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Historia del champú: origen y evolución

La historia del champú, nos enseña que el cuidado del cabello ha supuesto siempre un problema estético, debido a la dificultad que su limpieza entrañaba. La piel era fácilmente lavable, pero el pelo no resultaba gobernable, ni accesible. En CurioSfera-Historia.com, te explicamos su origen, también quién lo inventó y cómo ha sido su evolución.

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Origen del champú

Los orígenes del champú se remontan a miles de años en la Antigüedad. Los antiguos humanos sabían que el cabello debe ser lavado, tonificado, masajeado y tratado con ciertas sustancias que resalten su colorido, textura y belleza natural.

Para ello, se requería el uso de aceites, ungüentos, jabones especiales que no acabaran con la grasa del cuero cabelludo ni destiñeran. Y aunque las damas egipcias rapaban su cabeza como requería la moda, sí cuidaban sus pelucas. Al fin y al cabo eran de pelo natural, lavándolas, tiñéndolas y perfumándolas como si de pelo vivo se tratara.

Quién inventó el champú

Fueron los antiguos egipcios quienes inventaron el champú. O al menos algo muy parecido a él. Descubrieron que el sebo natural del cabello era la causa principal de su suciedad.

Sabían que para lavar el cabello era necesario eliminar la grasa. Cosa que consiguieron mediante un champú primitivo a base de jugo de limón. Ya que el ácido cítrico descompone eficazmente la grasa del cuero cabelludo. Fueron ellos, quienes aplicaron al cabello un líquido compuesto de agua hervida, zumo de limón y sustancias aromáticas.

Del mismo modo, los nobles y generales asirios lucían elaborada y reluciente pelucas en ensortijadas cascadas mientras sus mujeres sujetaban su abundante cabellera natural con bandas de colores. También la mujer israelita de la antigüedad recogía su cabello en redecillas adornadas con prendedores de metal en forma de media luna, y perfumaban el pelo antes de entrar en el lecho matrimonial.

Evolución del champú

El cuidado del pelo era importante también en Antigua Grecia. Las mujeres griegas teñían su cabello hace dos mil quinientos años y lo adornaban con flores y hojas de laurel. Pero el cuidado más importante era el lavado; para ello se utilizaban sustancias exóticas, como la yoyoba, hierbas aromáticas, agua de flores.

El lavado del cabello era una de las ocupaciones más importantes de los peluqueros romanos antes de proceder a la elaboración de su complicado peinado. El poeta Marcial escribe de su amiga Gala: “Mientras tú estás en casa, tu cabello está en la peluquería para ser peinado y lavado”.

La Edad Media no tuvo problemas con el cabello, que se ocultaba bajo las tocas. No fue hasta entrado el siglo XIV, cuando empezó a lucirse, a asomar de forma lujuriosa por debajo de las tocas. Y, terminar imponiéndose como elemento decorativo.

Por entonces, apareció en Europa una solución semejante al detergente: agua y jabón hervido con sosa o potasa obteniéndose así una mezcla de alta concentración en lo que los químicos llaman “iones hidroxilos negativamente cargados”, remedio casero cuya fórmula pasaba de generación en generación.

No obstante esto, las damas aclaraban su cabello con un jabón especial traído de Francia, que además de limpiarlo ayudaba a eliminar las grasas que lo apelmazaban dándole cierto tono entre rubio y blanco: ya existían las mechas.

Este gusto por blanquear el pelo experimentó un gran auge a finales del siglo XVII en Francia, donde se comenzó a empolvar el cabello. Para ello se recurrió a un sistema eficaz de lavado previo, y para volver a limpiarlo se utilizó el limón, el vinagre y otras sustancias que a menudo lo único que conseguían era quemarlo.

En 1877 el gobierno británico, tras apoderarse de la India y desplazar a la East India Company fue asimilando modas locales, entre ellas la aplicación de un líquido jabonoso en el cuero cabelludo y su posterior masaje: dar masajes es lo que significa en lengua india la palabra shampoo.

Recibir aquel tratamiento capilar se puso de moda entre los peluqueros ingleses, que elaboraban sus propias sustancias o champús variando sus ingredientes y sin prescindir del jabón y la sosa.

Pero aunque fueron los ingleses quienes generalizaron su uso, el champú tal como hoy lo conocemos triunfó en París donde se puso de moda en 1880. Fueron los peluqueros quienes lo elaboraban y suministraban a su clientela de la alta sociedad. Aquel primer champú era elaborado con jabón negro hervido en agua, a la que se añadió cristales de sosa.

El primer champú similar al detergente se fabricó en Alemania hacia 1890. Tras la Primera Guerra Mundial comenzó a comercializarse como preparado para el cuidado del cuero cabelludo. Tras la Gran Guerra se generalizó su uso y empezó a fabricarse en grandes cantidades con un envase llamativo, el primero que hubo para este producto, diseñado para la casa Dop por Vasarely.

Quién inventó el champú moderno

El padre del champú moderno, muy similar al actual, fue el bombero norteamericano John Breck, de Massachusetts que estaba perdiendo pelo y desesperadamente buscaba cómo evitarlo. El joven bombero, a quien los médicos aseguraban que se quedaría calvo, se dedicó a fabricar en casa técnicas de masaje del cuero cabelludo.

Los resultados eran tan halagüeños, que en 1908 abrió en la ciudad de Springfield un centro para combatir la pérdida de cabello y elaboró preparados para tonificarlo. Animado por el éxito lanzó entre 1930 y 1933, champús para cabello graso y cabello seco, y se hizo rico. Sus productos alcanzaron éxito; su red comercial creció hasta llegar a ser el principal fabricante de champús de Estados Unidos.

Su triunfo se debió a que los grandes peluqueros del momento intuyeron que aquel producto novedoso iba a ser uno de los instrumentos más eficaces para luchar contra la naturaleza indómita del pelo.

Pero desde el principio, era evidente que no hay remedios milagrosos: el señor Breck quedó completamente calvo, no fue capaz de parar su calvicie galopante. Por entonces el champú utilizado en España y en el mundo hispanoamericano procedía en su mayoría de Chile, y estaba elaborado con la corteza de cierto árbol de aquel país.

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