Localizado en el sur de Inglaterra, el origen, la finalidad y la historia de Stonehenge han dado pie a lo largo de los siglos a todo tipo de especulaciones. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos su historia, cómo se construyó el monumento de Stonehenge y muchas cosas más.
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Cómo se construyó Stonehenge
Para responder esta pregunta es preciso recordar que Stonehenge no se construyó de una sola vez. De hecho, los megalitos que confieren al conjunto ese aspecto tan familiar a nuestros ojos se incorporaron al conjunto en una fase más bien tardía.
Y es que, en sus inicios, el primer Stonehenge (hacia el 2950 a. C.) poseía una estructura mucho más modesta que la actual. Compuesta por un terraplén y un foso anexo de forma circular con un diámetro total de unos 110 m. Y, una anilla de agujeros para estacas (los llamados “Hoyos de Aubrey”, en honor a la persona que los descubrió en el siglo XVIII) justo en el margen interior.
El foso, excavado sobre un suelo cretoso, no tardó en llenarse de sedimentos, y el terraplén se fue erosionando, hasta que se introdujo una estructura de madera. Nos encontramos ante el segundo Stonehenge y de él tan solo nos han llegado las huellas dejadas por los agujeros excavados en la creta donde iban las estacas. De ahí que no resulte nada fácil reconstruir su estructura, tanto más cuando lo más probable es que en su construcción interviniesen varios asentamientos sucesivos en el tiempo.
Además, la decisiva zona del centro sufrió profundas transformaciones en intervenciones posteriores, en las que se erigieron nada más y nada menos que las piedras azules y las antas. No obstante, las almillas y las muescas (técnicas de ensamblaje propias del trabajo de la madera) presentes en los megalitos del tercer Stonehenge sugieren que éste se construyó sobre un armazón de madera.
No sería nada descabellado deducir que el segundo Stonehenge fue en realidad una mera obra de madera compuesta de troncos verticales rematados con dinteles igualmente de madera.
Las obras del tercer Stonehenge se remontan al año 255 a. C., y supusieron la incorporación de las piedras azules y, más tarde, las imponentes antas. En ese sentido, uno no puede evitar preguntarse cómo se construyó este auténtico hito de la ingeniería antigua, de una complejidad infinitamente superior a la del foso y el terraplén del primer Stonehenge, o el armazón de madera de la segunda fase. Vamos a verlo:
Transporte de los megalitos
El primer reto al que se tuvo que hacer frente fue el traslado de los megalitos hasta el emplazamiento definitivo. Este aspecto cobró especial interés en 1923, cuando se demostró que las piedras azules procedían de los montes Preseli, al sudeste de Gales, a 240 km de distancia (o al menos así lo cree la inmensa mayoría de los geólogos).
Por qué se llevaron dichos bloques hasta Stonehenge sigue siendo todavía un misterio. No así el modo en que se transportaron, para el que los expertos aventuran ciertas hipótesis demostradas con la práctica. Los megalitos de Stonehenge de dimensiones más discretas son las piedras azules, que poseen un peso medio de 1,5 toneladas, y de las que la más grande (unos 2 m) es poco más alta que una persona.
De acuerdo con diversos experimentos llevados a cabo en los años cincuenta del siglo pasado, podemos imaginar que se transportaron por medio de patines de madera tirados a rastras hasta Miltord Haven. Desde donde unas almadías los trasladaron por el canal de Bristol y el río Avon hasta unos 3 km de Stonehenge.
Desde allí se llevaron de nuevo a rastras hasta el emplazamiento definitivo. El transporte de las enormes antas debió de resultar todavía más penoso, pues no en vano la más grande de ellas pesa 40 toneladas y tiene 9 m de largo, y ello a pesar de que, a diferencia de las piedras azules, no venían de muy lejos (en concreto, de Marlborough Downs, a unos 30 km en dirección norte de Stonehenge). Como es fácil imaginar, el traslado de semejantes bloques debió de resultar extraordinariamente laborioso.
En 1994, se llevó a cabo un experimento que consistía en desplazar una réplica en cemento de un anta original (de idéntico tamaño y peso) firmemente sujeta a un patín de madera. Desplazaba por entre dos railes de madera también, de modo que el bloque no pudiese cambiar de trayectoria durante el arrastre.
Después de engrasar los raíles y el patín, un equipo compuesto por 130 personas fue capaz de desplazar dicho bloque incluso en tramos con una inclinación del 5%. Ello no resta mérito alguno al extraordinario esfuerzo que supuso mover cada una de las ochenta antas del monumento. Hazaña esta que los cronistas de la Edad Media atribuían a la mágica intervención del legendario Merlín.
Elevación de los megalitos
La elevación de los megalitos no fue menos ardua que el transporte de los mismos. No obstante, se ha comprobado mediante diversos experimentos cómo es posible realizar dicho trabajo con un equipo interior a 150 personas siempre y cuando se utilicen las técnicas apropiadas. En un reciente experimento, se colocó un anta en posición vertical mediante una rampa y unos simples contrapesos.
Para ello, se arrastró dicha anta por la rampa hasta que la base del megalito se encontrase justo encima del hoyo excavado para albergarla. A continuación, se colocaron los contrapesos en el extremo de manera que la anta pivota- se lentamente hasta entrar en el hoyo y quedar del todo vertical.
El éxito de esta operación depende de la forma del hoyo, así como del cuidado extremo que se ha de tener en el momento en que el monolito pivota sobre el extremo de la rampa. Una vez colocadas las antas en su sitio, se procedió a colocar en lo alto los dinteles, de diez toneladas cada uno de ellos.
En este caso bien pudo utilizarse de nuevo una rampa, aunque se ha sugerido un segundo método, que consiste en ir subiendo el dintel (previamente colocado a un lado de las antas) por medio de sucesivos andamios de madera y el simple recurso de la palanca.
Para ello, se construía una base de madera a modo de andamio a la que se le añadían capas sucesivas hasta situar el dintel en lo alto de las antas.
Una vez en esa posición, éste se deslizaba hacia el lado correspondiente (tarea ésta nada fácil) hasta hacer casar las almillas del dintel con las muescas de los extremos de las antas. En realidad, se desconoce qué método se utilizó exactamente para colocar los dinteles, si el de la rampa o el de los andamios.
De todos modos, cabe imaginar que el primero de ellos habría resultado mucho más laborioso, no tanto por el hecho de arrastrar los bloques, sino sobre todo por el tiempo necesario para levantar y desmantelar cada una de las rampas. No hay que olvidar que el núcleo de Stonehenge es relativamente pequeño y que, por tanto, no habría permitido disponer de suficiente espacio como para llevar a la práctica semejante proyecto de ingeniería.
Además, si se hubiese tirado de los bloques de piedra desde fuera, la rampa habría ocupado gran parte del interior. Así pues, parece que la opción de los andamios resulta mucho más factible, tanto más cuando éstos se podían reutilizar para cada uno de los dinteles.
En cualquier caso, sea cual fuere el método empleado, no cabe duda de que el centro de Stonehenge presentó durante no poco tiempo un aspecto de construcción en obras, con andamios de madera, sogas, rampas, picos de sílex para excavar los hoyos donde iban a ir los megalitos y mazos para darles forma.
Modelado de los megalitos
A simple vista, los megalitos de Stonehenge presentan un aspecto algo basto, apenas trabajado. Ciertamente, no tienen una forma regular, pero si se observan desde cerca, sobre todo con el sol bajo, se puede ver (allí donde la erosión no ha sido tan acusada) como están cuidadosamente decorados con centenares de pequeños motivos circulares, labrados con los extremos redondeados de las mazas de piedra.
Son varios los detalles ornamentales existentes. Así, por ejemplo, los márgenes de las antas no son del todo paralelos, sino que están como abultados y hacia dentro, en lo que bien podría ser una versión primitiva de la entaisis empleada por los griegos para evitar la ilusión óptica de ensanchamiento en una columna alta.
De igual modo los dinteles, al menos los de las antas, no son meros bloques rectangulares, sino que tienen las caras ligeramente curvadas y se ensamblaban entre ellos mediante la técnica del machihembrado (propia, una vez más, del trabajo de la madera, como la del ensamblado mediante almillas y muescas) para así dar una apariencia circular al conjunto. Queda claro, pues, que Stonehenge no era un simple montón de piedras, sino una estructura perfectamente modelada y trabajada.
Qué finalidad tenía Stonehenge
Durante los años sesenta del siglo XX, fue cobrando fuerza la teoría de que Stonehenge era como una especie de observatorio astronómico que reproducía toda una serie de combinaciones entre la Luna y las estrellas (incluido el Sol). Según parece, permitían conocer con antelación los eclipses y realizar cualquier tipo de cálculos sobre el calendario.
Estas hipótesis son, en su mayoría, insostenibles, si bien no se puede negar la vinculación que existe entre el solsticio de verano y el monumento. Los que lo construyeron debieron de observar paso a paso la evolución del Sol durante la primera mitad del verano a medida que el astro, al salir por el este, se desplazaba hacia el norte.
Una vez alcanzado el punto más meridional, fijaron una línea y colocaron las piedras azules y las antas alrededor de este eje solar. Y ese componente, entre místico y romántico, del solsticio de verano continúa congregando en Stonehenge a cientos de personas año tras año.
Visitar Stonehenge
Ahora que ya conoces la historia de Stonehenge, si tienes la suerte de poder viajar a Inglaterra y visitarlo, en el siguiente enlace podrás acceder a la web oficial de Stonehenge. Puedes obtener más información, así como ver precios, los horarios de visita y comprar entradas o tickets.
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