 156 de anchura y 50 de altura. El muro exterior, que se abría en 80 arcadas, estaba formado por tres pisos rematados por una ménsula. La cual servía para sostener unas aristas destinadas a sujetar el toldo que protegía a los espectadores contra el sol.
El Coliseo tenía una capacidad de más de 50.000 espectadores, que penetraban en el recinto a través de las arcadas de la planta baja (numeradas todas ellas para que cada cual supiera el sector que le correspondía), subían a los distintos pisos y se acomodaban en las gradas de acuerdo con su categoría social. En el centro de la eclipse se encontraba la arena, que era donde se desarrollaban los combates entre gladiadores y las llamadas cazas, es decir, las luchas entre hombres y animales.
Visitar el Coliseo Romano
Si tienes la suerte de poder visitarlo, en el siguiente enlace podrás acceder a la web oficial del coliseo romano. Puedes obtener más información, así como ver precios, los horarios de visita y comprar entradas.
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